sábado, 10 de septiembre de 2022

IMÁGENES DIVINAS. Domigo XXIV Ordinario

11/09/2022

Imágenes divinas.

Domingo XXIV  T.O.

Ex 32,7-11. 13-14

Sal 50, 3-4. 12-13. 17. 19

1Tm 1, 12-17

Lc 15, 1-32

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Existe, por un lado, Dios tal como es y existen, por otro lado, las múltiples imágenes que de él tenemos. Durante siglos se impuso en occidente esa antigua imagen que nos pinta un Dios severo e inflexible, centrado en la exigencia. Ya algunos de los autores que recopilaron el Génesis quisieron desmontarla y nos presentaron un Dios capaz de ceder ante los ruegos de Abraham. Desde aquellos tiempos remotos, percibieron y pusieron en valor esa faceta de Dios, alejada de la impasibilidad, para hablarnos de un ser divino que se dejaba influenciar por la bondad del corazón humano. El autor o autores del Éxodo, por su parte, insisten en el mismo mensaje: la severidad de Dios no es mayor que el amor que sus palabras y sus acciones pasadas mostraron. Se puede tratar con él; es posible, en el mejor de los sentidos, negociar con él y aun convencerle. Así, Abraham intercedió en su día por quien desconocía la más elemental hospitalidad y fraternidad humana y vemos hoy a Moisés hacerlo por el pueblo impaciente que da la espalda a Dios después que éste le ha alcanzado la liberación.

Lucas presenta el mismo argumento, pero desde el otro lado; desde el corazón amoroso de Dios que Jesús ha entrevisto claramente al acercarse a las tradiciones de su pueblo. Los autores veterotestamentarios subrayaban la necesidad del arrepentimiento y del compromiso en el propio cambio. Así nos lo resume claramente el salmista. Para que Dios mostrase su clemencia era necesario ese cambio de actitud. Del reconocimiento al perdón pasando por la humillación. La recapacitación está también presente en la célebre parábola conocida como la del hijo pródigo. Este hijo se plantea volver cuando su situación le permite percibir la magnitud de su error. La diferencia está en la actitud del padre que tiene aquí un papel proactivo. Igual que el pastor sale en busca de la centésima oveja, este padre, también pródigo, pero en amores,  otea contantemente el horizonte para poder salir corriendo hacia el hijo en cuanto lo vea venir, no sea que le pueda la vergüenza y dé marcha atrás.

            De este modo, igual que la vecina ilumina la casa y la barre para eliminar cuanta suciedad dificulte encontrar lo perdido, nos dice la carta a Timoteo que, por encima de cualquier otra cosa, sobreabundó la gracia del Señor que transformó al perseguidor en testigo. Porque la gracia y el perdón no están destinados a proporcionarnos una tranquilidad que nos aísle de todo lo demás. Muy al contrario, el más pecador será enviado como modelo para todos del mismo modo que Jesús hizo capaz a Pablo, se fió de él y le confió ese ministerio, ese servicio, para bien de todos. Del mismo modo, se nos invita también a nosotros a limpiar todo aquello que impida al ser humano, especialmente a los hijos mayores, acercarse cada vez más a la madurez religiosa. Esa madurez se mide, primero, por la capacidad de dialogar con Dios abandonando los miedos infantilizantes, segundo, por reconocer que la imagen que tenemos de él no es ni la única ni la mejor y, tercero, por responsabilizarse de todos los demás. Así pues, nuestro ministerio tendrá que ver con Iluminar y limpiar mutuamente nuestros corazones para encontrar la moneda, el talento, que fomente  nuestra capacidad de acogida y de construcción de nuevas realidades, espacios y formas de relacionarnos con Dios junto con otros muchos; sin dejar fuera a nadie ni exigir lo que nosotros mismos no daríamos. 


Imágenes divinas




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