sábado, 25 de junio de 2022

PELÍCANOS CRUZANDO EL MAR. Domingo XIII Ordinario.

 26/06/2022

Pelícanos cruzando el mar.

Domingo XIII T.O.

1 R 19, 16b. 19-21

Sal 15, 1-2a. 5-11

Gál 5, 1. 13-18

Lc 9, 51-62

Si quieres ver las lecturas, pincha aquí.

Una leyenda medieval atribuye al pelícano la costumbre de auto lesionarse para hacer brotar sangre de su pecho con la que alimenta a sus polluelos en tiempos de escasez. El pelícano es también, como todas las aves marinas, capaz de adentrarse en el mar. El mar, para el pueblo judío, era una amenaza; un símbolo de muerte. El pelícano atraviesa la muerte y alimenta a los demás con su misma vida. Por eso, en muchos sagrarios aparece la imagen de un pelícano. Jesús aparece hoy como quien cuida de todos: de los samaritanos a los que sus discípulos quieren arrasar y a los ciudadanos de Jerusalén a los que manda mensajeros. Jesús actúa así a imagen del Padre que cuida de todas las criaturas sin que ellas se aperciban. Y nos invita a todos a hacer lo mismo; a ingresar en la vida. Quienes entramos en la vida, aunque nademos aún en sus orillas, descubrimos que el mar no es imagen de muerte. La vida que Jesús propone se descubre tras un cambio absoluto de perspectiva.

El mar nos parece muerte cuando lo miramos desde aquí, pero al sobrevolarlo se aprende que todo surge de él y que nos conecta con otra realidad, con otra orilla que desde aquí no percibimos. La vida es ser porque todo se conjuga en infinitivo y ese ser no termina al entrar en el mar. Cada uno es allí como fue aquí, pero con una conciencia diferente de las cosas y de sí mismo. Allí conoce de un modo nuevo y allí se une con los que llegaron antes, sin por ello dejar de estar unido a los de aquí. Cuando se llega a la Vida plena que llamamos Dios uno se encuentra con todos los seres queridos que partieron antes; con los suyos y con los nuestros. El amor que nos une a todos no tiene fronteras y no depende de que nos conozcamos o no. El amor que ponemos en la vida de cada uno permanece siempre y una vez llegados allí se reconocen, gracias a él, como seres amados por nosotros. Vosotros, que habéis llegado ya hasta esa otra orilla, no estáis en Dios; sois ya Dios, porque formáis parte de la corriente de amor que mueve el universo. A partir de este momento pensar en Dios es pensar en vosotros y pensar en vosotros es tenerle presente a él. Quienes vais hacia él no vais, sino que venís porque Dios habita en el corazón de cada ser humano. Reunirse con él es habitar en todos nosotros que seguiremos siendo, así, depositarios del amor que comenzasteis a darnos aquí.

Ya sólo los muertos entierran a los muertos. Los vivos, aunque todavía lo estemos poco, ni os entregamos ni os dejamos partir sino que os recibimos de un modo nuevo. Por eso, puede que nos sintamos huérfanos, pero somos felices porque sabemos que todo está bien; no es que todo vaya a ir bien, algún día; es que todo está ya bien. Y esta seguridad nos da fuerza para no dejarnos esclavizar por nada más, pero, sin embargo, nos esclavizamos los unos a los otros, tal como a vosotros, Carmen y Josema, os vimos hacer. Con la confianza puesta en el Señor que no deja conocer la corrupción a sus amigos vivimos esperanzados mientras vamos transitando el sendero sin importar cuantas yuntas tengamos que sacrificar. La llamada de Jesús es personal para cada uno y desde el momento que se formula es llamada para la eternidad y la vocación de amar al prójimo no se disuelve al cruzar el mar; al contrario, se profundiza.


Pelícanos cruzando el mar.

Para Flor, Marta, Marcel, Jordi, Javi y demás familia.

