sábado, 2 de julio de 2022

DE ESE CIELO VERDADERO. Domingo XIV Ordinario

 03/07/202

De ese cielo verdadero

Domingo XIV T.O.

Is 66, 10-14c

Sal 65, 1-3a. 7-4a. 16-20

Gál 6, 14-18

Lc 10, 1-12. 17-20

Si quieres ver las lecturas, pincha aquí.

Jesús nos envía a todos para anunciar que el Reino ha llegado ya. Es el fin de cualquier necesidad y la inauguración de la abundancia para todos. Esta va a ser la nueva tónica. Somos testigos de todo cuanto hemos visto realizar a Jesús y nosotros mismos podemos hacer ya muchas cosas. Llevamos su marca en nuestro cuerpo y eso no significa sólo compartir destino con él sino que también somos capaces de ver el mundo como él lo ve: con los ojos de Dios. Nosotros mismos nos sorprendemos de nuestras propias obras porque nunca nos hubiéramos imaginado realizándolas pero lo decisivo no son esas obras ni los beneficios que con ellas conseguimos, sino que el mal retrocede y pierde eficacia.

Jesús nos da orientaciones prácticas. No podemos aspirar a marcar la diferencia si lo hacemos todo como los demás. Nosotros lo hacemos todo, o deberíamos hacerlo, como lo hizo el mismo Jesús. Por eso, vivimos con la gente sencilla, descubrimos sus necesidades y ayudamos en lo que podemos; aceptamos lo que nos ofrecen y descubrimos que tan sólo podemos ofrecerles esa nueva perspectiva; esa visión que les coloca a ellos en el centro del amor preferencial de Dios. No hay nada material que podamos ofrecerles sin caer en la trampa de la caridad que apenas transforma nada. Todo cuanto se lleva encima y no se comparte se convierte en lastre; en impedimenta. Deberíamos tener claro que, si no es desde este planteamiento, somos bastante inútiles. El mayor servicio que podemos prestarle al mudo es ser espolón. Podemos ser denuncia que no se pierde en palabras sino que se prodiga en gestos y atenciones para los que nadie más mira. Crucificar al mundo que se construyó para satisfacer las exigencias de unos pocos es elevarlo y ponerlo en evidencia; mostrar cuál es su verdad. Ese mismo mundo nos crucifica a nosotros porque pone al descubierto nuestra propia verdad; deja claro cuál es nuestro verdadero interés, y no le hace falta hacerlo cruentamente: es un seductor.

No estamos solos. Vivimos siempre en referencia a Jesús y en sintonía con los demás. Jesús nos manda de dos en dos. Este pasaje (vv. 1-12) fue el que Pili y yo elegimos como lectura el día de nuestra boda. Amados y enviados en común para amar tal como él nos ama. Es una referencia concreta; no se diluye en un contexto demasiado extenso e inmanejable. Las personas cercanas que nos rodean y comparten vida con nosotros son esos “alter christus” que pueden servirnos de espejo, que nos recuerdan esperanzas y utopías y son, también, instancia crítica para nosotros. Si todas nuestras comunidades, grupos y parroquias fuesen tan cercanas, sencillas y directas como una buena pareja… si todas las parejas fuesen tan abiertas, disponibles y fraternas como una buena comunidad, grupo o parroquia… Si todos estuviésemos más atentos a despertar en los demás la nueva criatura a imagen de Jesús, tal como se despertó también en nosotros, el Reino que ya llegó se haría mucho más visible, efectivo y presente para todos. Que nuestra alegría no se cifre en nuestros propios prodigios sino en permitir a Dios obrar a través nuestro. Así, él va trayendo la paz a la ciudad, al mundo, por el que antes llorábamos y va escribiendo nuestros nombres en el cielo verdadero en el que todos caben y del que Satanás cae fulminado, porque ya no le queda espacio alguno.


De ese cielo verdadero


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