sábado, 18 de diciembre de 2021

VA LLEGANDO LO NUEVO. Domingo IV Adviento

19/12/2021

Va llegando lo nuevo.

Domingo IV Adviento.

Miq 5, 1-4

Sal 79, 2ac. 3c. 15-16. 18-19

Heb 10, 5-10

Lc 1, 39-45

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

El pequeño Juan se alborotó en el seno de su madre. Es una imagen clásica en el Antiguo Testamento que la mujer estéril sea capaz de engendrar vida porque Dios transforme lo que hasta entonces había sido la tónica general. Dejemos de lado la cuestión acerca de la ignorancia de los antiguos sobre la naturaleza humana y los mecanismos de la generación y centrémonos en el significado que querían transmitirnos: Dios siempre suscita algo nuevo, el reto para nosotros está en percibirlo, en reconocerlo y aceptarlo, tal como hizo Isabel. María dio un paso más que su pariente y “se levantó” y salió para encontrarse con ella. También nosotros deberíamos levantarnos para salir al encuentro de los demás. Porque en todos los demás habita también Dios. Todos estamos preñados y gemimos por dar a luz en lo cotidiano, en lo más ordinario.  El Dios que nos habita se reconoce a sí mismo en todos los demás con quienes nos encontramos cada día. Darlo a luz es dejarlo salir de nosotros para que la unidad se produzca.

No es casual que el autor de la carta a los Hebreos insista tanto en colocar el cuerpo de Cristo por encima de la Ley. Lo fundamental es que él viene, según las antiguas profecías, las de Miqueas y tantos otros, para cumplir la voluntad de Dios. Y esa voluntad no pasa por la Ley, pasa por la unidad entre todo el género humano; por poner nuestra mundanidad al servicio del encuentro con todos los demás, porque en ese encuentro es donde Dios nace. Jesús el Cristo es aquel que pudo rezar conscientemente y hacer realidad en su vida las palabras del salmista. Buscando la unidad del pueblo se dirigió sinceramente a Dios y aceptó buscar la perfección de su humanidad; transformó todo lo que en ella podía haber de reserva o de particularidad para asemejarse en todo a Dios que se hace presente en la vida de todos, sin dejar atrás a  quienes otros tienen por residuales.

Nos vamos acercando a la Navidad. Lo cíclico de nuestros calendarios y de nuestros esquemas litúrgicos nos juega a veces malas pasadas. Una de ellas es vivir esperando lo ya sabido; demasiado pendientes del recuerdo. Con ello se cercena una dimensión importante de la profecía: su estar permanentemente abierta al futuro. Quien cumple la voluntad de Dios expone ante los hombres de su tiempo la voluntad divina y propone así un nuevo futuro que pasa por la denuncia de todo aquello que se opone a esa voluntad. Quien verdaderamente permite nacer al Dios que habita en él se muestra a sí mismo como un Dios humano que inaugura una nueva forma de vivir y relacionarse que supera cualquier injusticia y estrena un mundo nuevo. La tradición de la Iglesia ha subrayado el sentimiento de expectación con que se viven estos últimos días del Adviento. Y la expectación tiene junto a la excitación por la espera un componente de intriga que nos mantiene en vilo. ¿Qué sería de la humanidad si todos los niños naciesen iguales? ¿Qué sería de nosotros si cada Navidad fuese igual a la anterior? Dios es siempre nuevo y desbordante. Volver a casa no es retornar a lo mismo, sino descubrir lo nuevo y encontrar nuevas formas de celebrarlo y hacerlo vivo entre todos. 

 

Va llegando lo nuevo

 

 

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