jueves, 6 de abril de 2023

UN MENSAJE SENCILLO. Jueves Santo

 06/04/2023

Un mensaje sencillo.

Jueves Santo.

Éx 12. 1-8. 11-14

Sal 115, 12-13. 15-16bc. 17-18

1 Cor 11, 23-26

Jn 13, 1-15

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Estamos acostumbrados a la idea de que pasamos por la vida como tránsito hacia un destino mejor. Sin embargo, el autor del éxodo nos recuerda hoy que es Dios quien pasa por nuestras vidas. Es verdad que cada uno debe procurarse aquellas condiciones y elementos que faciliten ese paso. El cordero y la sangre son la imagen de esa preparación y el acto de unirse a los vecinos es la expresión más simple de la solidaridad humana: alíate con los cercanos, ofréceles de lo tuyo para que unidos a ellos podáis, con comodidad y eficacia, preparar adecuadamente ese paso que nos instará a ponernos en camino. Caminaremos detrás del Señor que pasa, pero todos juntos, dejando atrás todo eso que, con los ojos fijos en él, descubrimos como muerte y prisión. De ahí la explosión de júbilo del salmista: “Alzaré la copa de la salvación invocando su nombre”.  

La liturgia de hoy tiene la peculiaridad de presentarnos unidas las dos imágenes que sintetizan la vida cristiana. Por un lado, Pablo nos transmite la tradición que él recibió y que procede del Señor. Por otro, Juan nos presenta en exclusiva su propio destilado. Pablo se sitúa en la línea del éxodo y del salmista y relata el momento en el que Jesús reconoce el paso de Dios por su vida y expresa como él mismo se hace paso para todos los demás. Es más que una  actualización de la Pascua judía. En el pan y el vino vuelca su experiencia vital. Él que se ha hecho pan para todos y, cotidianamente, ha ido gastando su vida (su sangre) en favor de los demás se ofrece decididamente a todos, sin excepción. Es, en verdad, la relación de cómo hemos de actuar para favorecer ese paso decisivo de Dios por nuestra existencia. Toda vez que nos hacemos comida para los demás y que nos entregamos a ellos estamos siendo Señor que pasa para llegar a todos. Juan nos habla de esta misma actitud de disponibilidad, pero añade un matiz fundamental: la supresión de cualquier jerarquía. En la Palestina del siglo I lavar los pies era trabajo de sirvientes y, en otras culturas, los discípulos lavan los pies de sus maestros. Aquí es el maestro quien se hace servidor del discípulo. Es la concreción de la imagen anterior. ¿Cómo hacerse alimento? ¿Cómo entregar la vida? Sirviendo, poniéndose a disposición de todos. Y no hay más. Mantener cualquier distinción previa ya no tiene ningún sentido, por eso Pedro es amonestado por Jesús: “no tienes parte conmigo”.

En conjunto, se han suprimido no sólo las jerarquías, sino también la distancia. Dios ya no es lejano; pasa por nuestra vida para enseñarnos qué debemos dejar atrás. Siguiéndole descubrimos que la actitud verdaderamente solidaria es ponerse al servicio de los demás y haciéndolo facilitamos que Dios pase también por sus vidas. Este es el verdadero y único sacerdocio real que Jesús nos propone. El amor fraterno es signo y fruto de ese sacerdocio universal y la Eucaristía es acción de gracias por ese paso que nos desinstala y, como pueblo, nos libera de cualquier esclavitud. Y sin embargo, nos hemos empeñado en secuestrar ciertas funciones como si sólo unos pocos elegidos pudieran realizarlas y hemos convertido el símbolo en alimento para privilegiados. Dios pasa hoy por nuestras vidas y nos invita a seguirle. Dejemos que nos conduzca por una transición en la que se puedan depurar esas adherencias que han ido acumulándose sobre un mensaje tan sencillo.


Un mensaje sencillo


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