sábado, 7 de enero de 2023

SANAR Y LIBERAR. Bautismo de Jesús.

08/01/2023

Sanar y liberar - Bautismo de Jesús.

Is 42, 1-4. 6-7

Sal 28, 1a. 2-3ac-4. 3b. 9b-10

Hch 10, 34-38

Mt 3, 13-17

Si quieres ver las lecturas, pincha aquí.

Con la fiesta de hoy concluimos los festejos navideños. Presentamos en sociedad al niño recién nacido, convertido ya en un adulto que ha tomado en su vida la determinación de seguir la moción interna que le lleva más allá de su pueblo, de su familia y de lo conocido para abrirse a todo lo que ha de venir. Mateo, nuestro evangelista de hoy, ha dado ya cuenta de quién era este niño desde el comienzo de su relato. Es el Hijo de David, Jesús, llamado el Cristo. Y es precisamente ahora cuando se va a producir la unción. Al ser bautizado por Juan, el Espíritu desciende sobre Jesús y pasa a ser propiamente el Cristo, el ungido. Juan resume toda la esencia de la Antigua Alianza. Ser bautizado por él es colocarse en línea con la tradición de los padres, alimentada en la soledad del desierto, meditada a la luz de los escritos y depurada por los profetas. Jesús toma toda esa tradición y la ilumina desde su propia experiencia personal, desde el carisma recibido.

Para esa antigua tradición, el ungido era el siervo del Señor, elegido por él para proclamar su justicia, esperado por todos, dedicado a sanar y liberar bajo el impulso del espíritu divino. Mateo da un paso más y afirma que Dios mismo le reconoce como su hijo amado. La tradición cristiana posterior entendió este título como exclusivo en cuanto reconocía la naturaleza divina de Jesús pero, sin embargo, admitió que todos somos también hijos de Dios en cuanto criaturas suyas y en cuanto, según afirmaba ya el testimonio bíblico anterior, cada uno reconocía a Dios como Señor y se disponía a seguir esa misma inspiración del espíritu acercándose a todos los seres humanos como hermanos y hermanas, tal como el mismo Jesús había afirmado. Pedro, según nos dice Lucas, lo resume en pocas palabras: Dios acepta a cualquiera que lo tema y acepte practicar la justicia, sea de la nación (o tradición) que sea. Tan solo importa que, como Jesús, pase haciendo el bien: sanando y liberando.

El bautismo de Jesús, su unción, es su reconocimiento por parte de Dios como hijo. No es que antes no lo fuera. De algún modo, Dios y el hombre se reencuentran en ese momento. La Palabra, la acción de Dios, recibe al Espíritu, a Dios mismo en acción, amando. Lo recibe, lo acoge, lo escucha y se deja mover por él. Es plenitud de la Trinidad. En el ser humano la acción de Dios, la Palabra, parece, a veces, dormida, incluso olvidada en alguna remota profundidad. Al acoger al Espíritu y dejarse mover por él, el ser humano se reencuentra con su profundidad dormida, con Dios que aspira a ser escuchado y puesto en diálogo con los demás. El bautismo, como ritual cristiano, quiere poner de relieve este reencuentro entre humanidad y divinidad. Es rito de entrada en la asamblea de los justos, de los santos, de quienes aceptan sanar y liberar en nombre del Señor, que se confirma en la vida posterior de cada uno en la medida en que realmente se sea sanador y liberador. Es esta asamblea de justos la que entona el canto del salmista y no se deja aprisionar por rituales que queden anclados en una salvación personal ajena a la realidad de los demás. Esta es la vocación universal por excelencia: llamados a encontrarnos con todos sin dejar que esclavitud ni opresión alguna puedan empañar la imagen divina que todo ser humano lleva impresa en el fondo del alma y que está llamado a poner en comunicación con todas las demás, si de veras cree que Dios ha de serlo todo en todos.


Sanar y liberar


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