sábado, 22 de agosto de 2020

LOS PLANOS DEL REINO. Domingo XXI Ordinario

23/08/2020

Los planos del Reino.

Domingo XXI T.O.

Is 22, 19-23

Sal 137,1-3. 6. 8bc

Rm 11, 33-36

Mt 16, 13-20

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Jesús pregunta ¿Quién decís vosotros que soy yo? y de entre sus amigos, tan sólo Pedro le identifica como el Mesías y por haber escuchado al Padre de lo alto es premiado por Jesús con las llaves del reino de los cielos y puesto como base que sostenga a la Iglesia y la defienda frente al poder del infierno…

Jesús se dirige siempre a cada uno de nosotros; nos habla desde el interior. Está siempre aquí: sugiriendo, animando, alentando… No espera de nosotros que contestemos con complicadas formulaciones teológicas ni que rebusquemos en la memoria las viejas fórmulas del catecismo. Nuestra actitud ante la vida es nuestra respuesta. Afirmar nuestra fe en Jesús como el Cristo es hacer realidad sus enseñanzas, encarnar en nuestra vida la Palabra de Dios que él era, comportarse con todos como él mismo lo hizo. Es, en resumen, no tener nada que ver con Sobná, el alto funcionario que tan solo pensaba en pasar a la posteridad y por eso quería construirse un gran mausoleo. Él fue destituido en beneficio de Eliaquim, a quien fueron dadas las llaves de la casa de David. También Pedro recibió otras llaves, las del reino de los cielos. Tal como Eliaquim había merecido su nuevo puesto a los ojos de Dios, Pedro dio la espalda a su propia interpretación de Jesús. Para los demás era alguno de los grandes profetas vuelto a la vida. También entre nosotros hay muchas interpretaciones de la figura de Jesús, pero todas ellas parciales: profeta, maestro, sanador, líder político, revolucionario, Dios mismo de incógnito, víctima propiciatoria… Son intentos de acomodarle a nuestras propias ideas y perspectivas. Lo que Pedro potencia, sin embargo, es Jesús mismo, inclasificable, tal como él se presentaba, aunque posiblemente su plena comprensión del mesianismo que él mostraba no llegaría hasta la definitiva experiencia pascual. Mientras tanto, queda la confianza en la persona de Jesús. Las llaves del reino de los cielos son las claves que esta aceptación revela a Pedro y que él comparte con los demás, son los planos de la alternativa al orden existente. El mundo ya no será nunca igual; será el lugar donde el ser humano puede edificar una nueva realidad, plenamente salvífica, liberadora. Pedro no es tanto portero como director de obra. 

También Eliaquín, como el salmista, confió en Dios. Y Dios le puso en lugar de Sobná. Pero si avanzáramos aún un par de versículos en nuestro texto veríamos que también este clavo seguro terminó por torcerse bajo el peso de todo el ajuar acumulado por sus descendientes. Cuando la confianza deja sitio al acopio de lo superfluo la relación con Dios se vuelve cada vez más  mediatizada y se va fragilizando hasta terminar por romperse. Cualquiera puede errar el camino si no mantiene viva la inquietud por conocer verdaderamente al Señor, origen, guía y meta del universo que se nos va dando poco a poco. Cualquiera puede creerse ya en posesión de la verdad y pensar que todo está firme bajo sus pies. Frente a la instalación de Sobná y de los herederos de Eliaquín podemos colocar el continuo equilibrio de Pedro, tan sólo aclarado en la Pascua, entre lo que descubría en su amigo y lo que él había aprendido y pensaba que debía ser. Es también nuestra disyuntiva: o directores de obra o constructores de túmulos, guardianes de todo lo acumulado.

 

Los planos del Reino

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