sábado, 8 de agosto de 2020

CONFIANZA. Domingo XIX Ordinario

09/08/2020

Confianza

Domingo XIX T.O.                                

1 R 19, 9a. 11-13a

Sal 84, 9ab. 10-14

Rm 9, 1-5

Mt 14, 22-33

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Elías y Pablo compartían fogosidad. Ambos eran espíritus apasionados y también intransigentes. Elías había llegado al Horeb huyendo de la reina Jezabel por haber matado nada menos que a 450 profetas de Baal. Es conocido el pasado de Pablo como perseguidor de cristianos pero terminó por convertirse y reconocer la presencia de Dios en el Cristo al que no había conocido, pero al que aosaba  en sus seguidores. Llegando al clímax en su persecución tuvo que detenerse en una tierra extraña y recogerse en su interior del mismo modo que Elías se vio obligado a refugiarse en una gruta tras su apoteósica victoria y a la entrada de la cueva conoció a Dios en una brisa suave como Pablo lo conoció en la calma de Ananías. Al salir de la cueva Elías conoció a Dios aunque hubo de velar su rostro como ya lo hiciera Moisés mientras que Pablo al salir de su propio interior fue liberado de las escamas que cegaban sus ojos y conoció a Cristo, el mesías, nacido en la carne como descendiente de un pueblo al que Dios había bendecido desde siempre y que, sin embargo, no le reconoció pues tenía aún el rostro velado.

También los amigos de Jesús tenían sus propias veladuras y necesitaron verle andando sobre las aguas para reconocerlo como Hijo de Dios. Se dieron cuenta de que Dios estaba presente en su vida de un modo distinto y original como no habían visto nunca antes. ¿Dónde encontraban esa diferencia? En el conjunto de su vida y actividad. Jesús, en primer lugar, se preocupaba por la gente que le seguía que resultaba ser gente necesitada de cualquier cosa, material o espiritual, y normalmente, gente que era despreciada por las reglas sociales y religiosas del momento. En segundo lugar, era una persona abierta a la trascendencia, a la presencia de Dios. También Jesús se recogía en su propia gruta interior y allí en la misma calma que sintieron Elías y Pablo encontraba la presencia que él reconocía como Dios mismo. Pero, a diferencia de los antiguos profetas, él se convirtió en aquél que eliminó cualquier velo y disolvió cualquier escama. Por eso es también quien les ponía en camino hacia la otra orilla, animándoles a atravesar las aguas y haciéndoles navegar de noche superando cualquier miedo.

También nosotros, como ellos, tenemos aún nuestras veladuras. En esta singladura Jesús sigue viniendo en cualquier circunstancia, siempre en la superficie, por encima de los dolores de cada día, promoviendo una confiada forma de estar en el mundo, de vivir la historia, de respirar la brisa suave. Confianza es la palabra clave. Pase lo que pase Dios está siempre con nosotros y Jesús nos acompaña como enganche real. A veces se nos va la seguridad y caemos en la desesperación, como le pasó a Pedro y como le pasó a Pablo que estaba dispuesto incluso a apartarse de Cristo si eso fuese a aprovechar a sus compatriotas para hacerse capaces de ser verdaderamente fieles al proyecto que Dios les había confiado; es el mismo que nos confía a nosotros: ser profundamente nosotros y encontrarnos con los otros desde la presencia, la alianza, la ley, el culto y las promesas transformados por la palabra y la vida de Jesús. Permanecer afianzados en la confianza de que él nos tiende siempre la mano y en ella compartimos vida con todos, incluso con los que ya no están. 

 

Confianza
Confianza.
 

 Para Jorge, Bea y familia.

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