sábado, 7 de noviembre de 2020

DESPERTAR Y ALUMBRAR. Domingo XXXII Ordinario.

08/11/2020

Despertar y alumbrar.

Domingo XXXII T.O.

Sb 6, 12-16

Sal 62, 2-8

1 Tes 4, 13-17

Mt 25, 1-13

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El salmista madruga urgido por el hambre y la sed de Dios y el autor de la primera lectura lo hace para buscar la Sabiduría; y la encuentra esperándole en la puerta de casa. Las diez jóvenes se duermen esperando al novio pero despiertan al oír el anuncio de su llegada. Tanto los madrugadores como las doncellas que se despabilan al primer aviso renuncian a la noche, a la tiniebla que despoja el mundo y las vidas de sentido. Pero entre estas mozas hay cinco prudentes que cogieron sus alcuzas para no quedar desabastecidas de aceite y cinco necias que no tuvieron esa precaución. La perfección de la prudencia es meditar en la Sabiduría nos dice la lectura. Es la Sabiduría como el aceite que sirve de combustible y permite a las lámparas alumbrar. Las cinco chicas necias pretenden que la búsqueda de las otras les sirva a ellas, pero es imposible pues no existe otro lugar para buscarla que en la puerta y no hay que salir; hay que entrar. La luz es necesaria para penetrar en tu mayor secreto: tú mismo. De la mano del novio nos descubrimos a la luz de su presencia y nos reconstruimos según ella para volcarnos después hacia los demás.

Es su continuada y confiada historia de espera y desvelos lo que le sirve al salmista para alabar a Dios y para celebrar el encuentro con la Sabiduría que distraídamente se hace la encontradiza; que tanto más se oculta cuanto más se desvela. Puedes sentir el amor brotando en ti, pero siempre resulta ser más grande que aquello que imaginabas; nunca puedes abarcarlo en su plenitud. Alcanza incluso la realidad que ya pensábamos perdida para siempre. Ni siquiera los muertos le son ajenos. No hay amor que caiga en el olvido ni injusticia que vaya a quedar sin reparar. Esta es la esperanza que Pablo anuncia a los tesalonicenses. A su angustia por la muerte de sus hermanos opone él la garantía de que nada se extravía. Todo amor verdadero del pasado es ya un signo de resurrección que se verá colmado en el resurgir definitivo cuando y donde toda injusticia será terminantemente restañada. No importa mucho la imagen que Pablo usa; es superable como todas las imágenes. Lo decisivo es la luz que aporta con ella.

Aquellas cinco muchachas necias no pueden recibir la Sabiduría de las prudentes porque esa búsqueda es siempre personal e histórica. La luz está en las obras, en nuestro actuar según la Sabiduría a imagen del Amor Definitivo: sin olvidar a nadie ni permitir la impunidad de maldad alguna. Obrar según Jesús es liberador para los demás y para ti mismo. Y ambas luminosidades se alimentan mutuamente en un único aceite. Pero esa no es una vida improvisada, requiere madrugar y desvelarse, tantear y fallar, arriesgar y confiar… ni es tampoco un destino final para el que debemos prepararnos sin conocer el día ni la hora… Un par de milenios después de aquellas primeras dudas, nuestra fe nos dice que Dios no llega, sino que está ya en nosotros; que desde siempre habita en nuestra profundidad. Nos hace falta esquivar la noche y despertar a esta realidad que somos para afrontar la vida desde esta nueva consciencia. Proveer el aceite necesario es situarse en el mismo mirar del Padre; dejarse guiar por el Espíritu es prender la mecha y actuar como el Hijo es ser luz tal como él mismo lo fue humanamente en su día. 

 

Despertar y alumbrar.

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