sábado, 25 de diciembre de 2021

SAGRADA FAMILIA.

26/12/2021

Sagrada Familia.

Eclo 3, 2-6. 12-14

Sal 127, 1-5

Col 3, 12-21

Lc 2, 41-52

Si quieres ver las lecturas pincha aquí. 

Me he despertado hoy sin poder librarme de ese estribillo que dice: “Mirando al mar soñé que estabas junto a mí…” Nunca he sabido como sigue, ni nada más del resto de la letra así que la he buscado pero no me ha dicho mucho. Por eso la dejo ir sin más y me quedo con el fragmento que me ha salido al paso esta mañana. Y es que la inmensidad del mar siempre me ha estremecido y hecho pensar en la infinitud de Dios. Y, convencido como estoy de su presencia en mí,  se me hace evidente que esa misma esencia se encuentra también junto a mí en todos aquellos que somos familia, aunque no lo advirtamos o no lo pensemos así. La fiesta de hoy está tradicionalmente dedicada a la familia. La familia es una realidad humana y su manifestación es tan inmensa y tan variada como pueblos y familias hay y me parece estéril discutir sobre lo que es y lo que no es familia. Que ¿qué hace falta para ser familia? Quererse. Los que tenemos la suerte de pertenecer a una familia grande y bien avenida sabemos la suerte que eso es y todo lo que nos aportamos unos a otros. No hay discusión sobre ese punto. Por eso me gustaría, tal como permite siempre la inmensidad del mar, ir un poquito más allá y recalar en el sentido más amplio de familia; liberarla del enclaustramiento al que la sometemos muchas veces.

Las lecturas de hoy nos hablan del respeto a los padres, a los que han venido antes que nosotros y nos pasan ahora el testigo; nos dice también que las bendiciones que se derramarán sobre quienes sigan los caminos del Señor tomarán esa forma de convivencia feliz con los demás; nos muestra, además, una clave ética fundamental: amaos, someteos y respetaos unos a otros y perdonaos como Dios os ha perdonado ya y, finalmente, el evangelio pone la guinda presentándonos a Jesús como aquél que siempre está pendiente de las cosas de su Padre, que nos lleva un poco más allá, que nos empuja a trascender cualquier frontera para seguir ese camino del que habla el salmista. Sin embargo, una vez hayamos superado esas bordas es importante respetar a los padres, es decir, mantener la raíz sin avergonzarse de ella y es importante comportarse éticamente según hemos visto: acoger, respetar, amar…

Hacer del mundo una familia, ese es el objetivo. Nuestras familias actuales no tienen sentido si se quedan encerradas en sí mismas sin ser capaces de abrirse a los demás y crecer con ellos. Tendremos que reconocer que hemos hecho de nuestra idea de familia la única posible y que eso no ha cerrado la puerta para comprender otras muchas relaciones. Todo está transformándose a nuestro alrededor y ya no es solo que este empecinamiento no nos deje comprender la transformación, sino que impide que muchos otros encuentren su sitio junto a nosotros; un sitio que les está reservado directamente por el Padre. Preocuparse por sus cosas no es mantener la pureza de nuestra costumbre sino esforzarnos en ser creativos para integrar en ella a todos los que de lo contrario, tendrán que pasar de largo defraudados por nuestra cerrazón. El ambiente navideño nos proporciona la imagen de la familia formada por María, José y Jesús instalada en la periferia de una aldea donde sus familiares no fueron capaces de hacerles un hueco; un punto que siempre me ha sorprendido. No seamos nosotros como esos parientes y esforcémonos en encontrar acomodo para todos; en tratar como familia a todos y en aceptar que no sólo nuestro modelo y nuestra verdad son los únicos válidos. 

 

Sagrada Familia

 

Para mi familia y para la tuya

 

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