martes, 24 de diciembre de 2019

NAVIDAD


25/12/19
Navidad
Is 52, 7-10
Sal 97, 1-6
Hb 1, 1-6
Jn 1, 1-18
Toda la tradición bíblica está orientada por la intuición fundamental de que es posible el encuentro entre Dios y el hombre. Celebramos hoy el nacimiento de aquél que habrá de llegar a reconocerse plenamente como encarnación de Dios. Si hemos de hacer caso al conjunto del relato evangélico este niño fue creciendo poco a poco, como todos los niños, experimentando y aprendiendo día a día, hasta que descubrió su esencia común con la Palabra eficaz que procedía del Padre. Celebramos la Navidad porque hubo Pascua; porque la vida de Jesús fue tan radicalmente significativa para sus amigos que buscaron ya en su nacimiento la promesa de lo que vieron cumplirse en su vida. En realidad, más allá de su dimensión simbólica, no queda mucho espacio para los fenómenos milagrosos que cantamos en estos días y con los que estamos tan familiarizados. El verdadero milagro se da en el encuentro a partir del cual la humanidad queda anclada en el ser de Dios y la divinidad se revela como una posibilidad abierta a toda la humanidad. Con la Natividad Dios y el hombre se han hecho uno.
“Tu Dios reina” nos dice Isaías. No es un Dios que se desentienda. Toma partido y desnuda su brazo ante los gentiles para mostrar su poderío ante todos. Y su fuerza es la de un niño que nace. Desde lo pequeño va surgiendo la única luz que puede alumbrar sin deslumbrarnos, sin estridencias, sin falsedad alguna. La suya es la luz de la autenticidad que no quema etapas ni se ahorra ningún paso. Es la luz que Jesús va encontrando en su interior y que va guiando su vida conforme él mismo crece y vive el acontecimiento; conforme se hace hombre se va descubriendo como Dios y en su plenitud humana será asumido por Dios. Desde ese momento, todo ser humano está presente en el corazón de Dios y a cada uno se le ofrece la misma anunciación: “Tú eres del mundo la luz”.
Aceptar la Palabra es hacerse uno con ella. Aceptarla es la puerta de entrada y hacerse uno con ella es la tarea encomendada para toda la vida. Jesús la consumó plenamente y Dios lo sentó a su derecha por encima de los ángeles, ese es el destino de toda la humanidad. Mientras nos vamos configurando con el niño que nace, limpio como una tela en blanco que acoge y da sentido al trazo del artista, vamos descubriendo que Dios realiza en nosotros su infinitud y que consentir su presencia en nuestro interior nos abre a un nuevo modo de relación con él y con los demás. Permitir el nacimiento del niño Dios en nosotros nos hace personas diferentes. Ser persona es adoptar un papel, un rol, es tomar opciones en la vida. Y la opción navideña por excelencia es transformarnos en pesebre en el que Dios nace para servir de alimento a los demás y es también acercarnos a los demás como a pesebres en los que Dios nos alimenta. Navidad es la ruptura de una relación exclusiva entre yo y mi dios para inaugurar una comunidad que nos incluya a Dios, a ti y a mí. Es celebración de ese encuentro personal entre todos y Dios del que nadie está excluido y donde todos somos necesarios. Nadie puede conocer a Dios si no lo encuentra en sí mismo y lo vislumbra en el hermano. Es imposible reconocerlo fuera de lo humano, so pena de confundirlo con algún ídolo. Que el Hijo nazca en ti, allí donde le tengas preparado acomodo y que desde allí pueda ser contigo luz para el mundo.  

Navidad 2019

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