sábado, 4 de diciembre de 2021

LA SALVACIÓN ES HISTÓRICA. Domingo II Adviento.

05/12/2021

La salvación es histórica

Domingo II Adviento

Ba 5, 1-9

Sal 125, 1-6

Flp 1, 4-6. 8-11

Lc 3, 1-6

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El cristianismo heredó de las antiguas tradiciones judías, entre otras muchas cosas, su reconocimiento de la historia como marco de la actuación de Dios en favor de los seres humanos. Ya desde un momento muy temprano este mundo es tenido como realidad fundamental por aquellos incipientes cristianos. Por eso algunos de sus escritos prestan ya gran atención a situar los acontecimientos de la vida de Jesús en su marco cronológico, al menos a grandes rasgos. Y no sólo proceden así al hablar de Jesús. Podemos verlo claramente en el evangelio que hoy escuchamos. A su modo, según el estilo de su tiempo, Lucas data el momento en el que todo comenzó. Por eso da inicio a la relación de los acontecimientos documentando la aparición de Juan Bautista, antecesor directo de Jesús en clara sintonía con la tradición profética precedente. Así, vemos que Juan, que se había ido al desierto, se deja alcanzar allí por la Palabra y abandonó su aislamiento para recorrer la región predicando fundamentalmente la vuelta al amor de Dios. A este retorno al hogar, lo llama conversión y asume la práctica bautista que pone de manifiesto la importancia de la dimensión simbólica, sacramental, de los gestos. Historia y símbolo; contexto y expresión son las dimensiones que ponen de manifiesto que la salvación de Dios tiene lugar en un momento histórico concreto. Es decir, aquí y ahora y no en un futuro difuso y, la mayor parte de las veces, escatológico; es decir: fuera de la historia.

La salvación es histórica. Lo sabía bien el profeta Baruc, que coincide con el salmista al cantar de alegría por el regreso de los desterrados. Jerusalén es imagen de nuestro propio corazón, abierto de par en par para todos los que llegan atravesando el desierto o el océano de la inhumanidad. Es cierto que, como dice Pablo, esperamos un día en el que se consume la plenitud pero también es verdad que hemos conocido ya un amor que crece más y más en nosotros en la misma medida en que vamos sedimentando esa conversión y nos cargamos con frutos de justicia. Preparar el camino es caminar. El camino que seguimos es el de Jesús y lo vamos nivelando para él. Allanamos cualquier obstáculo para que él pueda llegar a nuestro corazón lleno de gentes. Hasta nosotros van llegando los expatriados desde cualquier punto del mapa y en nosotros son alcanzados por ese Jesús que está viniendo. ¿Qué sentido tendría que viniera sólo para nosotros? ¿Cómo íbamos a poder compartirlo sólo con nuestros amigos, familiares y contertulios? Jesús es incontenible; tiene en sí el amor desbordante del Padre, el empuje del Espíritu que arrastra y la plena humanidad que el Hijo ha hecho suya. Si Jesús llega a tu vida en este adviento o en cualquier otro momento no podrás permanecer quieto ni cerrado a nada ni a nadie. Jesús es el camino por el que el Padre llega a nosotros y a través nuestro a todos los demás, en especial a quienes vienen buscando posada y refugio. Para ellos nivelamos el terreno rellenando los valles con lo sobrante de los escarpados riscos y enderezando las sendas tortuosas. Para ellos porque con ellos es como Jesús llega a nosotros y en nosotros es donde ese Jesús puede darse a todos. Ya viene, pero no para quedarse agazapado con nosotros sino para decirnos: “Abre la puerta que llego; nunca dejo de llegar en todos ellos y mi salvación para ellos eres tú, como ellos lo son para ti; aquí y ahora”. 

 

La salvación es histórica

 

 

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