sábado, 10 de julio de 2021

NO-DOS. Domingo XV Ordinario.

 11/07/2021

No-dos.

Domingo XV T.O.

Am 7, 12-15

Sal 84, 9ab. 10-14

Ef 1, 3-14

Mc 6, 7-13

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                Amós es enviado a Israel para alertar sobre la ruina inminente pero no es escuchado. Su vida se vio súbitamente transformada cuando Dios le arrancó de sus días sencillos y le puso en la tesitura de tener que enfrentarse a los profetas de Betél y anunciar la caída del reino. Jesús, en cambio, no envía a nadie solo sino que, al contrario, manda a sus amigos de dos en dos. Una pareja es ya un grupo, una comunidad. En ella se vive la unidad y ese lazo tiene valor hacia dentro y hacia fuera: se vive la gratuidad, se confía en lo esencial y se tiene poder sobre los malos espíritus; propios y ajenos. Los compañeros de camino son compañeros de vida. La comunidad, o la pareja, se hace presente en cualquier casa donde sea acogida y come cualquier cosa. No hay lugares ni comidas impuros. Tampoco tiene problema en relacionarse con nadie ni en acoger a los que llaman a su puerta; lo comparte todo y acepta lo que le ofrecen. Ni impone, ni engaña. Frente al rechazo, simplemente se da la vuelta pero no castiga, ni condena ni amenaza, como hubiéramos visto hacer a Amós si hubiésemos seguido leyendo unos pocos versos más; como todavía hacen muchos que ven rechazada su gran y única verdad. La pareja, o la comunidad, sana y rescata. Restaña muchas heridas pero también nos coloca (a los de dentro y a los de fuera) frente a nuestras incoherencias y contradicciones; nos amonesta cuando erramos y denuncia los males que otros sufren por nuestra causa.

Por medio suyo Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos. Aunque parece que aún hay quien no se da cuenta sus amigos son muchos más que su pueblo. La comunidad y la pareja son portadoras de este mensaje fantástico. Pero no simples mensajeros; son verdaderos agentes; son buena noticia que realiza lo que anuncia. Hacen con todos lo que Dios ha hecho ya con ellas: elige, destina, salva y revela el plan final: recapitularnos, re-unirnos a todos y a todo en la única realidad de Cristo que aquí ya no hace referencia a un ser humano concreto sino al estado al que la creación entera está convocada.

De dos en dos caminan los compañeros. Tradicionalmente se ha dicho que la pareja, la familia, es como una pequeña comunidad doméstica. Yo prefiero construir desde abajo, por eso opino que es la comunidad la que debe parecerse a la pareja, a los dos que caminan juntos, esa unión es el centro de todo. En ese universo en proceso de cristificación universal también las parejas se van cristificando. Así, se transforman en algo mucho mayor que la simple combinación de dos y pasan a ser no-dos. No son simplemente uno. Son una única realidad en la que ambos se unen sin mezcla ni confusión y, a la vez, se mantienen íntegros sin división ni separación. Son no-dos tal como fue la unión entre Dios y hombre en Jesús el Cristo. Jesús sabía bien lo que hacía cuando nos envió de dos en dos. Es la única manera de trascender esa barrera que somos nosotros mismos. Esto que se entiende bien para cualquier pareja es mucho más complicado de ver al aplicarlo a la misma familia, o a comunidades más grandes, incluida la Iglesia, digámoslo claro. Y sin embargo, poniendo en práctica ese no-dos es como se puede aprender a amar sin poseer, enseñar sin esculpir, opinar sin coaccionar o entregar sin chantajear. Así podremos expulsar cualquier espíritu dañino: evangelizar.


No-dos

Para Pili; compañera en el camino.

2 comentarios:

  1. Esto me recuerda lo que escuché una vez de una pareja misionera: " caminando como uno, siendo dos".

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  2. Si todos caminásemos tratando a los demás como si fuéramos no-dos con cada uno...
    Si todos tratásemos a cada uno como si fuera esa persona especial a la que amamos...
    No hay que renunciar al amor de pareja, sino universalizarlo.
    Gracias por comentar, un abrazo.

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