sábado, 20 de abril de 2024

COMO UNA LUZ. Domingo IV Pascua

21/04/2024

Como una luz.

Domingo IV Pascua.

Hch 4, 8-12

Sal 117, 1. 8-9. 21-23. 26. 28-29

1 Jn 3, 1-2

Jn 10, 11-18

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Pedro insiste en el nombre de Jesús Nazareno. Como es sabido, el nombre indicaba a la totalidad de la persona. Es Jesús quien, a través de sus discípulos sigue obrando prodiios a través de sus discípulos. Él es el fundamento de todo; es la piedra que fue desechada, pero que se ha convertido en fundamental. Lo reconocen como único capaz de salvar; de aportar sentido a la vida del ser humano. El salmista atribuye al señor el mismo reconocimiento y la confianza de quien vive apoyado en él. Los cristianos identificaron a Jesús con esta piedra y usaron el salmo para sostener su argumentación e ilustrar la fe que les animaba. Parte importante de esa fe era su comprensión como hijos de Dios. Y nos da dos claves fundamentales. La primera de ellas es que esta realidad es desconocida para el mundo que se mueve en otras coordenadas. A las pequeñas piedras vidas que todos somos, nos ocurrirá lo mismo que a la fundamental. Seremos rechazados. La segunda clave es que somos hijos de Dios, pero aún no se ha revelado lo que seremos. Somos una realidad en evolución. No hemos llegado al final, sino que estamos siempre en proceso. Tenemos la tentación de pensarnos ya en el culmen de nuestro ser y, sin embargo, no hemos alcanzado aún nuestra plenitud.

Juan nos trae noticia de la parábola del Buen Pastor. Jesús vivió su vida en conflicto porque se enfrentó con la comprensión de Dios que tenían sus contemporáneos. Esta parábola, tantas veces dulcificada,  es ejemplo de ello. Jesús se presenta como el guía que conoce al pueblo y, a diferencia de otros, se preocupa verdaderamente por él. Está decidido a obtener su bien y sabe que, para eso, debe sacarlo del redil; de la angosta comprensión de Dios, de la religión y de la vida, que las autoridades de su tiempo imponían a la gente sencilla como pretexto para mantenerse ellos en la cumbre. Él conoce a los suyos y los suyos lo conocen a él tal como el Padre y él se conocen. Existe entre todos la misma relación; el mismo amor. Jesús se ofrece como puerta por la que abandonar dicha angostura para alcanzar la vida plena. Jesús es quien reúne a todos aquellos que han decidido abandonar el sistema que los mantiene acogotados. Esta es la vocación que ha recibido del Padre y la cumplirá hasta el extremo de dar la vida. Dar la vida es una acción. Quiero decir que no es una aceptación pasiva de los acontecimientos sino que Jesús se ha mostrado pro-existente: ha vivido para los demás y ha aceptado el desafío de colocarse al lado de las víctimas y de los explotados para sacarlos de esa situación desde ellos mismos; no como un gancho milagroso que anule su voluntad. Esa pro-existencia es la que no puede sucumbir ante la muerte. Jesús ha vivido su vida de forma desbordante, sin refrenar su empuje pensando en sí mismo, sino volcado siempre hacia los demás. Esa vida siempre pujante es la que no puede ser aniquilada por la muerte. Jesús tiene poder para recuperar su vida, porque su vida fue siempre ir más allá de sí mismo. No es que Dios le ame especialmente por eso, sino que Jesús ama como ama Dios y Dios le corresponde con ese mismo amor. Tal como ellos se aman, las ovejas aman al pastor. Tal como las ovejas se fiaban del pastor, Jesús se fió de Dios y se convirtió en luz para las mujeres y los hombres de su tiempo. También nosotros podremos ser luz para este tiempo nuestro si mantenemos la esperanza en la puerta que es Jesús y aceptamos su invitación a la pro-existencia. 

 

Como una luz

 

 


 

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