sábado, 16 de octubre de 2021

A DERECHA E IZQUIERDA. Domingo XXIX Ordinario.

 17/10/2021

A derecha e izquierda.

Domingo XXIX T.O.

Is 53, 10-11

Sal 32, 4-5.18-20. 22

Heb 4, 14-16

Mc 10, 35-45

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Lo primero que nos salta hoy al alma, como un aldabonazo, es la frase “el Señor quiso…” Ya hemos dicho alguna vez que para los judíos piadosos del siglo I todo ocurría por voluntad de Dios. Según el Antiguo Testamento, muy anterior, incluso la oposición del faraón a Moisés fue voluntad de Dios para que así el triunfo final de su enviado resplandeciera meridianamente. Para nosotros, creyentes del siglo XXI, esta afirmación no puede significar lo mismo. Dios no quiso el sufrimiento de Jesús ni quiere ningún otro mal para nadie. En la Biblia todo padecimiento tiene finalidad terapéutica o pedagógica. Jesús se mantuvo fiel y sufrió por la oposición que encontró la imagen de Dios que presentó a sus contemporáneos. El mismo Isaías afirma que, tras sufrir, el justo verá su descendencia y prolongará sus años; verá la luz y se saciará de conocimiento. El sufrimiento no es lo definitivo.

El siervo acepta su papel vicario para justificar a muchos y esto es propio de una mentalidad sacrificial que pretende reparar el honor mancillado de Dios. Jesús matiza la cuestión y acepta entregar la vida, pero no en un único acto meritorio sino en el día a día. Es toda la vida la que Jesús propone vivir como un acto de servicio a los demás. Esta actitud no tiene nada que ver con quienes, en este mundo, aspiran a colocarse por encima de los otros. Son éstos quienes tiranizan a los seres humanos y ajustician a quien acepta ser siervo y se mantiene fiel a su misma naturaleza que descubre íntimamente conectada con Dios. Jesús, una vez más, lo pone todo al revés. Pero (otro pero) esta función le corresponde al Hijo el hombre y aquí los exegetas discuten por el significado de esta expresión porque aunque está puesta en labios de Jesús como auto-identificación y aunque la tradición judía veía en esta figura un personaje especialmente venido para desempeñar una misión concreta, la expresión, de por sí, no dice nada más que “un hombre”, un individuo concreto de la raza humana. Si Jesús no hubiera sido un ser humano normal y corriente no habría podido llevar a cabo esa misión especial. Y realizándola llega a ser un ser humano excepcional. Por eso los Zebedeos podrán beber su mismo cáliz y recibir su bautismo: comenzará a hacerlo el día que decididamente se pongan a vivir  como Jesús vivió y acepten las consecuencias de esa vida.

El autor de la carta a los Hebreos afirma que Jesús es sumo sacerdote precisamente porque ha sido probado en todo igual que nosotros y ha salido triunfante. Es decir, ha llegado a ser plena y perfectamente humano. Por eso, aunque todavía albergásemos el temor de que Dios pueda mandarnos cualquier dolor, podremos acercarnos a este sacerdote con la confianza de que, siendo como nosotros, hará valer ante Dios nuestra activa esperanza en su misericordia. El salmista tuvo que presentarla por su cuenta pero nosotros vamos bien avalados. Un Dios que alberga en sí mismo la humanidad conoce de primera mano la inutilidad del sufrimiento y si ya antes no dejaba a nadie atrás, ahora mucho menos.

Por lo demás ¿Qué decir? Ya sabemos cuál fue el trono de Jesús y quién estuvo a su derecha y a su izquierda. Y tampoco fue ese el final.


A derecha e izquierda


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