sábado, 2 de abril de 2022

LA CARRERA. Domingo V Cuaresma

 03/04/2022

La carrera.

Domingo V Cuaresma.

Is 43, 16-21

Sal 125, 1-6

Flp 3, 8-14

Jn 8, 1-11

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Isaías presenta a Dios como artífice de lo nuevo. Sigue realizando grandes obras porque ni al pueblo ni al mundo los abandona a su suerte. Todo lo anterior ha devenido en  pasado y no tiene ya poder alguno. Sólo queda el presente en el que él continua abriendo caminos que domestican el desierto y colocando corrientes en el yermo para que el futuro vaya abriéndose conforme recorremos las nuevas sendas. Pablo corre hacia la meta; se sabe en proceso y reconoce su avance desde que inició el camino, pero no se acomoda en sus logros pues cuanto más descubre más consciente es de lo que aun no ha alcanzado. Ha vislumbrado el destino pero lo sabe todavía muy lejano. Abandona todo lo anterior dándolo por perdido reconociendo que su transitoriedad lo ha transformado en una pérdida.

Para Juan el pasado y el futuro se han encontrado ya en un presente en el que Dios se manifiesta siendo plenamente hombre. Una interpretación apresurada de la Ley antigua decía que la mujer debía morir. Los portavoces del legalismo tradicional quieren poner a Jesús en evidencia y pretenden hacerle jugar en su campo. Con el pretexto de conocer su opinión buscan que entre en la discusión y atraparle en su red. Pero Jesús no se deja enredar. La mujer ha sido llevada ante él como pretexto; es el cebo para que caiga en la trampa. Él, sin embargo, consigue hacer de ella lo único importante prestándole, en apariencia, poca atención. Desvía la mirada de los acusadores hacia sí mismos enfrentándolos con su propia verdad y poco a poco van abandonando la escena. La mujer queda sola con Jesús, Dios hecho hombre. Es el presente eterno en el que le es posible verse a sí misma con los ojos de Dios y sustentarse en él. Beber de sus aguas y caminar por él; habitarle y dejarse habitar.  Ya no hay acusadores que fiscalicen su actitud y ella misma es el juez que valora sus actos y los comprende a la luz de de la presencia de Dios en Jesús y, a través de él, en ella misma. Con esta luz ella ve lo que de bueno y malo hay en su vida, en su carrera. Juan no lo dice porque eso queda para la intimidad de la mujer.

Ni hay acusadores ni ella misma se culpa ya. Por eso Jesús puede despedirla en paz con la insistente recomendación de no volver a pecar; “no olvides cómo te has conocido hoy”. También ella, como Pablo, se ha hecho consciente de su situación y mira sólo al futuro prolongando este presente sin dejar que se resquebraje. Ambos se hacen eco de las palabras del salmista que reconoce y celebra la intervención de Dios y la pone en el candelero para que todos vean lo nuevo que va brotando. En cambio, los escribas y fariseos, pese a verse en la misma situación no han sido capaces de dar ese paso. Más que nada les pesa la vergüenza por su actuar. Y es que se juzgan todavía según su interpretación de la Ley, rechazan la mirada de Dios de la que Jesús les hace conscientes y se retiran del camino. Correr hacia la meta no es huir hacia delante, sino mantener siempre la tensión de la carrera; no abandonar ni el esfuerzo ni la excitación, mantener la vista fija en el objetivo y la confianza en poder llegar a ella. Es permanecer siempre en la presencia que nos hace conscientes de nuestro fondo íntimo de verdad y del cuidado personalizado y diligente que no sustituye ni suaviza nuestro ahínco pero se revela como impulso y como sendero.


La carrera


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