29/12/2024
Día de la Familia.
Si 3, 2-6. 12-14
Sal 127,1-5
Col 3, 12-21
Lc 2, 41-52
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Jesús Ben Sirá nos trae hoy el convencimiento de que existe una relación directa entre el cuidado que procuramos a los miembros de nuestra familia y las bendiciones, incluso el perdón, que Dios derrama sobre nosotros. Para el salmista la familia es, junto al trabajo y la prosperidad, una parte importante de esa bendición. Y en su propio bienestar y felicidad, quien teme al Señor y sigue sus caminos, conocerá también los de Jerusalén. En el caso de Israel la plenitud personal va siempre ligada a la política, y viceversa. El hombre aislado no es nada, como nada es un país sin habitantes felices. Así, los caminos del Señor tienen mucho que ver con el cuidado de los demás y con la vida familiar. Sin embargo, es frecuente señalar que estas unidades familiares nucleares en las que prevalece la hegemonía del varón nos resultan hoy extrañas y que hay que comprenderlas y ubicarlas en su contexto, poco dado al reconocimiento del valor de las mujeres y los niños. Esto es cierto pero podemos, además, señalar que las imágenes de la parra fecunda y los brotes de olivo son representaciones del pueblo que, en esta comprensión, se emparenta con el mismo Dios en una relación original hasta ese momento.
El autor de la carta a los colosenses no termina de desprenderse de ese modelo familiar, pero plantea exigencias para todos sus miembros después de ofrecer un marco en el que todo el pueblo es interpelado, pues todos son santos y amados. A este pueblo se le pide que el amor sea el vínculo de la unidad, que la paz y la palabra de Cristo reinen en sus corazones, que sean agradecidos, que se enseñen y exhorten unos a otros y alaben a Dios. La familia no está exenta de esta petición, sino que es una de sus concreciones y puede, también aquí, entenderse como imagen de la unión entre Dios y su pueblo. Lucas, por su parte, nos presenta un relato con pocos visos de historicidad. Tres días pasa Jesús perdido, como Jonás en el vientre del pez, o él mismo en el sepulcro… tres días es el tiempo que se toma Dios para obrar en nuestro mundo. Sus padres no entendieron nada pero María lo fue guardando todo en su corazón dándole vueltas y viviendo su propio proceso de conversión. Jesús, después de esto, permaneció sujeto a sus padres, como un buen hijo, creciendo en sabiduría, que ya debía ser grande si en verdad tanto impresionó a los doctores, en estatura, como cualquier otro niño y en gracia ante Dios y ante todos, pues, como todos, también Jesús aprendió de ellos: de Dios y de los demás.
La vida es un proceso que se construye a partir del amor y en el amor, como ya se les dijo a los colosenses. Es el amor el que define las relaciones que se dan entre las personas. La familia ha sido tradicionalmente considerada un nido amoroso donde las personas pueden crecer y desarrollarse, como Jesús hizo en la suya, pero hay que entender que esto no siempre es así. Existen heridas que deben sanarse. Por otra parte, la familia es una realidad llamada a trascenderse. Si el amor es su origen, no puede ser un coto cerrado que se agote en sí mismo; existen muchos modelos y posibilidades para crear espacios que se cimenten sobre el amor y permitan a sus miembros crecer y convertirse, como Jesús y María. Por último, la familia es imagen del pueblo, del Estado, que se construye atendiendo a Dios. La unión con Dios solo puede vivirse en concreción política; en seguimiento del camino del Señor.
William Holman Hunt, El hallazgo del Salvador en el Templo (1854-1860)
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