sábado, 17 de octubre de 2020

TAMBIÉN EL EMPERADOR. Domingo XXIX Ordinario

18/10/2020

También el emperador

Domingo XXIX T.O.

Is 45, 1. 4-6

Sal 95, 1. 3-5. 7-10a. 10e

1 Tes 1, 1-5b

Mt 22, 15-21

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La página de Isaías que hoy leemos es una de las más antiguas, si no la primera, afirmación de fe monoteísta en Israel. Ya sabemos que la Biblia no se escribió en orden y con anterioridad al s. VI era corriente que Israel pensase en Yahweh como el más grande de los dioses, pero no que lo considerase el único. A partir de ahora, va a desarrollarse la fe en el Dios Uno. Y este Dios único elige a un pagano extranjero, nada menos que a Ciro, emperador de los persas, para presentarse ante el mundo. Ciro es el gran liberador, el mesías que libera al pueblo de su esclavitud; su acción le valdrá una recompensa medida con criterios humanos pero su victoria y su honor serán señal de Dios. Y es que a Dios lo que le importa por encima de todo es la vida del pueblo, de su pueblo porque los autores bíblicos no habían descubierto aún la dimensión universal de su elección. Por devolver la libertad al pueblo es por lo que Dios está agradecido a Ciro, el emperador pagano.

Siglos más tarde, otro emperador pagano es traído a colación por fariseos y herodianos; no muy amigos entre sí pero unidos ante el enemigo común: este maestro que alborota al pueblo y les deja siempre en mal lugar sin respetar el suelo sagrado en el que está. Porque es en el Templo donde le preguntan si es lícito pagar el impuesto al César, al imperio opresor. Jesús llama la atención sobre la moneda, pero no para despreciarla, ni para sentenciar salomónicamente que le den o le paguen a cada uno lo suyo. Una traducción ajustada al original muestra que Jesús pide que devuelvan a Dios y al César aquello que les pertenece. Y ¿Qué puede pertenecer a Dios de esa moneda? La efigie del emperador, de un ser humano a fin de cuentas, porque incluso él está hecho a imagen de Dios. Y a Dios le interesa la humanidad, nada más; lo otro, todo eso que, como muestra del triunfo más absoluto, resume la inscripción de la moneda es completamente indiferente para Dios. Hay que devolverle a Dios el ser que él creó a su imagen y semejanza, varón y mujer. Hay que trabajar por la liberación del pueblo universal como Ciro puso todos sus recursos a favor de la liberación del pueblo de Israel. La diferencia entre un emperador y otro, el criterio de Dios, es el trato dado a los seres humanos, a los hijos e hijas de Dios.

Para devolverle a Dios el hombre apresado en el interior del César hay que poner a este ídolo frente a la humanidad común que le une a los demás. Hay que hacerle caer en la cuenta del mal que está haciendo, sin paternalismos ni condescendencias y diciéndole a las claras: eres un hijo amado de Dios, pero te estás comportando como un cab***. Existen césares imperiales y césares personalizados. Todos tenemos que aceptar la buena nueva de Jesús y es imposible hacerlo sin una confrontación seria y real que se expresa y surge desde una fe activa, un amor esforzado y una esperanza tenaz. No existe proceso de paz si no sale a la luz el mal causado, ni existe conversión si no se reconoce y asume la propia responsabilidad. No se puede entonar un canto nuevo al Señor ni reconocerlo como rey universal si no se da un largo proceso personal e institucional. Devolver a cada uno lo suyo no es separar religión y política sino descubrir que en el centro de ambas se encuentra el ser humano. 

 

También el emperador

 

 

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