sábado, 8 de mayo de 2021

SOBRE EL AMOR Y EL AMAR. Domingo VI Pascua.

09/05/2021

Sobre el amor y el amar.

Domingo VI de Pascua.

Hch 10, 25-26. 34-35. 44-48

Sal 97, 1-4

1 Jn 4, 7-10

Jn 15, 9-17

Si quieres ver las lecturas pincha aquí.

El amor es don universal. Pedro es testigo de esto en casa de Cornelio. Sobre toda aquella gente, temerosa de Dios, él ve descender el Espíritu. Temerosos de Dios, según el judaísmo del siglo i, eran aquellos no judíos de nacimiento que se identificaban con la fe hebrea: reconocían a Dios y habían renunciado a los ídolos pero no habían completa aún su conversión y aunque es posible que no la completasen nunca y no observasen la Ley en su plenitud eran aceptados en la sinagoga. Ni  que decir tiene que los sectores más ortodoxos les consideraban judíos de segunda o tercera línea. Pues bien, estos creyentes “especiales” tuvieron su propio Pentecostés y Pedro comprendió que no podía negársele el bautismo a quien había recibido ya la confirmación (dicho en términos sacramentales del siglo xxi).

El Espíritu es el amor que constantemente circula entre el Padre y el Hijo. Dios es amor; ama sin cesar. Sería más correcto decir que Dios es amar. Y todo su ser consiste en eso, en amar. Nos amó y se nos dio a sí mismo en la persona del Hijo. Sin que nosotros tuviéramos mérito alguno. Tal como aquellos temerosos de Dios tampoco nosotros somos aún, según criterios religiosos, perfectos. Dios no ha esperado a que lo seamos para amarnos, para acercársenos. Nuestra perfección está en mantenernos en permanente construcción. Si aún seguimos pensando que todo depende de nuestros méritos es que no hemos entendido todavía en qué consiste el amor. El amor consiste en aceptar a cada uno como es y tener la osadía de pensar que podemos ayudarle a ser feliz sin exigirle que deje de ser él mismo: potenciando sus capacidades y compartiendo con él aquello que Dios mismo nos descubre. Porque no nos construimos hacia dentro, sino hacia fuera. Cuarentenear el don no es crecer. Es cavar un hoyo donde esconderse.

Jesús permanece en el amor del Padre y nos transmite eso que va descubriendo: Que no existe más que un único mandamiento viable. ¿Qué nos iba a pedir Dios más que le imitáramos? Pero ya no hablamos de una mímesis con aspiración de mejoramiento personal. Se desvaneció la ilusión de conquistar el cielo a golpe de bondades. La ética no consiste en ser bueno ni en cumplir mandamientos. Es evidente que quien de verdad ame a sus próximos no intentará engañarles, ni robarles, ni mediatizarlos, ni corromperlos, ni mucho menos, intentará matarlos, claro. Pero tampoco pondrá su atención en que la norma se cumpla por encima de todo porque lo decisivo es el amor y el amor sabe descifrar lo que cada uno esconde y enseñarle el modo de levantarse y continuar. El amor también sabe proteger y pedir respeto para todos, se cuida de que nadie vea pisoteados sus derechos y de que nadie sea víctima de nadie. Es combativo e inconformista; sabe exigir justicia, porque ese es su otro nombre. El amor que Dios espera de nosotros y que Jesús nos prescribe es aquel que abre los brazos para construir una realidad alternativa donde nadie se quede atrás y que revela a todos la salvación. Es el amor que termina con cualquier servidumbre porque hace de todos amigos que saben pedir unidos al Padre y acoger el don que él les da. Es amor que quiere ser amar; que no encuentra sentido más que en actuar, en permanecer unido a Dios; en amar como Dios ama. Amar nos hace humanos, no perfectos. Asequibles, no puros. Compañeros, no acólitos.


Sobre el amor y el amar


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