domingo, 26 de mayo de 2019

LA LIBERTAD DE LA PASCUA. Domingo VI de Pascua


26/05/2019
La libertad de la Pascua.
Domingo VI de Pascua.
Hch 15, 1-2. 22-29
Sal 66, 2-3. 5-6. 8
Ap 21, 10-14. 21-23
Jn 14, 23-29
Continuamos con la contemplación de esa ciudad perfecta que todos estamos llamados a habitar. Construida, nos dice el texto, sobre el cimiento de la enseñanza de los apóstoles pero plenamente abierta al mundo gracias a las antiguas traiciones, a las antiguas tribus de Israel. Sin templo físico que pueda sustituir al verdadero Santuario que es el encuentro de cada ser humano con Dios; una ciudad de santuarios andantes que se unen unos a otros en la gloria de Dios bajo la única lámpara del Cordero. Dios-con-nosotros pone el cimiento y la comprensión humana, que en el pasado pudo ser elitista y piedra de obstáculo, es, en realidad, la apertura y la herramienta de comunicación universal para extender lo hallado en nuestro corazón: el reconocimiento del único encuentro capaz de iluminar la vida de cualquier hombre, aunque a los ojos del mundo carezca de sentido una verdad que se apoya en un profeta fracasado, humillado y ejecutado como un despojo.
Es la certeza de la Pascua la que da sentido a esta paradoja; la que permite reconocer que donde hubo cerrazón y exclusivismo debe haber ahora apertura a todos y acogida mutua sin reparar en más condiciones que aquello que el Espíritu va sembrando. Ya no queda hueco para las exigencias de quienes se empeñan en mantener el antiguo orden, ya no tienen sentido las exigencias anteriores. En la luz de ese Cordero ajusticiado por los hombres y resucitado por el Padre tan sólo se pide cultivar unas relaciones auténticas con Dios y entre los hombres, renunciando a los ídolos y a una comprensión pasajera y liviana del amor. En el único corazón que el ser humano posee habita el principio vital, generador y convocante que él llama Dios y que decidió hacerse humano en Jesús de Nazaret.
Este Jesús que inició su andadura histórica como cualquiera de nosotros y fue conociéndose como Dios-con-nosotros, contó a todos aquello que iba descubriendo, renovó el cimiento que había quedado olvidado bajo capas de tradiciones acumuladas sobre él, volvió a dar sentido a las palabras del salmista y anunció la plena llegada del Espíritu que iría explicándolo todo, interpretándolo, profundizándolo y actualizándolo. Mientras tanto él, siguiendo su propio proceso personal, se reunió con el Padre añadiendo su humanidad a la divinidad y juntos vendrán a habitar en cada ser humano que quiera acogerlos. Partir de regreso al Padre es unirse también con cada uno de sus hijos pues él habita en todos ellos. Y esa unidad es la paz de la que Jesús habla y ofrece a todos. Es la paz que surge de la libertad de quien se ha abierto del todo al principio de amor que lo originó. Es la paz que florece cuando la realidad se comprende en su más íntima esencia y conexión. Es la misma paz a la que todos estamos llamados y no tiene nada que ver con la paz que ofrece un mundo cerrado sobre sus intereses y que fue la que originó, precisamente, la condena de Jesús y de tantos otros. Esa misma libertad interior de Jesús es a la que todos estamos llamados y es la garantía de que la exterior será auténtica. La libertad exterior que Jesús también quiso y defendió para todos es la misma que estamos llamados a construir desde la interior, sin dejar a nadie fuera. La coherencia entre ambas es la garantía de la paz que Jesús ofrece, el reposo en la verdad, el cimiento que ha de sostener la nueva ciudad. 

La libertad de la Pascua

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