sábado, 5 de noviembre de 2022

RESUCITAR SÍ, PERO NO ASÍ. Domingo XXXII Ordinario

 06/11/2022

Resucitar sí, pero no así.

Domingo XXXII T.O.

2 Mac 7, 1-2. 9-14

Sal 16, 1. 5-6. 8. 15

2 Ts 2, 16 – 3, 5

Lc  20, 27-38

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La analogía es un método exegético. Nos acercamos a lo desconocido tendiendo puentes desde lo ya frecuentado para intentar comprenderlo de la mejor forma posible. El problema es que, a veces, construimos un más allá a imagen de nuestro más acá. Esto les pasaba a aquellos saduceos que no podían creer en la resurrección por el absurdo que suponía concebir un mundo nuevo en el que siguiesen vigentes las normas que en este parecen tener sentido. Lo cierto es que cuando se contempla desde el punto de vista de Dios aquello que aquí nos parece lógico, vemos como eso se transforma en absurdo o, como es el caso, en un abuso contra alguien. Que una mujer tuviese que casarse con su cuñado para darle hijos a su difunto esposo de forma que ni el apellido ni la herencia peligrasen era una medida que, tal vez, podría tener sentido en la perspectiva histórica de la ley mosaica. Pero centrándose en ella se hacía palidecer la verdad última. Aquellos saduceos, incapaces de reconocer quien salía perjudicada en el juego de posesiones, cayeron en el falaz razonamiento de llevar al absurdo la situación a fin de poder negar, a partir de él, una realidad para la que, en su lógica, no encontraban apoyo suficiente. ¿Cómo creer en una resurrección que supusiese la continuación del disparate ya conocido y, además, no enmendase el error? Yo tampoco creería en ella.

Jesús deja de lado el ejemplo, pues en esa otra vida no hay continuación de esta. Existe, sí, transfiguración pues todo continúa siendo lo que fue, pero lo es de un modo nuevo; sin desigualdades. Las relaciones, que son el centro de todo, no estarán basadas ya en la propiedad ni en la necesidad de vincularse para poder sobrevivir, como les ocurría a aquellas mujeres. Ni ellos tomarán ni ellas serán entregadas. Todas y todos serán verdaderos hijos de Dios sin dependencia de roles ni obligaciones. Todas y todos serán ya plenamente vivientes pues Dios es, desde siempre, Dios de vivos. Los vivos se atienen a aquello que les hace vivir; no confunden lo inmediato con lo esencial y saben prescindir de todo aquello que les aparta de la plenitud, aunque para alcanzarla deban renunciar a los bienes más preciados por los necios. Este fue el caso de los siete hermanos macabeos, capaces de desprenderse de todo lo que les apartase de la Vida (Así, con mayúscula). Aún con la limitación propia de esta realidad, la Vida puede ser ya conocida y estrenada. De hecho, si no lo es, será imposible trascender esa analogía que se nos vuelve trampa. Lo que comienza aquí se plenificará finalmente en ese otro escenario, pero comienza verdaderamente aquí. Y esto pese a sus limitaciones, sus aplazamientos y sus incoherencias.

Por eso, el salmista aspira a mantenerse firme en el camino del Señor esperando saciarse de su semblante. Por eso mismo, también, en la segunda lectura se pide que el Señor consuele nuestros corazones y nos dé fuerza para toda clase de palabras y obras buenas. Son esas que se hacen eco de la afirmación de Jesús: “Resucitar sí, pero no así”. La prueba del algodón: comprobar si en nuestra visión de esa realidad nueva se nos sigue quedando alguien en la cuneta. Para Dios, como Jesús nos aclaró, lo importante es cada persona (cada una y todas ellas) y no el mantenimiento de nuestras estructuras, por gloriosas que nos parezcan.


Resucitar sí, pero no así
Fotograma de "Los siete magníficos" de J. Sturges (1960)


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