sábado, 20 de marzo de 2021

ACOGER E INTEGRAR. Domingo V Cuaresma

21/03/2021

Acoger e integrar.

Domingo V Cuaresma.

Jer 31, 31-34

Sal 50, 3-4. 12-15

Hb 5, 7-9

Jn 12, 20-33

Si quieres ver las lecturas pincha aquí. 

Llegan algunos griegos para conocer a Jesús y todo parece difuminarse porque los apóstoles se lo dicen al maestro, pero él no les da una respuesta concreta para ellos, da la impresión de estar inmerso en sus cosas. Sin embargo, Jesús les responde respondiendo a todos los demás. Les acoge y les integra. Estos viajeros vienen siguiendo el impulso de su corazón: quieren conocer a Jesús. El Espíritu ha depositado en ellos la ley del Señor. Esta ley es un criterio orientador, una norma que guía sin necesidad de que nadie esté siempre diciendo qué hacer. Es esa perspectiva que te permite reconocer al Señor en cualquier sitio. Así lo dice Jeremías. Tras unos cuantos años de trato con su pueblo Dios comprende que no hay ley exterior que sirva realmente el ser humano. Es su corazón el lugar donde va a inscribir la nueva ley, la norma, la orientación. Es la conciencia el lugar donde reside ese criterio guía: el amor. Y Dios es amor. Dios es la ley interna que te mueve. En tu conciencia, que también incluye el resultado de tus experiencias y tu propia voz, habita Dios y desde ella te habla.

Cuando los griegos buscan a Dios es el momento de la siembra. Los hombres buscan a Dios aunque le llamen de otra manera. Él no tiene copyright, no tiene apego a la marca ni le importa ser conocido con otros nombres. Él es el único nombre y todos a la vez (la espiritualidad musulmana conoce hasta 99 nombres y habla de uno más que permanece oculto). Quien busque libertad, justicia, misericordia, paciencia, paz, honradez, equidad, compasión, altruismo, sinceridad… está buscando a Dios aunque no lo sepa. Todos estos buscadores son terreno fértil en el que es posible plantar la semilla definitiva.

Jesús dice que la semilla debe morir para dar fruto; son cosas de su época. La biología de hoy nos dice que no es así; la semilla se desarrolla, pero no muere. Es justamente al contrario. Cada semilla da de sí todo el potencial que encierra, pero no muere: cambia de estado. Éste es el método habitual en la naturaleza: semillas, larvas, embriones… Todo evoluciona hasta alcanzar su mejor versión. Pero esta metamorfosis no se limita a lo físico sino que se mantiene activa durante toda la vida. El ser humano está llamado a dar de sí continuamente. En ocasiones con sufrimiento, como dice la carta a los Hebreos, rompiéndose para poder reconstruirse después de un modo mejor. Así se puede experimentar la alegría de la salvación, nos dice el salmista. Es una “pena sabrosa”. La salvación no es algo que se reciba pasivamente sino que se acoge como la semilla se deja abrazar por el sustrato y a los nutrientes que la ayudan a germinar hacia el exterior. Acoge e integra. La salvación no está delante sino que se encuentra aquí, en el sentido que encontramos a la vida al sentirnos perdonados y renovados por un espíritu firme. Al vivir esta nueva fundamentación es posible entregar la vida, ya sea en un momento o durante largos y bellos años. Apoyados en este amor, carnalmente enlazado a nuestro corazón, podremos abrir nuestra puerta a todos los griegos (o de donde sean) y compartir sus búsquedas; podremos reconocer que sus anhelos y los nuestros son los mismos; podremos compartir con ellos la voz de Dios que glorifica a Jesús y prepararnos juntos para el juicio que se cifra en la acogida al amor de Dios hecho carne, debilidad humana, sin reserva ninguna y, por lo tanto, universal.  

 

Acoger e integrar

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