viernes, 24 de diciembre de 2021

NAVIDAD.

 25/12/2021

Navidad

Is 52, 7-10

Sal 97, 1-6

Heb 1, 1-6

Jn 1, 1-18

Si quieres ver las lecturas pincha aquí. 

Puedes hacer con tu mascarilla un portal o una cuna. En cualquiera de las dos opciones no cambia la verdad fundamental: “Me haré presente allí donde estés”. La cuestión es que queramos aceptarlo en nuestra mascarilla, en nuestras circunstancias, por malas que sean. Especialmente en las malas, porque en estas, muchas veces, nos perdemos en la queja, incapaces de ver nada más allá de lo malo, de la desgracia, que duele y que fastidia de verdad, pero que no le es ajena al buen Dios porque él está siempre aquí, con nosotros. Y no solo acompañando sino compartiendo todo eso malo y negativo. También allí nace Dios; no sólo en la balsámica paz de las felicitaciones y los videos de whatsapp. Se ha hecho hombre, no super-hombre. Se ha hecho un ser humano normal y corriente, de los más corrientes, de esos pobretones sin voz pero con voto a los que muy pocos hacen caso fuera del tiempo electoral. Sabe de dolores y de mascarillas y de mucho más porque es uno como nosotros; porque se hace carne, manos que comparten, brazos que acogen; pies que recorren el mundo y garganta que canta a coro la buena noticia: Dios te ama.

Jesús es la palabra definitiva porque se pronuncia desde la humanidad. Dios habla desde el hombre siendo hombre él mismo. Así, directamente, sin necesidad de traductores, se hace entender. La humanidad, en lo que tiene de más esencial y universal es palabra de Dios, Verbo hecho carne. Dios está ahí dentro, esperando que le dejemos salir para encontrarse con los demás y nuestras circunstancias no son obstáculo. Son, al contrario, las condiciones que posibilitan y matizan ese encuentro: cuna o portal. Cada uno podemos dibujar lo que más se nos ajuste o lo que más necesario veamos… o podemos pintar otras realidades: pared que proteja, bolsa que recoja, paracaídas que sustente, manta que arrope… Y no sólo pintar; podemos encarnar realmente ese cuidado del Padre por cada uno de sus hijos; podemos ser palabra creadora que haga surgir lo nuevo donde ya nadie veía nada más que una mascarilla: dolor y limitación. Todo se transforma por la intervención de esa palabra que suscita vida allí donde se siembra.

Toda la excepcionalidad que proclama Juan en el prólogo que hoy leemos se sustenta en esa línea que dice: “se hizo carne”. Nada más excepcional que la plenitud de lo ordinario. Ser carne, de varón o de mujer, es la condición a partir de la que Jesús construye todo su testimonio; es el lenguaje con el que el Verbo expresa su gramática más radical. Una palabra descarnada sería un grito vacío; un alarido. Hacerse carne es asumir todo lo humano y potenciarlo para dar a luz lo oculto, lo insospechado, lo que realmente puede transfigurar este mundo que tanto hemos estropeado. Navidad es la celebración del hacerse carne de Dios y la llamada a cada uno para dar a luz la plenitud de su propia carne. “Que Dios nazca en el interior de cada uno” es la famosa petición del Maestro Eckhart y es también la de Dios “Déjame nacer en ti; hacerme presente en ti porque desde ti puedo comunicarme con todos los demás”. Dios se hará presente allí donde estés, también y sobre todo en los peores momentos para que ni siquiera en esos trances te cierres a los demás y para que, incluso entonces, puedas ser palabra para todos. 

 

Navidad

 

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