Para todos nosotros, huérfanos felices...

sábado, 18 de junio de 2022

PARTIRSE Y REPARTIRSE. Corpus

 19/06/2022

Partirse y repartirse. Corpus

Gn 14, 18-20

Sal 109, 1-4

1 Cor 11, 23-26

Lc 9, 11b-17

Si quieres ver las lecturas pincha aquí

Nos amenaza desde siempre la tentación de pensar y afirmar que el gesto de Jesús de sustituir los sacrificios rituales por la entrega de la propia vida constituye una gran novedad en la historia de las tradiciones religiosas. Lo cierto es que si observamos esa historia prescindiendo de apasionamientos podremos ver que ese gesto supremo de dar la vida a favor de los demás, premiado posteriormente por la resurrección a instancias del Dios supremo era ya conocido en las culturas mediterráneas. También los elementos materiales que sacramentalizan esa entrega, el pan y el vino, estaban ya dados desde los tiempos patriarcales, desde el origen.  Decir que Jesús, en realidad, inventa pocas cosas, o casi nada, puede parecer contradictorio y podría ser que alguno lo considerase una barbaridad pero, en el fondo, es una garantía de autenticidad. Dios se hace hombre auténtico y lo hace de forma auténtica. No impone remedios ni soluciones divinas sino que acepta las referencias que encuentra en las coordenadas culturales que le son accesibles. En ellas Jesús encuentra todo lo que va descubriendo y según ellas lo traduce todo.

Así, resulta que el hecho de que el alimento circule entre todos es una buena imagen para expresar la realidad que Dios espera ver surgir entre nosotros. Y no es sólo una imagen, es misma realidad puesta en acto; hecha real; encarnada en un acto y coordenadas concretos. Antes de darles de comer, nos dice Lucas, Jesús había curado a los que lo necesitaban. En esta nueva realidad cada uno recibe lo que necesita; no conformándose con menos pero sin pretender hacer acopio de nada.  Al mismo tiempo, todos se sienten concernidos para aportar aquello que tienen y ponerlo a disposición de los demás; renuncian al acaparamiento de cualquier cosa.

Jesús llegó a entregar no sólo lo superfluo necesario para otros; entregó la vida entera, tal como sólo los dioses podían hacerlo, pero él se partió y repartió siendo humano. El pan y el vino son imagen del cuerpo y la sangre, de la totalidad que se entrega y de la nada que se retiene. Lo único que Jesús atesoraba era el vacío que en su interior creaba permanentemente para poder acogerlo Todo y a todos. Jesús es el cuenco siempre vacío que puede acoger la máxima cantidad de Espíritu, de amor divino entregado, que después vierte completamente sobre el mundo. Y ese cuenco tiene la forma del ser humano que fue Jesús; es su cuerpo, la realidad despreciada por otras de esas antiguas tradiciones y que él revaloriza hasta convertirla en vehículo del amor de Dios; en signo de comunión; en ideal de unidad que traspasa cualquier frontera sin someterse a limitación alguna. ¿Qué es la eternidad? Una permanente acción de gracias mutua por todo aquello entregado ya en vida que nos permitió seguir viviendo con dignidad y una permanente comunicación entre quienes nos amamos aunque algunos estemos separados por esa grieta que desde aquí parece insalvable. La verdadera eucaristía reúne  lo desgarrado en una sola realidad. Reconocer a quién tenemos que agradecer todo lo recibido y qué tenemos que seguir entregando a cada uno es tarea para cada una de nuestras eucaristías actuales si queremos que realmente sean memorial, recuerdo que se hace vida, y no mero recuerdo, posiblemente enjoyado y muy bien custodiado, pero estéril.


