sábado, 16 de abril de 2022

SILENCIO. Sábado Santo.

 16/04/2022

Silencio.

Sábado Santo.

Hb 4, 1-13 - Si quieres leer el texto pincha aquí.

“Descenso del Señor a los infiernos” - Si quieres leer el texto pincha aquí.

En este día el silencio se impone sobre todo lo demás. No existe más celebración que el rezo de las horas y en él el Oficio de Lecturas nos presenta estos dos textos. En el primero, el autor de la Carta a los Hebreos contrapone el rechazo de los antiguos judíos a Jesús a la acogida que le dispensaron quienes después se llamaron cristianos. Muchos de ellos también judíos; otros, extranjeros completamente ajenos al mundo hebreo. Es un conflicto ya muy antiguo: “Vosotros no creísteis en él; nosotros, sí”. Y es, también, un conflicto que se mantiene aún hoy en día. Esa falta de fe justifica que no pudiesen entrar en el descanso de Dios. Prestar atención a la Palabra de Dios es dejarla obrar con su precisión de cirujano que deslinda el alma del espíritu y escruta lo más profundo del corazón; no hay nada invisible para ella.

El segundo texto es una antigua homilía anónima de los primeros siglos del cristianismo que pretende explicar el significado de este día. Fue titulada “Descenso del Señor a los infiernos”, aunque también se la conoce, más poéticamente, como “Despierta tú que duermes”. En ella es Jesús mismo quien va al encuentro de quienes no consiguieron entrar en el descanso de Dios Padre y recorre para ello los infiernos. Infierno es el “lugar” o el estado en el que Dios no está presente, es decir, el lugar en el que se niega el amor. Jesús, Palabra viva del Padre, que ya atravesó el infierno físico en vida acude ahora a recoger a todos aquellos que "no escucharon la voz de Dios". Sale al paso del desencuentro entre los seguidores del camino, como se llamaban a sí mismos los cristianos antes de ser llamados, precisamente, cristianos, y cualquier otro creyente o no creyente que siga cualquier otro camino.

En aquel lejano siglo en el que fue escrito, todo esto se expresaba en términos de pecado y de rescate… tendríamos que ver como lo explicamos hoy. Lo importante es que Jesús, el hombre que acogió a Dios sin reservas, permitiendo que su Palabra lo asumiese sin limitación alguna, vivió su vida para los demás como resultado de su entrega al ministerio al que esa Palabra le llamaba. Mereció la muerte según la valoración de quienes niegan la vida pero Dios no se detuvo ante la muerte sino que la venció en Jesús transformándola en un simple sueño; equiparable al descanso después de la fatiga.  Esta fatiga es la vida de cada uno. Mejor o peor; da igual. Creyente o no creyente; es lo mismo. Dios perdona a Adán por su desobediencia, que es lo mismo que decir que perdona al ser humano. Adán es aquél que está hecho de barro, es la humanidad que yerra, ciertamente, de manera personal, pero por ser humano. Podría no haberse equivocado de haber usado correctamente su libertad, pero junto al don va el riesgo. Y el riesgo era ya conocido por el Creador. En este día de silencio, el conocimiento de nuestra propia naturaleza no debe atarnos al temor que nos anestesia. Estamos llamados a despertar y vivir en un mundo despierto. El silencio de hoy, lo sabemos bien, precede a la explosión definitiva que, sin embargo, se va implantando al mismo ritmo que nuestros corazones se dan cuenta de que ni los otros son tan malos ni nosotros somos tan buenos. Estamos llamados a vivir en lo nuevo que está siempre llegando pero nunca termina de instalarse. Cuantitativamente, diremos; porque cualiitativamente está ya entre nosotros. Eso definitivo que se gesta en el silencio como en un vientre maternal y nutricio, será plenamente verdad en la más mínima porción de mundo en la que sea realidad.


Silencio. Descenso de Cristo a los infiernos. Duccio di Buoninsegna (ca. 1308-1311)


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