sábado, 1 de agosto de 2020

MULTIPLICANDO. Domingo XVIII Ordinario.


02/08/2020
Multiplicando
Domingo XVIII T.O.                                              Si quieres ver las lecturas pincha aquí
Is 55, 1-3
Sal 144, 8-9. 15-18
Rm 8, 35. 37-39
Mt 14, 13-21
Jesús ha conocido el luctuoso episodio de la muere de Juan, pero es probable que también haya llegado a sus oídos el comentario de Herodes sobre él, identificándole con el Bautista resucitado. Remordimientos de un rey atormentado o temor de tener frente a sí otro mesías a quien matar. Si alguna duda le quedaba sobre su futuro podía considerarla ya esclarecida. Jesús cruzó el mar, se adentró en él para enfrentarse a sus propios fantasmas y llegar a una nueva orilla. Sus seguidores no quisieron perderlo de vista y le alcanzaron en un lugar apartado. A ellos se les unieron, probablemente, seguidores del Bautista que vagaban sin rumbo como ovejas sin pastor. ¿Qué respuesta podrá darles Jesús a todos ellos?
La famosa multiplicación de los panes aparece por duplicado en los evangelios de Mateo y Marcos; tan solo una vez en Lucas y Juan. Todos estos relatos presentan los suficientes elementos simbólicos como para considerar que, si ocurrió, no fue tal como se narra en ellos. Se ha interpretado por algunos como un milagro que evidenciaba la divinidad de Jesús; otros ven el milagro en la capacidad de Jesús para convencer a toda esa gente para compartir lo suyo. Apoyándose en la evidente prefiguración eucarística que se puede encontrar en ellos, hay quien insiste en la necesidad de apagar hambres espirituales y otros subrayan la importancia de saciar primero el hambre material precisamente para que la Eucaristía tenga sentido. ¿Qué interpretación tenemos que dar buena?
Todas en su conjunto y ninguna por separado. La demostración de que la divinidad está presente en Jesús no se cifra en multiplicar nada sino en conseguir la unidad de todos los hambrientos y sedientos, de los que no tienen dinero y de los que se lo gastan en lo que no alimenta. Jesús acoge a todos y toca los corazones de cada uno para que pueda, como él mismo, repartirse entre los demás. La relación que nace cuando esa entrega se hace mutua, encontrando respuesta en los demás, es una nueva realidad en la que Dios se manifiesta plenamente a partir de la fe que todos profesan en Jesús. En Cristo el Amor se exhibe sin ningún pudor. Quien acepta la invitación, acoge el don y se transforma él mismo en don para los demás, comprende que nada podrá jamás separarle de ese amor en el que vive ya plenamente. Esta es la comunión que resulta de una vida que se vive como acción de gracias por todos aquellos que en ella han sido recaderos del amor de Dios para nosotros; por cada porción de Reino que va emergiendo entre los cascotes de un mundo convertido en instrumento de opresión; por cada uno que acepta sentarse a la mesa compartiendo lo que es; por quienes corrigen fraternalmente nuestras malas interpretaciones sin querer imponer las suyas; por todos los que renuncian a ceder ante sus miedos o ante las exigencias de su ego para mostrar a todos el rostro de Dios que habita en ellos; por la constatación diaria de que realmente el Señor es clemente y misericordioso, cercano siempre a quienes le invocan de corazón y por su invitación cotidiana a obrar el milagro con nuestros propios medios. Puestos a multiplicar, multipliquemos nuestra confianza y compromiso, seamos encarnación de Dios que en nosotros se da a los demás, llevándonos a una nueva forma de ser. 

Multiplicando. Mosaico en la Iglesia de la Multiplicación en Tabgha


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