Partirse y repartirse. Corpus


sábado, 11 de junio de 2022

PARA JUGAR CON TODOS. Trinidad

 12/06/2022

Trinidad

Pr 8, 22-31

Sal 8, 4-9

Rm 5, 1-5

Jn 16, 12-15

Si quieres ver las lecturas pincha aquí

Nos empeñamos en conocerlo todo, en medirlo y pesarlo, en desentrañar hasta el último detalle de cualquier cosa con la que nos crucemos. Tenemos que encontrarle respuesta a todo. Pero no todo tiene respuesta, básicamente, porque esperamos comprenderlo con nuestros planteamientos actuales, con nuestros sistemas lógicos. Y tanta lógica nos aparta de la Verdad. No es que ésta no sea razonable; es que lo es en otro sistema, según otros parámetros que nos resultan extraños. Precisamente, si algo tiene la herejía es que es razonable, que se amolda bien a nuestra comprensión y a nuestras expectativas; todos los ídolos demuestran de forma veraz su utilidad. Si algo hay seguro es que el Dios que comprendemos, el Tao que conocemos o el Buda que encontramos no son verdaderos. Si Dios nos fuese, de inmediato, accesible, sería tan sólo otro elemento más del mundo.

En el día de hoy celebramos la Trinidad y la explicamos como mejor podemos. El Padre ama y de ese amor surge el Hijo. Para amar tiene que haber dos, sino todo sería un continuo amarse a sí mismo. Dios deja espacio a lo que no es él. El Hijo es lo no-Padre que ama al Padre, que dialoga con él. Entre ambos se crea un circuito amoroso que es el Espíritu, la corriente de vitalidad que lo anima todo. Dios es el amor que se da y el amor que se recibe aceptando la diferencia. Lo que surge así es un continuo diálogo y un continuo cambio y transformación. El Padre, según su naturaleza, ama dándose por entero y negándose a sí mismo; el Hijo, lo no-Padre, al compartir divinidad con él, hace lo mismo: ama según su naturaleza pero esa naturaleza es tan extensa como todo lo real; todo lo pronunciado por el Padre. En toda la realidad el Hijo contesta al mor del Padre y éste acoge todo eso real y lo incorpora a su ser amándolo y haciéndolo fructificar. El Espíritu hace propio del Padre aquello que siendo del Hijo éste va recapitulando frente a él y el Padre, tomándolo del Hijo, lo comunica a todo lo demás.

Entre ese todo lo demás estamos nosotros. Para nosotros la Trinidad no es un misterio impenetrable; es una vocación. Estamos llamados a reconocer la intervención amorosa de Dios en nuestras vidas y hacernos uno con él entablando un diálogo en el mismo idioma que él habla: el amor y la negación de nuestras prioridades en favor suyo. Pero como Dios no es un ser abstracto sino que es nuestro mismo fondo y origen, tan sólo lo podemos encontrar en nosotros mismos y en los demás. La Trinidad es vocación a la unidad. Todas y todos habremos sentido más de una vez el éxtasis del salmista. Somos, tan solo, un poco inferiores a ángeles, si es que existen. Nos distinguimos del resto de la realidad, de esta sí que sabemos que existe, porque, de alguna manera, nos sentimos enlazados a otra realidad distinta. Jesús nos lo dejó claro, conectándonos a todos con la paz de Dios; justificándonos, dice Pablo; haciéndonos caer en la cuenta de que podemos ser, vivir, fraternalmente como respuesta a nuestra propia naturaleza. Somos realidad creada que aspira a unificarse con su fuente. Y esa reunión sólo es posible en la medida en que aceptamos jugar con la bola de la tierra; no negociar con ella, no sacarle jugo ni provecho; jugar, perdiendo el tiempo en gozarnos con todos los hijos e hijas de la especie humana, de esa misma naturaleza humana en la que el propio Dios tuvo a bien venir a jugar y embarrarse con todos y con todo. Así, vivimos nuestra naturaleza profunda en la medida en que somos saliendo de nosotros para hacernos otro.


