sábado, 15 de enero de 2022

NO TIENEN VINO. Domingo II Ordinario.

16/01/2022

No tienen vino.

Domingo II T.O.

Is 62, 1-5

Sal 95, 1-3. 7-8a. 9-10a.c

1 Cor  12, 4-11

Juan 2, 1-11

Si quieres ver las lecturas, pincha aquí 

El evangelio de hoy nos trae toda esa teatralidad tan propia de las expresiones de Juan. Si hemos de suponer una buena relación entre madre e hijo, no me queda claro  el laconismo de María con su “no tienen vino”, ni el distanciamiento de Jesús al contestarle: “¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora”. Los exégetas lo explican acudiendo a las resonancias bíblicas de ese “mujer” y explicando que Jesús rehuía su glorificación que no tendría lugar hasta la cruz, su hora definitiva. Yo no quiero discutir a los expertos, pero la falta de naturalidad en este diálogo me pesa mucho. Que María estuviese al tanto de la falta de vino indica que estaba ocupándose de tareas propias del servicio. Discuten los entendidos si por amistad, por familiaridad con los novios o por estar trabajando para ellos. María era una aldeana que o bien estaba allí ganándose un jornal o estaba echando una mano solidaria en ese gran acontecimiento social. Si Jesús estaba allí como invitado parece lógico, o propio de las circunstancias, que no se preocupase mucho de las existencias. Él y sus amigos estaban de celebración. Sin embargo, María le da una lección a Jesús: “No tienen vino” es anuncio de la avalancha que se acerca: de la vergüenza y el sonrojo por no poder agasajar convenientemente a los invitados. Esta lección materna, posiblemente la última, viene a decir: “Estate atento y no bajes la guardia; lo importante no es tu hora sino el apuro de esta buena gente. No estás aquí esperando que te llegue el momento sino para que todos puedan sentir que Dios está con ellos”. Que, por su parte, los criados hagan caso a María indica que la conocían, posiblemente por ser una figura que se hiciera notar en la organización del evento. Y Jesús, finalmente, comprendió y actuó según su madre le había enseñado siempre e incluso fue más allá, pues ese vino era sin duda  muy superior al anterior. Todo estaba ya en marcha y nadie era todavía capaz de intuir, siquiera de lejos, hasta dónde iban a llegar las cosas.

Después vendrán las interpretaciones autorizadas que equiparan el vino nuevo con el Espíritu, superior a las exigencias legales de purificación y al ambiente general de una religiosidad demasiado preocupada por el cumplimiento. Esta conclusión, verdadera en su esencia, ni ensombrece la realidad de Jesús obedeciendo a su madre y dejándose enseñar por ella ni ignora el hecho de que la propia María tendría que dejarse transformar por el Espíritu y acoger la obra y palabras de su hijo que tanto la sorprenderían tiempo más tarde. Porque Jesús fue, en todo, mucho más allá que cualquier otro. Es ese mismo Espíritu el que nos reparte dones a todos. A todos. Porque todos estamos llamados a colaborar en la construcción de esa nueva realidad mucho más acorde a la realidad íntima de Dios que es la que él quisiera que se diese en este mundo. Y de todos nosotros, en cuanto voluntarios en esa nueva edificación podrá decirse lo que canta Isaías. Se nos podrá llamar “Predilecta” y “Desposada” porque ¿para qué sirve una ciudad santa si no es santo primero cada uno de sus habitantes? Y con santo no quiero decir intachable sino, en primer lugar, amado y acogido, puesto en sitio seguro por aquél que nos ama por encima de todo. Y, en segundo lugar, aquél que puede, como el salmista, repasar su vida y cantar las maravillas que Dios, le llame como le llame, ha hecho en ella.

 

No tienen vino

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario