sábado, 3 de septiembre de 2022

ONÉSIMO Y FILEMÓN. Domingo XXIII Ordinario

 04/09/2022

Onésimo y Filemón.

Domingo XXIII T.O.

Sab 9, 13-18

Sal 89, 3-6. 12-14. 17

Flm 9b-10. 12-17

Lc 14, 25-33

Si quieres ver las lecturas pincha aquí

Existe un modo de hacer las cosas que es propio del ser humano en cuanto ser que convive con otros en este fragmento de realidad que conocemos como mundo. Existe, además, otro modo, diverso, pero propio también de los seres humanos cuando se abren a una experiencia mucho más amplia de lo real. Ese modo más espacioso es, en realidad, un despliegue de esa misma naturaleza suya al dejar de contemplarse a sí misma para abrirse a todo y todos los demás. A esa dilatación, el Antiguo Testamento la llama Sabiduría y la considera un don de Dios que va unido al espíritu. Sin ese regalo, el hombre es incapaz de conocer nada más que no sea lo inmediato. Sólo la Sabiduría es portadora de salvación y es capaz de enderezar las sendas y proporcionar un sentido que permita superar las estrecheces cotidianas. Cualquier persona, incluso la más inteligente, podría, si dispusiera de ellos,  pasar los mil años de los que habla el salmista intentando adquirir un corazón sensato, pero todo su esfuerzo será en vano si no se abre a la intervención de Dios. Él nos sacia de misericordia por la mañana y, en esa amanecida, siembra en los surcos de nuestras manos la semilla de bondad que puede hacer prósperas nuestras obras.

Jesús comprendió que esa semilla, pese a estar ya colocada en una buena tierra, tan sólo crecería oxigenándola convenientemente. Será necesario dejarle espacio y desbrozar el terreno renunciando a tres magnitudes que, para corazones no acostumbrados a saborear esa espaciosidad que Dios regala,  parecerán indeclinables. Es preciso abandonar, en primer lugar, aquello que nos justifique la excusa de abrirnos al despliegue definitivo, aunque sea tan  bueno como la familia que, para aquellos oyentes de Jesús, era un ámbito fundamental del que, sin embargo, por consagrarse al servicio del Señor, ya Leví y los levitas se habían apartado. Es preciso, en segundo lugar, desposeerse de sí mismo; ser capaz de entregar la vida en el día a día aceptando la cruz que la fidelidad pueda, como a Jesús y los profetas anteriores, reportarle. Y es preciso, finalmente, prescindir de los bienes materiales cuando nos distancian de los demás; cuando son obstáculos que señalan diferencias y denuncia que evidencia injusticias.

Y esta renuncia a los parapetos, a la comodidad y a la acumulación nos pondrá en disposición de saborear el mundo nuevo que se abra ante nosotros. Gracias a ella podremos reflexionar con calma cómo edificar una torre para todos o cómo desistir de plantear batalla para buscar una solución buena para todas las partes. Del mismo modo que Filemón fue aleccionado para acoger a Onésimo, el esclavo huido, sin castigarle por haberle avergonzado y tal como Onésimo fue invitado a volver a casa de Filemón, ha llegado el momento en el que ya nada puede ser como era antes; en el que la precipitación propia de la impulsividad tiene que dejar paso a una planificación que no es excusa sino búsqueda de consenso; cuando ya no hay lugar para el acatamiento, sino que urge la sinodalidad en mutua referencia. Estamos llamados a vivir ese momento sapiencial en el que todos nos recobremos y nos pertenezcamos a todos en la misma medida en la que nos vivamos y dejemos mutuamente libres y sepamos aceptarnos en una amplitud sin dominio.


Onésimo y Filemón. Papiro 87 (Numeración de Gregory-Aland).
Fragmento de la carta a Filemón (13-15. 24-25)


No hay comentarios:

Publicar un comentario