sábado, 4 de junio de 2022

BUENO, BUENO, BUENO. Pentecostés.

 05/06/2022

Bueno, bueno, bueno. Pentecostés

Hch 2, 1-11

Sal 103, 1ab. 24ac. 29bc-31. 34

1Cor 12, 3b-7. 12-13

Secuencia

Jn 20, 19-23

Si quieres ver las lecturas pincha aquí

Cuando los judíos querían decir que algo era, por ejemplo, buenísimo lo decían tres veces. Nosotros seguimos diciendo que Dios es santo, santo, santo. Los problemas de aquella buena gente con el superlativo nos han venido bien para expresar nuestra fe. Jesús da hoy la paz por dos veces a sus amigos y a la tercera les da el Espíritu. Será, tal vez, que el Espíritu es la plenitud de la paz. La paz, decía la antigua consigna, es más que la ausencia de conflictos. Es un estado en el que se busca el bien de todos. Es Dios mismo habitando entre los seres humanos y fundamentando sus relaciones. El Espíritu es el amor que circula permanentemente entre el Padre y el Hijo. El Hijo encarnado en Jesús no deja de amar al Padre, ni de recibir el amor que éste le da. El Espíritu está presente en Jesús y él nos lo da, nos revela el amor de Dios, su cuidado por todos: la paz. Y con ese amor nos da también la capacidad de perdonarnos unos a otros, de disculpar las faltas. Nos faculta para colocar el pecado allí donde no pueda dañarnos. Nos habilita para construir ese estado nuevo que llamamos Reino, que se caracteriza por ser bueno, bueno, bueno para todos.

Si la semana pasada se nos decía que no hay que quedarse mirando al cielo, hoy se nos recuerda que esa Paz por construir es tarea nuestra. No hay excusa para esperar que Dios haga las cosas; lo que no hagamos nosotros se quedará sin hacer, sin perdonar, sin construir. Dios nos quiere autónomos. Es madre que quiere que sus hijos e hijas caminen por sí solos. Pero nos quiere unidos. No puede haber unidad mayor que ser uno solo. El Padre y Jesús eran uno y los amantes forman una sola carne. Ser uno; un solo cuerpo en el que cada uno tiene su función y su carisma y donde todos hemos recibido la manifestación del Espíritu para construir el bien común. Esa es la labor que nos encomienda Jesús. Tal como el Padre envió al Hijo, el Hijo en Jesús y Jesús con él nos envían a nosotros: no para conquistar ni para imponer, sino para amar; para hacer que cualquier vacío rebose con el amor que llevamos dentro.

Todos estamos llamados a hablar una única lengua que sea comprensible para todos. En la que todos se sientan tan cómodos que no la vean como extraña, que sea como la suya propia, como su propio hogar. Estamos hoy recibiendo la invitación para desmontar Babel por nosotros mismos. Ya no tiene sentido construirse torres ni estrados con los que acercarse a Dios porque tenemos en nosotros mismos el amor que es su dinamismo interno. Se nos muestra hoy el valor de la horizontalidad y de la autonomía y no son palabras a las que tengamos que temer porque se basan en aquel que nos une a todos. El don de lenguas es bueno cuando me sirve para entenderme con los demás. Cualquier otro don es bueno cuando nos acerca a los demás. Si no, se queda enquistado en nuestra profundidad y no hace nada. Cualquier regalo tiene que ser abierto. Sólo los niños pequeños se quedan prendados del envoltorio. Algunos pocos consiguen jugar con la caja, esos son los aventajados… los que ya han crecido y madurado se atreven a mirar dentro y no sólo contemplan, sino que sacan el regalo, lo giran, lo desmontan, lo ponen a funcionar. No esperan que por arte de aquello comience a moverse solo. Hay que estrenar los dones del Espíritu, que es don de Dios, y ponerlo al servicio de la construcción de la Paz.


Bueno, bueno, bueno. Pentecostés. 


2 comentarios: