sábado, 19 de marzo de 2022

PARA TODOS. Domingo III Cuaresma

 20/03/2022

Para todos.

Domingo III Cuaresma.

Ex 3, 1-8a. 13-15

Sal 102, 1-4. 6-8. 11

1Cor 10, 1-6. 10-12

Lc 13, 1-9

Si quieres ver las lecturas, pincha aquí.

Como ya sabemos, era habitual en la mentalidad judía del siglo I percibir los hechos cotidianos como premio o castigo de Dios. Por eso, no serían pocos quienes pensasen que la ejecución de aquellos galileos por parte de Pilatos se correspondía con algo que Dios quisiese castigar, porque el creador se valía de cualquiera para aplicar su justicia. También los fallecidos a causa del derrumbe de la torre de Siloé tendrían culpas que mereciesen ese final. Hoy en día ese planteamiento no tiene cabida en nuestra comprensión del mundo. Esos hechos pueden explicarse como una tropelía de Pilatos o como el resultado de la negligencia del constructor. En ambos casos la responsabilidad es solamente humana. Dios tiene poco peso en todo esto. Dios es, simplemente, el que es. Y en su ser no está el castigar todos nuestros desaguisados sino el dar de sí mismo todo cuanto es: Dios es.

Mala noticia para quienes viven todavía pendientes de premios y recompensas. Dios es; cuida, acompaña, inspira, sufre contigo… no vive al acecho pendiente de lo que hagas bien o mal. Dios confía en ti; cree en ti. Por eso le dice a la razón que se puede esperar todavía un año más. Penar que Dios quiere arrancar la higuera improductiva no es tener mentalidad judía, ni canonista… es tener una mentalidad propia del siglo I. En aquella sociedad organizada a partir de valores religiosos podía ser normal ver a Dios o a Zeus, o Júpiter o a cualquier otro,  como el dueño de la viña, pero a día de hoy habrá que pensar más bien que es la razón o el rendimiento económico el que juzga quién es digno de ser tenido en cuenta y quién no. Jesús es aquél que sigue hablando en nombre de Dios. Es Dios mismo hablando con lengua humana. Y dice hoy a esa razón utilitarista que todos pueden dar fruto y colaborar desde sí mismos, con su propia originalidad, según  su propio ser. Tal como Dios es, cada uno de nosotros estamos llamados a ser. Si todos fuéramos lo que en esencia somos sería mucho más sencilla la construcción del Reino. Si todos olvidáramos la imagen que queremos proyectar y simplemente fuéramos; si no viviéramos pendientes del beneficio; si no colaboráramos a extender irreflexivamente bulos y noticias; si respetáramos las diferencias de cada uno; si nos atreviéramos a salir de la fila; si supiéramos agradecer mucho mejor que recibir halagos; si nos parásemos a oler las flores y a sentir la brisa en el bochorno del verano; si escuchásemos más y no habláramos tanto; si no diseñáramos nuestro proyecto vital hasta el último detalle y viviésemos la vida que se nos regala; si aceptásemos a todos en vez de intentar moldearlos según nos convenga…

Si sólo fuéramos lo mejor que podemos ser podríamos comprender el mensaje del salmo. Porque intentando ser como Dios es descubrimos nuestra pequeñez y su grandeza y percibimos cómo cuida de todos y hace justicia defendiendo al oprimido. Pero cuidado, nos avisa Pablo. Incluso entonces podemos confiarnos y volver a pretender ser lo que no somos; lo que la razón utilitarista nos dice que deberíamos ser. Ya les pasó a muchos antes que a nosotros y su experiencia puede servirnos de aviso porque lo cierto es que es muy fácil despistarse, sobre todo ahora, en la última de las edades. Pero tampoco ahora se dedica Dios a fiscalizar nuestras acciones y corazones.  Él es y su ser es darse para todos.


Para todos


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