domingo, 12 de mayo de 2019

LA HUMANIDAD DE LA PASCUA. Domingo IV Pascua.


12/05/2019
La humanidad de la Pascua.
Domingo IV Pascua.
Hch 13, 14.43-52
Sal 99,2.3.5
Ap 7, 9. 14b-17
Jn 10, 27-30
Dios tan sólo nos pide una cosa: que le dejemos entrar en nosotros. Bueno, mejor dicho, que nos hagamos conscientes de que está ya ahí en nuestra intimidad desde siempre. De un modo misterioso él nos habita. No es una realidad extraña que viene a nosotros, es una Presencia que vive en nosotros, que nos origina y constituye. Una vez que aceptemos este hecho la relación entre ambos podrá profundizarse sin agotarse jamás. Jesús, el ser humano que consiguió superar todos los obstáculos para que Dios fuera ciertamente la fuente que en su interior manara sin cesar, afirmó que había descubierto que era uno solo con él, que su humanidad al completo era expresión perfecta de ese Dios que se había hecho hombre en él. Y desde esa humanidad Dios mismo se nos ofrece a todos. Resulta así que Dios nos pone en manos de uno de los nuestros. No estamos confiados a un dios lejano, a una creencia arcaica ni a la arbitrariedad de los intereses de ciertas clases privilegiadas. Quienes acogemos a Dios estamos reunidos en torno a ese pastor congénere nuestro y de sus manos nada ni nadie podrán arrebatarnos. Sus manos son las del Padre y es el Padre quien nos acoge entre los brazos de Jesús. Ambos son uno solo.
Es esta unidad lo que le da a Jesús su originalidad excepcional, su carisma personal. Del mismo modo, esa misma unidad podrá otorgarnos a nosotros originalidad y carisma. Tal vez no en toda su infinita profundidad, pero sí en su misma e infinita calidad, estamos llamados a hacernos conscientes de ser habitados por Dios tal como lo fue el ser humano Jesús. Esa es nuestra experiencia de gentilidad. Jesús rompió cualquier barrera que limitaba la revelación de esta inhabitación divina a una única tradición. Dios se hizo un ser humano común, reconociendo a la humanidad un  valor y capacidad singulares. De este modo, allí donde hay seres humanos, su propia naturaleza es camino para la divinidad que les habita. En cualquier lugar y tradición, existe un ser humano ideal al que aspirar que puede ser reconocido como reflejo del Dios que nos convoca a todos. La humanidad de Jesús creció, se desarrollo y conoció a Dios en su propia tradición y se liberó de lo que en ella no le permitía crecer como humano y en el cultivo de su unidad fundamental con el Padre. En cualquier tradición y topografía es posible la misma experiencia y reconocer en el seno de su propia gestualidad y valores a esa humanidad común que nos hermana a todos en el seguimiento del mismo Dios.
En cualquier experiencia humana podemos reconocer y encontrarnos con el Dios que se nos da en Jesús. En cualquiera, pero especialmente en la tribulación, pues Jesús, experto en liberarse y en liberar, nos ofrece la liberación que puede no eximirnos de la cruz pero la acompaña y nos sostiene en ella, invitándonos a ser también soporte para todos los demás. Todos estamos llamados a la reciprocidad que surge del reconocimiento de una dignidad mutua que se deriva de la común Presencia de Dios en nuestro ser. Entre el Padre y el Hijo existe un amor personal, el Espíritu; en nuestra relación personal con ese Padre interior existe también un amor creciente, un espíritu que nos mueve y anima. Dios pretende instaurar en nuestro interior una relación trinitaria que se expanda entre todos, que haga Reino, que cree unidad en torno a la humanidad de la Pascua, liberada y liberadora. 

La humanidad de la Pascua

4 comentarios:

  1. "...de Esperanza ilimitada, donde las miradas son de unión..."

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    1. Unión que crea un nuevo organismo. Mucho más que mera adición y siempre dispuesto a recapitularse y dejarse guiar. El amor con el que nos vinculamos con Dios es el mismo con el que nos unimos a los demás. Es una trinidad expansiva y fecunda.
      Un abazo y gracias.

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  2. Dios nos pide una cosa: que le queramos. Porque cuando le veamos cara a cara ya no podremos decidir querer quererlo. No podremos dejar de quererlo.

    Mientras se apagan unas luces en el mundo, se encienden otras poderosas que rasgan la noche para ser Luz de Buen Pastor.

    Todos tenemos algo de buenos pastores, sin ir más lejos los padres.

    Un fuerte abrazo

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    1. Pastores unos de otros... es una expresión que me gusta.
      Esa reciprocidad basada en el amor que nos funda a todos y en el que todos nos fundimos.
      Un abrazo y gracias.

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