sábado, 19 de junio de 2021

CONFIANZA Y COOPERACIÓN. Domingo XII Ordinario

 20/06/2021

Confianza y cooperación.

Domingo XII T.O.

Job 38, 1. 8-11.

Sal 106, 23-26. 28-31.

2 Cor 5, 14-17.

Mc 4, 35-40.

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El pueblo hebreo nunca tuvo simpatía por el mar. Les recordaba el caos primitivo sobre el que Dios construyó el mundo. Sólo Él podía dominarlo; así lo expresa el pasaje de Job que leemos hoy. De forma similar, el salmista deja claro que frente a los peligros del mar sólo Dios puede protegernos eficazmente. El hombre osado se adentra en sus aguas buscando el comercio y el beneficio pero el peligro no deja nunca de acechar. En momentos de zozobra la única salvación posible está en el recurso en la misericordia del Señor.  

Zozobra, y bien amenazante, es la que encontró la barca en la que viajaba Jesús con sus discípulos. Ellos acongojados por la fuerza de la tormenta y él dormido en la popa; allí donde suele ir el timón. Sus compañeros le despertaron para que colaborase en el manejo de la embarcación porque, digo yo, que en una situación así no sirve de mucho tener al de al lado durmiendo. Querían que echase una mano y, por descontado, nadie se esperaba que Jesús se pusiera a gritarle a los elementos, pero es lo que hizo. Y cuando todo cesó sus únicas palabras fueron para preguntar a los presentes por su poca fe o por la ausencia total de ella. Y entonces apareció el temor de los discípulos: “Pero ¿con quién andamos?” La fe por la que pregunta Jesús no es una virtud sobrenatural que nos lleva a esperar lo imposible; es la confianza con la que todos deberíamos afrontar cualquier travesía.

La gran travesía que es nuestra vida no está exenta de tormentas y agitaciones. En medio de esos bandazos Jesús nos recuerda la necesidad de confiar. De confiar en Dios, claro, pero también en los demás: en los compañeros de la barca. Todos estamos embarcados sobre la misma cubierta y estamos llamados a valorar a cada uno ya no según la carne, sino según la confianza que su cooperación con todos revele. Jesús fue capaz de morir por mantenerse fiel a esa fe. Ser seguidor de Jesús es sostener la misma confianza. Jesús creyó en el Padre y en cada uno de sus amigos. Pudo dormir junto al timón por la confianza que tenía en aquellos a quienes había pedido que le cruzaran a la otra orilla. Murió por todos porque su confianza en el Padre era superior a cualquier otra reserva y porque todos le parecían dignos de amor y confianza. Jesús tenía confianza en el ser humano; conocía su fondo porque era tal como era el suyo propio. Nos sabía capaces de conocer y amar como él mismo conocía y amaba; de acercarnos a la intimidad ajena sin violentar ni avasallar; de reconocer la huella de Dios en todos y en todo.

El mar es símbolo de muerte; de inmersión para luego emerger siendo nuevos. La vida nos bautiza a todos. Jesús se introdujo sin temor en la zozobra y encontró en ella razones para seguir confiando. Ese es el mundo nuevo; no un mundo ya perfecto y consolidado, sino una realidad esperanzada que no abandona la lucha. “Estar en Cristo”, como dice Pablo, es vivir ya esa nueva realidad. Allí (o aquí) nada existe ya que no sea digno de amor y confianza. De amor exigente que le desafíe a ir siempre un poco más allá y de confianza en que puede dar lo mejor de sí. Esa es la fe de Jesús: su confianza absoluta en el ser humano, creación de Dios llamada a no quedarse estancada, sino a una navegación de altura fruto de la cooperación y la confianza de todos. Así, en esa singladura no quedará sitio para ningún temor.


Confianza y cooperación


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