sábado, 15 de agosto de 2020

ACOGER. Domingo XX Ordinario

16/08/2019

Acoger

Domingo XX T. O.

Is 56, 1. 6-7

Sal 66, 2-3. 5-6. 8

Rm 11, 13-15. 29-32

Mt 15, 21-28

 Si quieres ver las lecturas pincha aquí

También Jesús tuvo que aprender sus lecciones. Esta fue una de ellas, que no sólo en Israel existía fe y que él había sido enviado para borrar cualquier frontera ente los hombres. Con su giro hacia la universalidad Jesús clausura cualquier particularismo. La gracia está a disposición de todos y no hay nadie que no sea bienvenido. Isaías sólo pedía que se guardase el derecho y se practicase la justicia. Con ese salvoconducto se franqueaba la entrada del Templo, casa de oración para todos. A Jesús tan sólo le importó la fe de la cananea y eso le valió la curación de su hija. Pablo exhorta a los recién llegados esperando que su actitud despierte los celos de sus hermanos, antiguos poseedores de la promesa, para que recordando el amor primero regresen. Imagina, nos dice, si de su rechazo terminó consiguiéndose la reconciliación ¿Qué no se conseguirá con su regreso?

Y nosotros preguntamos ¿Qué no se conseguirá con la unidad de todos en un mundo sin aduanas ni peajes? Sin personalismos, sin clases, sin fronteras, sin religiones. Una unidad en la que todos sean acogidos y escuchados, donde a nadie se le impongan servidumbres,  impuestos, costumbres, credos ni prácticas. Una unidad que no sea uniformidad, sino en la que el amor se verifique con el derecho y la justicia.

Muchas veces nos preguntamos cómo es posible que el mundo viva de espaldas a lo que nosotros descubrimos como esencial, cómo puede ser que no vean esto que para mí es irrenunciable. Abrimos la puerta queriendo que todos conozcan nuestra verdad, queremos, fieles a nuestra vocación, acoger a todos pero exigimos el cobro de entrada olvidando que la vida que se nos ha confiado es gratuita para todos. Y desde todos, porque nosotros no tenemos la totalidad en exclusiva. Así es como resultan ser muy pocos los que finalmente terminan queriendo entrar. Acoger es escuchar e invitar a construir en común. Lo que nos falla muchas veces es que no escuchamos, que damos ya los planos hechos para que todos construyan del mismo modo, como siempre ha sido. Así les pasó a los antiguos judíos, que no reconocieron la novedad que Jesús traía. Así puede pasarnos a nosotros también si no vivimos el Templo como expresión de la justicia realizada y lo anteponemos a ella con un derecho adulterado. Acoger es reconocer carencias y necesidades, como la de la mujer cananea, a la que su amor por su hija le hizo trascender cualquier pudor y ponerse en camino. Incomodó así a los discípulos pero movió a Jesús a salir de su postura inicial. Para acoger hay que salir, hay que ponerse al alcance de quienes piden ser acogidos. Fuimos en un tiempo rebeldes, pero la llamada del Señor es penetrante y al hacerle caso los elegidos primero se sublevaron pensando que perdían privilegios. Acoger es morir a esos privilegios auto-concedidos y reconocer que unos a otros nos espoleamos permanentemente, nos cuestionamos y reconocemos que ni nuestra verdad ni la suya es la Verdad definitiva. Acoger es hacer hueco a quien se nos hace prójimo y dejarle que vaya siendo él mismo, reconociendo su aportación y valorando su gesto de acercamiento como una oportunidad de crecer juntos. 

 

Acoger
 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario