sábado, 23 de noviembre de 2019

EL REY BIENAVENTURADO. Domingo XXXIV Ordinario. Jesucristo, Rey del Universo


24/11/2019
El rey bienaventurado.
Domingo XXXIV T. O. Jesucristo, Rey del Universo
2 Sam 5, 1-3
Sal 121, 1-2. 4-5
Col 1, 12-20
Lc 23, 35-43
Por si no fuera bastante contundente la diferencia entre la presentación que hacen Mateo y Lucas de las bienaventuranzas, el buen médico insiste hoy en recordarnos que la felicidad que Jesús promete no se sustenta sólo en comportamientos virtuosos. Los versículos finales de ambas versiones nos aclaran que no existe contradicción entre los evangelistas, pero Lucas subraya el carácter de don gratuito de la promesa y recoge a todos aquellos que carecen hasta de la posibilidad de optar entre diferentes posiciones en la vida. La misericordia de Dios alcanza incluso a los malhechores, nos dice, con tal que reconozcan sus malas acciones. Algo hay en este Dimas que le hace capaz de percibir la presencia de Dios junto a él. Ese algo que está ausente en su compañero de tormento le lleva a asumir su propia historia como equivocada, aunque sea en el penúltimo momento. No hay mayor canto a la misericordia. Lo que ya se anunciaba en la parábola de los jornaleros se evidencia aquí sin duda alguna.
Lo que Dimas ve meridianamente claro es lo mismo que Pilato no supo ver. El mutismo de Jesús a la pregunta por la verdad era un silencio que clamaba a gritos: “¡Esto que ves ante ti es la verdad! El desecho del mundo que es utilizado por unos y otros y luego arrojado fuera es aquello frente a lo que Dios se arrodilla para alzarlo por encima de todo lo demás”. El juicio de Dios es su propia perspectiva patentizada. Es la revelación de cómo Dios ve el mundo que hemos construido, la verdad tal como él puede conocerla en nuestro interior por mucho que intentemos escamotearla. Esto ya lo habíamos dicho antes, en algún momento. El caso es que tan sólo aquellos que se han desprendido de sus propios intereses o aquellos que se han visto despojados de ellos son capaces de conocer esa verdad. Los bienaventurados, según Mateo o según Lucas, son aquellos que no tienen ya ningún otro apoyo que la verdad última de Dios y por eso pueden descubrir junto a ellos lo que ni Pilato ni el compañero de Dimas supieron ver. Los unos lo percibirán como motor de su opción personal de vida y los otros como aquél que permanece siempre a su lado, viviendo su mismo destino.
Jesús el Cristo es reconocido rey del universo por aquellos que ya no cuentan para el mundo; por quienes lo perciben como el verdadero sentido de sus vidas, tal como los antiguos israelitas reconocieron a David tras la muerte de Saúl y ungieron como rey de Israel a quien había sido ya ungido como rey de Judá y como elegido de Dios por Samuel. En ambos reinos, el pueblo refrendó la unción inicial de igual manera que Dimas reconoció a Jesús como a Dios mismo, compartiendo suplicio con él. La primitiva comunidad cristiana percibió esta misma realidad y la expresó de forma poética en sus cantos litúrgicos. Así se recoge en la carta a los colosenses. Tras una elaborada reflexión teológica que presenta a Jesús como Hijo del amor del Padre se viene a concluir que él es primogénito de entre los muertos. La primacía de Jesús le viene de esta capacidad suya de despojarse, de bienaventurizarse según Mateo, para permanecer siempre cercano a los últimos, para ser el primer bienaventurado según Lucas. Jesús pasó voluntariamente por la muerte, la absoluta negación de la humanidad, acompañando allí a todos los que mueren en vida, por su voluntad o por la de los demás. Por eso Jesús es el rey bienaventurado y en su corona no hay dorado alguno.

El rey bienaventurado

4 comentarios:

  1. Muy agradecida. Los criterios de Dios nos consuelan y nos dan esperanza a los pecadores.

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    1. Gracias a ti, hermana. Que no perdamos nunca la esperanza en el Amor.

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  2. Respuestas
    1. Gracias a ti. Que nada apague nuestra sed ni frene nuestro impulso de búsqueda.

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