domingo, 21 de julio de 2019

ADORAR Y CONFIAR. Domingo XVI Ordinario


21/07/2019
Adorar y confiar.
Domingo XVI T.O.
Gn 18, 1-10a
Sal 14, 2-4ab. 5
Col  1, 24-28
Lc  10, 38-42
Tradicionalmente se ha visto en esta lectura de las dos hermanas la imagen de dos formas de vida diferentes en el seno de la Iglesia y una de las dos siempre salía favorecida, haciéndosela digna de aprobación por parte del mismo Señor. Sin embargo, pensemos que la lectura se refiera a dos momentos en el mismo proceso. Marta es quien recibe a Jesús en su casa y se afana en tratarle como el huésped se merece. María es quien se sienta a sus pies y queda allí embelesada. Marta es quien está en las cosas pero no se deja dominar por ellas, quien trabaja sin perder el sentido de su trabajo, sin dejarse dominar por él. Por eso tiene tiempo de mirar a su hermana y pedir que trabaje junto a ella, es decir, como ella. Esa única cosa necesaria a la que Jesús se refiere es, precisamente, la unión que él y cada persona están llamados a formar. Esa unidad profunda es la que Marta pose ya para ocuparse de las cosas de Dios sin desatender al mundo, sin dejarse atrapar por un permanente escuchar que pueda convertirse en un engolfamiento que le haga olvidar lo fundamental: que esa acogida está orientada a un fin. María teme por su hermana, no quiere que le pase a ella como a quienes lo han olvidado ya. Quiere ser ella quien, tras dejarle escuchar un rato, le enseñe cómo trabajar. Sin embargo, su temor es infundado, pues según Jesús, María ha escogido la mejor parte. Lo que ahora le corresponde es precisamente esa escucha atenta. Ya habrá tiempo de que sea luego como su hermana. Es Marta la que corre el peligro de olvidar lo importante si sigue preocupándose por ella y deja resquicio para que su corazón se llene de preocupaciones. A su debido tiempo, María será Marta tal como Marta fue también María. Es preciso escuchar para actuar libremente, sin dejar luego que nada ni nadie te aparte de lo íntimamente compartido. El peligro puede ser permanecer anclado en una escucha que tan solo sea inmovilidad o preocuparte por que otros no siguen tu mismo camino. Esta es, si no erramos mucho, la interpretación que el buen maestro Echkhart hacía de este pasaje.
Adorar y confiar. Son las dos actitudes básicas que se piden. Son también las que muestra Abraham en la primera lectura. También él se afanó en agasajar a sus huéspedes y permaneció bajo el árbol mientras ellos comían. Contra toda esperanza, él creyó y esperó y fue finalmente recompensado. ¿Iba a ser él premiado y Marta reprendida por hacer lo mismo? Confianza es también la que muestra Pablo que piensa poder añadir algo a la Pasión de Cristo ¿Qué podría faltarle? Su aceptación, su entrega personal y la asunción de las consecuencias que esto le pueda traer. Creyó en la visión universal que el resucitado le puso ante los ojos y se lanzó al mundo para mostrarles a todos, sin excepción, que la riqueza de la gloria es “Cristo en vosotros”. En-Manu-El. La presencia de Dios en el centro del pueblo se ha transformado en presencia en el corazón de cada ser humano que debe descubrir su necesidad de ser María para encontrar su forma concreta y personal de ser Marta. De “estar en casa”, en unión íntima con Dios sin que ningún afán ni apego te distraiga de la libertad de estar con él; sin que, escudándose en esa libertad, ceda a otros afanes o apegos que le lleven a abandonar el mundo para refugiarse en su propia versión de sí mismo y de Dios. ¿Quién puede hospedarse en tu tienda? Aquél que está en el mundo como si habitase el corazón mismo de Dios.

Jesús en casa de Marta y María. Gustave Doré (ca. 1870)

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