sábado, 16 de enero de 2021

NO ES SÓLO UN NOMBRE. Domingo II Ordinario.

17/01/2021

No es sólo un nombre.

Domingo II T. O.

1 Sm 3, 3b-10. 19

Sal 39, 2. 4ab. 7-10

1 Cor 6, 13c-15a. 17-20

Jn 1, 35-42

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

Es muy habitual encontrar en la Biblia relatos sobre vocaciones: llamadas de Dios a personajes concretos para que lleven a cabo una misión específica. Ese es el caso que nos presentan las lecturas de hoy. Samuel recibe la visita de un Dios desconocido, cosa extraña para quien vive desde niño al cuidado de un sacerdote. Pero Dios es siempre sorprendente; desmonta nuestras imágenes preconcebidas y echa por tierra cualquier seguridad. Tan solo queda el sabor de haber sido visitado por una presencia real pero inidentificable con lo que ya sabemos o hemos experimentado. Podemos, eso sí, recurrir a alguien más avezado y cualquier buen guía que sea verdaderamente merecedor de ese nombre nos dirá lo mismo que Elí: “Permanece a la escucha y ponte a su disposición”. Lo paradójico del caso es que ese Dios desconcertante encargará a Samuel anunciarle a Eli el cumplimiento de su sentencia en contra suya y de su familia. Esto no lo recoge la selección de versículos que hoy nos presenta la liturgia. Y es que Dios está decidido a inaugurar un nuevo modo de funcionar.

Jesús toma el lugar de Dios en el pasaje de Juan que hoy leemos. Invita a quien se acerca a ver dónde vive. No sólo dónde sino cómo. Jesús sólo puede ofrecer su modo de vida, bastante distinto del convencional. Sobre todo en ese momento inicial de su ministerio. Acuden a él algunos pocos curiosos, enviados por Juan que les pone, como Elí a Samuel, en la pista de su seguimiento. Y ellos quieren saber lo que este maestro desarrapado puede ofrecerles. La única manera de saberlo es vivir con él y como él; ver en directo quién es y lo que hace. Y debió impresionarles porque ellos mismos trajeron a otros. Y de Simón se dice que le cambió el nombre por el de Piedra. Simón significa “ha escuchado”. Como Samuel, Simón estuvo a la escucha y recibió una identidad nueva. Entre los judíos el nombre define a la persona, es la persona misma. A ambos, a Samuel y a Simón, les casan bien las palabras del salmista. Escuchan y se presentan dispuestos a todo, a cualquier transformación.

La vocación nos llega siempre por sorpresa para revelarnos a un Dios distinto que nos cambiará de arriba abajo, sin dejar que nada caiga en el olvido. Ni el alma ni el cuerpo, tan despreciado por ciertas espiritualidades. El ser humano es una unidad que no puede escindirse en varios compuestos. Todo lo que somos nos constituye, nos revela a Dios y nos ofrece a los demás. No hay nada en nosotros que sea prescindible. Pablo se lo recordó a los corintios con decisión y el recuerdo vale también para nosotros. El cambio que Dios quiere no es ajeno a nuestra realidad corporal sino que la incluye como una parte insustituible. Todo el ser humano tiene que verse beneficiado en este cambio. No hay sitio para resignaciones ni compensaciones futuras. Lo que el hombre y la mujer están llamados a ser es aquello que en su esencia íntima son ya verdaderamente pero permanece oculto, reprimido u oprimido por diversas intervenciones. La vocación esencial es la vocación a la libertad, a la expresión plena de nuestra realidad íntima sin constricción alguna como expresión del amor que Dios nos tiene por ser hijos suyos. Hijos amados y llamados a ser. Hijos que escuchan y aceptan que Dios les entregue un nombre nuevo y lo acogen como concreción de la solidez pétrea que les comunica la esencia divina que en su interior es despertada con esa llamada. 

 

No es sólo un nombre

 

 

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