sábado, 14 de junio de 2025

PARA SER UNO. Trinidad

15/06/2025 – Trinidad

Para ser Uno

Pr 8, 22-31

Sal 8, 4-9.

Rm 5, 1-5

Jn 16, 12-15

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El pueblo judío se resistía a pensar en Dios como un ser solitario. Con el paso del tiempo fue comprendiendo que tenía que ser uno y que la pluralidad de seres divinos en la que creían sus vecinos no tenía sentido. Pero la soledad y Dios no casan bien. Pese a que no nos es familiar, pervivió mucho tiempo la imagen de una corte celestial con la que Dios se reunía para tratar temas importantes. No eran seres divinos, pero allí estaban. El comienzo del libro de Job, por ejemplo, da cuenta de estos concilios. Solo un poco por debajo de esos seres nos encontramos, como dice el salmo, los humanos. El libro de los Proverbios nos presenta hoy un personaje peculiar que es conocido como Sabiduría. Se la concibe como una niña juguetona que aprendió del mismo Dios los secretos de la creación y fue aprendiza suya; otras traducciones la presentan como arquitecto o artesano, así, en masculino. Lo indudable es que esta sabiduría no se corresponde con el simple conocimiento que se adquiere a base de codos o experiencia. Lo decisivo en ella es la experiencia: la relación con el entorno y con los seres humanos, quienes eran sus compañeros de juegos. La sabiduría bíblica es el conocimiento del mundo a través de los ojos de Dios; es la osadía de imaginar y ensayar formas posibles de un orden que está en permanente construcción. Tal como los niños y los cachorros practican y aprenden con sus juegos y aventuras el sabio no deja de idear y tantear formas posibles de vivir el amor de Dios.

Con el tiempo, la tradición cristiana vio en esa niña una prefiguración del Hijo que desde siempre estuvo al lado del Padre y por medio de él, como Palabra, que era, todo fue creado. Jesús habla del Padre como alguien con quien lo comparte todo y en alguna otra ocasión se identifica con él. Junto a ellos, el Espíritu aparece hoy como enviado para el bien de toda la humanidad. Y ya tenemos a estos tres. Tres caras, tres polos, un único ser al que llamamos Dios pero que, siendo amor, no puede ser uno en el sentido que nosotros entendemos la unidad. Dios se nos ha manifestado en estas tres formas personales manteniendo siempre su unidad. Nos gusta analizar y catalogar. Por eso separamos y atribuimos acciones propias a cada una de estas tres personas. Persona es quien es capaz de relacionarse libre y conscientemente con los demás. Así, el Padre crea, el Hijo sana y el Espíritu anima. Pero es el único Dios trino el que es amor y esa forma de ser no puede darse más que en permanente apertura a todo lo demás. Dios crea por amor y para amar porque el amor no se sacia a sí mismo y necesita una referencia externa. En este caso, además, exige una diferenciación interna que termina manifestándose en un único baile de tres al que todos estamos invitados.

Los pasos de ese baile tienen que ver con la unidad en la diferenciación. En esta danza el compás es aquel que construye esa unidad, pues por linda que pueda parecer no será real una adhesión a esta Trinidad, en la que habita ya la humanidad, que se conciba como el ingreso en un club excluyente. La relación que en ella se da es el amor que se nos entrega en forma de Espíritu para soportarnos en la tribulación, como dice Pablo, para conectarnos con la Sabiduría, según puede entenderse en las palabras de Juan y para edificar una red plural en la que todos seamos uno.

 

Para ser Uno

 

 


 

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