sábado, 7 de agosto de 2021

SOBRE LA CARNE. Domingo XIX Ordinario.

 08/08/2021

Sobre la carne.

Domingo XIX T. O.

1 R 19, 4-8

Sal 33, 2-9

Ef 4, 30 – 5, 2

Jn 6, 41-51

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Elías pudo experimentar la ayuda de Dios en momentos difíciles. Por fidelidad a Dios había degollado a los profetas de Baal, nada menos que 450, y la reina Jezabel había prometido hacer con él lo mismo. Así que huyó presa del miedo y cuando ya sólo le quedaban fuerzas para pedirle a Dios la muerte, éste le proporcionó alimento con el que cobrar fuerzas para llegar hasta el Horeb, el monte santo en el que pudo encontrarse con Dios. Israel recordaba este episodio con veneración y celebraba la ayuda de Dios a Elías como celebraba el auxilio divino al pueblo en forma de maná. Dios proveía a los suyos. Por eso, que Jesús dijese que él era el pan vivo bajado del cielo sonaba blasfemo a los oídos de los judíos pues del cielo bajaba la ayuda de Dios y Jesús menospreciaba el valor de aquel maná, que no había saciado el hambre, colocándose por delante de él.

Jesús es hijo de José. Es un hombre normal y corriente, dicen los judíos. Y Jesús comparte esa opinión, por eso dice que el pan que él dará será su carne. En su tiempo, carne era todo aquello frágil y perecedero. Era la corruptibilidad siempre propensa al pecado; la debilidad puesta al descubierto e incapaz de nada bueno por sí misma; la fragilidad expuesta a la vista de todos que necesitaba ser alimentada como lo fueron Elías y los peregrinos hebreos. Sin embargo, Jesús la ofrece como su gran contribución. Con ella ofrece su vida entera, la dimensión histórica de Dios que se hace carne como nosotros. Mientras algunos, todavía hoy, siguen considerándola algo accesorio y destinado a la corrupción Jesús la propone como alimento capaz de introducir al ser humano en la vida eterna (“Levántate y come”). Pero no se arroga ninguna autoridad ni iniciativa. Es el Padre quien trae a todos hasta él. Él procede del Padre y se pone a disposición de todos: del Padre en primer lugar, para acoger a cuantos él le envíe y puedan, como el salmista, gustar y ver y de todos los demás, a continuación, para ofrecérseles como pan.

La tradición de la Iglesia ha contemplado este pasaje como una referencia clara a la eucaristía. Puede verse en él no sólo un evidente correlato al aspecto sacramental sino también una alusión a la dimensión vivencial, histórica; a la existencia eucarística. El mundo cobrará nueva vida gracias a la intervención en él de la carne, de lo histórico de Jesús que se prolonga en las vidas de sus seguidores. El Espíritu habita en todos y nos anima a llevar una vida nueva, diferente, organizada según los valores que, como a los efesios, nos presenta hoy Pablo en su carta. La cita que propone la liturgia podría haber sido mucho más amplia, extendiéndose no pocos versículos por delante y por detrás. La vida  eucarística consiste en la entrega de uno mismo. Para Jesús terminó suponiendo la entrega voluntaria de la propia vida. Así continua siendo todavía hoy para muchos testigos en muchas partes del mundo. En nuestro contexto inmediato nos vendrá bien la concreción que Pablo presentó a los efesios, no sea que estemos esperando entregar la vida y ser pan para los demás y no seamos capaces de ver la forma de hacerlo. En lo cotidiano la carne, la debilidad que nosotros mismos somos, es el lugar elegido por Dios para encontrarse con cada uno a través nuestro.


Sobre la carne



 



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