sábado, 3 de octubre de 2020

AVISO A NAVEGANTES. Domingo XXVII Ordinario.

 04/10/2020

Aviso a navegantes.

Domingo XXVII T.O.

Is 5, 1-7

Sal 79, 9. 12-16. 19-20

Flp 4, 6-9

Mt 21, 33-43

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Igual que nuestras tradiciones populares las del antiguo Israel conocían los cantos festivos con doble sentido. Isaías canta una canción que expresa el amor de su amigo por su viña y es a la vez el lamento por la amada que no corresponde a los desvelos del enamorado. La viña y la amada desdeñosa van a ser abandonadas a su suerte; no habrá ya protección para ellas. Hasta aquí todo se ajusta al canon de una canción de desamor, pero el profeta añade un nuevo sentido a la tonada: cuenta en pocos versos la historia de Dios con su pueblo. De modo similar resume también el salmista la misma historia e incluye una pregunta directa a Dios “¿Por qué has derribado su cerca?” para introducir después la petición de una nueva oportunidad “No nos alejaremos de ti”. Israel se sabe viña (o jardín) de Dios (Karm-El).

Siglos después Jesús va a utilizar la misma imagen popular para criticar el error en el que la clase dirigente judía había incurrido, exacerbando así sus ánimos y ahondando su animosidad contra él. Los exegetas discuten si la parábola original era tal como la conocemos o si hubo retoques posteriores de la comunidad. En cualquier caso, la cuestión decisiva es que en la parábola de Jesús ya no es el pueblo el que falla sino que son los trabajadores de la viña quienes se la han apropiado y la emplean en su beneficio de tal manera que no son capaces de reconocer ni a los enviados ni al hijo del Señor. En nuestra lectura de hoy falta el último versículo y es importante porque en él los sumos sacerdotes y los fariseos se dan por aludidos pero no actúan por miedo al pueblo que tiene a Jesús por profeta. La mención de la piedra angular está en relación al asesinato del hijo. Quien para unos es motivo de escándalo y tropiezo es para otros el fundamento de lo nuevo. La interpretación inmediata del texto es que al antiguo Israel se le ha quitado lo que no supo gestionar. Ya no será nunca más el pueblo de la promesa pues esta ha sido entregada a otros, a la nueva comunidad que sí supo reconocer al Hijo enviado.

Sin embargo, el pueblo no es culpable. Fueron sus dirigentes los que se adueñaron de aquello que debían tutelar y lo utilizaron en su provecho sin importarles pisotear a los humildes. Y eso mismo puede ocurrirle a esta nueva comunidad que surge afirmando ser la nueva depositaria de la alianza con Dios. Más que una justificación de autenticidad para la Iglesia es un aviso para que no repita los mismos fallos,  para que no fiscalice la voluntad del pueblo y sepa ver que tal vez ya puedan identificarse signos del reinado de Dios que ella creía poseer en exclusiva. Allí donde los sencillos y los humildes son capaces de tener en cuenta todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, virtuoso o meritorio y donde ven poner en obra todo aquello que ellos mismos aprendieron, recibieron, oyeron o vieron pero dejaron caer en el olvido es donde la paz de Dios se va abriendo camino y donde su Reinado se va haciendo realidad, aunque no exactamente como ellos pensaban. Y es justo por eso por lo que se pueden presentar acciones de gracias y es esa realidad la que puede ser llevada a la oración para que el mismo Espíritu que la alentó la haga fructificar. Ni la bondad de Dios se expresa de un modo único e incompatible con otros ni depende el bien de la etiqueta sino del efecto que tenga sobre las almas sencillas e inocentes.

 

Aviso a navegantes (Ilustación del Átlas Catalán de Abaham y Jafuda Cresques, 1375)

 

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