viernes, 18 de enero de 2019

SER EL MEJOR VINO. Domingo II Ordinario


20/01/2019
Ser el mejor vino
Domingo II Ordinario
Is 62, 1-5
Sal 95, 1-3. 7-8a. 9-10a. c
1 Cor  12, 4-11
Jn 2, 1-11
En nuestra cultura occidental una boda es siempre una fiesta. También lo era para la pareja que aparece en el evangelio de hoy. Es un relato simbólico que festeja la alianza de Dios con su pueblo y de cada ser humano con lo divino que lo habita. Para el pueblo de Israel no bastó la purificación prescrita por la Ley y representada por las inmóviles tinajas de piedra. Tampoco para nosotros bastará aquello que sea nuestra propia Ley. El mapa por el que nos orientamos en la vida, esas convicciones que son ya inamovibles, esas creencias que son la base de todo nuestro sistema de valores y de nuestra vivencia religiosa… Todo eso nos ha traído hasta aquí y debemos estarle agradecidos pues nos hizo un servicio no precisamente pequeño. Pero una vez aquí ¿de qué nos sirve? Nos sirve para llenarlo con el Espíritu vital que se expresa de forma tan diversa en cada uno de nosotros.
Aquellas tinajas tenían como rasgo positivo su permanente apertura a lo real, a todo aquello que llegara hasta ellas para llenarlas. El agua es símbolo y raíz de la vida. Jesús es capaz de transformarse en agua viva porque abraza en su ser a toda la realidad, sin excluir nada, sin despreciar a nadie, sin apartar ni siquiera el dolor o el sufrimiento. Todo es acogido por él y todo nos es ofrecido por él. El agua con el que Jesús hace rellenar hasta el borde las viejas tinajas es la realidad de la vida tal como se nos presenta y el vino que se extrae es esa misma vida pero aromatizada y enriquecida con un sabor nuevo y rotundo, transformada según el Espíritu. Todos podemos ser vino si dejamos que nuestra vida vaya fermentándose al paso del Espíritu por ella y le permitimos obrar con y en nuestras capacidades, con y en nuestros propios dones.
El maestresala reconoce la calidad del vino y se lo anuncia al novio. En ocasiones, es necesario que alguien desde fuera nos reconozca la calidad de nuestro propio vino. Pero no hablamos aquí únicamente de alabanzas. Queremos hablar de la constatación de quien mira nuestra vida desde fuera. De quien, cercano o lejano, sabe valorar nuestra vida por sus frutos y reconocer en ella un principio de calidad ausente en otras. Y no sólo por una sincera admiración, sino por verdadera curiosidad: ¿de dónde sale este vino? ¿De dónde sacas tú la inspiración para actuar y vivir así? Esta es la huella más clara de que se ha tocado el fondo del alma. Hoy en día, cuando gastamos tanto tiempo y energías pensando en qué hacer para llegar a la gente y diseñando estrategias para convertir a tantos indiferentes, olvidamos que tan sólo la vida de cada uno puede ser significativa para los próximos. Estamos llamados a ser el mejor vino que podamos ser; la mejor versión del ser humano completo y total que fue Jesús que podamos conseguir.
Aquellos sirvientes saben de donde salió el vino: de las antiguas tinajas colmadas por la vida real y cotidiana que fermenta y origina en nosotros este vino que somos. La comunidad de los servidores canta a todas las naciones la alegría de las almas que han dejado de ser devastadas para ser desposadas, aquellas abandonadas que hoy son predilectas. La comunidad creyente vive la vida sin dejar nada fuera, acogiéndolo todo; transfigurándolo todo.

Ser el mejor vino

4 comentarios:

  1. Gracias querido Padre !! Un abrazo desde Argentina , tierra de muy buenos vinos

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    1. Gracias a ti, Juan. Muy buenos y celebrados, pero mejores personas, estoy seguro. Un abrazo de este padre de familia (en honor a la verdad).

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