sábado, 30 de abril de 2022

DECIR SÍ. Domingo III Pascua

 01/05/2022

Decir sí.

Domingo III Pascua.

Hch 5, 27b-32. 40b-41

Sal 29, 2. 4-6. 11. 12a. 13b

Ap 5, 11-14

Jn 21, 1-19

Si quieres ver las lecturas, pincha aquí.

Al leer estas líneas se hace inevitable recordar otros relatos de vocación. David fue sacado de detrás del rebaño; también el profeta Amós era un simple pastor al que Dios condujo por otros caminos; Pablo nos insiste en que de niños vivíamos como niños y ahora, de adultos lo, hacemos ya de otro modo bien distinto. También Pedro, de joven, iba donde quería pero, llegado a la madurez, otro le ceñirá y le conducirá donde él no hubiera querido ir. Por otro lado, la triple pregunta de Jesús no es una simple enmienda de las famosas negaciones de aquella noche de pasión. Cualquier cosa que se presente por triplicado nos trae noticia de totalidad, de perfección. Dios es tres veces santo; Jesús fue tentado tres veces, es decir, por completo y en todo lo posible; Pedro negó tres veces, o sea, absolutamente, sin marcha atrás… sin embargo, ahora confiesa otra tres no solo por satisfacer un talión demasiado humano sino para afirmar que ama absolutamente, sin fisura alguna. También esta es, nos dice Juan, la tercera aparición de Jesús a sus amigos. Es la definitiva.

Dios transforma la vida de quien se deja transformar. Pero no hay nada en esa vida que se deje atrás; Dios la acepta en su plenitud. Toda la historia y la experiencia de cada uno son acogidas sin reservas porque son las que le nos han hecho ser lo que somos. Todo lo malo y lo bueno forman una única realidad que nos va construyendo y en la que somos capaces de decir sí o no. Diciendo sí aceptamos cambiar el lado de la barca por el que echar la red, pero ya conocíamos de antes la técnica para echarla. Diciendo sí veremos cómo finalmente cambia nuestro luto en danzas. Dios solicita nuestra colaboración. Si aceptamos su invitación nuestra propia experiencia encontrará el modo de hacer las cosas de una forma nueva y productiva. Pero a veces Dios también actúa de forma inesperada y resucita aquello que nosotros habíamos matado; desechado. Insiste en llevarnos por caminos que nosotros no transitaríamos.

No nos queda entonces más que reconocer la centralidad del cordero degollado. Jesús, el cordero, se ha puesto en el lugar de todos los descartados. En él ya no hemos conocido sólo a un hombre capaz de satisfacer la deuda de la humanidad con Dios sino que hemos presenciado como Dios vive la misma suerte de los últimos y desde ellos nos muestra la vida verdadera. Como a los discípulos de Jesús también a nosotros nos cuesta reconocer a Dios cuando no está revestido de sus galas majestuosas. Habrá que mirar al otro lado de la barca y vestir a los degollados con esas galas para caer en la cuenta de que sin ellos Dios mismo se nos ocultará tras la inmensidad de un mar cada vez más estéril. Habrá que dejarse ceñir  y conducir por otros por esos caminos nuevos o abandonados. “Sígueme” dijo Jesús a Pedro y en él a todos nosotros, que no es la nuestra una familia de favoritismos y privilegios personales, y seguirle es caminar junto a otros, dejándose llevar por el Espíritu que Dios da a quienes le dicen sí. En el nuevo pueblo de la Pascua no seguimos ya los criterios de antes y confiamos en la palabra del Señor, pese a que otros nos manden callar porque no entiendan que prestemos más atención a los corderos degollados que a los grandes triunfadores.


Decir Sí.


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