Para jugar con todos. Trinidad


sábado, 4 de junio de 2022

BUENO, BUENO, BUENO. Pentecostés.

 05/06/2022

Bueno, bueno, bueno. Pentecostés

Hch 2, 1-11

Sal 103, 1ab. 24ac. 29bc-31. 34

1Cor 12, 3b-7. 12-13

Secuencia

Jn 20, 19-23

Si quieres ver las lecturas pincha aquí

Cuando los judíos querían decir que algo era, por ejemplo, buenísimo lo decían tres veces. Nosotros seguimos diciendo que Dios es santo, santo, santo. Los problemas de aquella buena gente con el superlativo nos han venido bien para expresar nuestra fe. Jesús da hoy la paz por dos veces a sus amigos y a la tercera les da el Espíritu. Será, tal vez, que el Espíritu es la plenitud de la paz. La paz, decía la antigua consigna, es más que la ausencia de conflictos. Es un estado en el que se busca el bien de todos. Es Dios mismo habitando entre los seres humanos y fundamentando sus relaciones. El Espíritu es el amor que circula permanentemente entre el Padre y el Hijo. El Hijo encarnado en Jesús no deja de amar al Padre, ni de recibir el amor que éste le da. El Espíritu está presente en Jesús y él nos lo da, nos revela el amor de Dios, su cuidado por todos: la paz. Y con ese amor nos da también la capacidad de perdonarnos unos a otros, de disculpar las faltas. Nos faculta para colocar el pecado allí donde no pueda dañarnos. Nos habilita para construir ese estado nuevo que llamamos Reino, que se caracteriza por ser bueno, bueno, bueno para todos.

Si la semana pasada se nos decía que no hay que quedarse mirando al cielo, hoy se nos recuerda que esa Paz por construir es tarea nuestra. No hay excusa para esperar que Dios haga las cosas; lo que no hagamos nosotros se quedará sin hacer, sin perdonar, sin construir. Dios nos quiere autónomos. Es madre que quiere que sus hijos e hijas caminen por sí solos. Pero nos quiere unidos. No puede haber unidad mayor que ser uno solo. El Padre y Jesús eran uno y los amantes forman una sola carne. Ser uno; un solo cuerpo en el que cada uno tiene su función y su carisma y donde todos hemos recibido la manifestación del Espíritu para construir el bien común. Esa es la labor que nos encomienda Jesús. Tal como el Padre envió al Hijo, el Hijo en Jesús y Jesús con él nos envían a nosotros: no para conquistar ni para imponer, sino para amar; para hacer que cualquier vacío rebose con el amor que llevamos dentro.

Todos estamos llamados a hablar una única lengua que sea comprensible para todos. En la que todos se sientan tan cómodos que no la vean como extraña, que sea como la suya propia, como su propio hogar. Estamos hoy recibiendo la invitación para desmontar Babel por nosotros mismos. Ya no tiene sentido construirse torres ni estrados con los que acercarse a Dios porque tenemos en nosotros mismos el amor que es su dinamismo interno. Se nos muestra hoy el valor de la horizontalidad y de la autonomía y no son palabras a las que tengamos que temer porque se basan en aquel que nos une a todos. El don de lenguas es bueno cuando me sirve para entenderme con los demás. Cualquier otro don es bueno cuando nos acerca a los demás. Si no, se queda enquistado en nuestra profundidad y no hace nada. Cualquier regalo tiene que ser abierto. Sólo los niños pequeños se quedan prendados del envoltorio. Algunos pocos consiguen jugar con la caja, esos son los aventajados… los que ya han crecido y madurado se atreven a mirar dentro y no sólo contemplan, sino que sacan el regalo, lo giran, lo desmontan, lo ponen a funcionar. No esperan que por arte de aquello comience a moverse solo. Hay que estrenar los dones del Espíritu, que es don de Dios, y ponerlo al servicio de la construcción de la Paz.


Bueno, bueno, bueno. Pentecostés.