sábado, 15 de octubre de 2022

PARA NO RENDIRSE JAMÁS. Domingo XXIX Ordinario

 16/10/2022

Para no rendirse jamás

Domingo XXIX T.O.

Ex 17, 8-13

Sal 120, 1-8

2 Tm 3, 14 – 4,2

Lc 18, 1-8

Si quieres ver las lecturas pincha aquí

En muchos casos, no tiene sentido intentar encontrar lógica en las parábolas que Jesús cuenta a la gente. No tiene ningún sentido abandonar 99 ovejas para salvar a una; ni hay lógica en aceptar, como si nada hubiese ocurrido, al hijo calavera; tampoco es razonable pedir frutos fuera de temporada ni es inteligente esparcir las semillas sin ningún control lo mismo por campos que por caminos o pedregales… y podríamos seguir. Pero esta falta de lógica es su principal virtud. Ni Dios ni el mundo que Jesús sueña y propone como fruto de su encuentro con el Padre son, según nuestros cánones, realidades lógicas y razonables. Si lo fuesen serían solo una proyección humana. Tampoco es lógico, ni prudente, que una pobre viuda de la Palestina del siglo I (léase: una mujer sola y desamparada, sin valedor alguno) incordiase continuamente a un juez que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. Menos lógico aún es que este juez se dejase incordiar por aquella pobre viuda y no se librase de ella por métodos más expeditivos. Jesús quiere presentar, por un lado, el contraste entre ese juez y el Padre que él conoce y sabe que vela por todos. Pero quiere también, en segundo lugar y sobre todo, presentar la fe de aquella mujer como un valor de transformación.     

La fe de la que él nos habla no es la de quien pide y pide esperando ver el cielo abrirse, sino la que mueve a los pequeños y ninguneados a defender sus derechos frente a quienes quieren pisotearlos. Es la fe de quienes no se dejan arrebatar la dignidad por grande que sea el opresor. Son esos pequeños los preferidos de Dios. Así nos lo dirá el propio Jesús en otros lugares y así lo entendían los israelitas errantes que se defendieron de los ataques de los amalecitas y otros pueblos, confiando en el auxilio de quien los había elegido (también puede leerse: preferido). Es cierto que ya plantados en el siglo XXI no terminamos de entender esa obsesión bíblica por aniquilar enemigos amparados bajo el manto de la protección divina, pero lo decisivo no es eso, sino la parcialidad de Dios que se pone del lado de quienes sufren a manos de los fuertes. Y  esto tampoco terminamos de entenderlo. Pensamos que Dios tendría que ser imparcial porque eso es lo políticamente correcto y que tendría que impartir una justicia comprensible, semejante a la nuestra. Pero no. Dios no es un juez de esos, ni siquiera un buen juez, tan distinto al de la parábola, Dios es el que está con quienes tienen el valor de defenderse; de vencer al miedo, a la pereza y a la desidia para cambiarse a sí mismos como primer paso en el camino hacia un mundo mejor. Este espíritu es el que inspiró al salmista.

Y es este Espíritu en el que Timoteo es instado a permanecer. No olvides lo que aprendiste ni a quien te lo enseñó. Todos somos maestros de todos y nos iluminamos unos a otros para comprender que toda Escritura es inspirada, no en su literalidad, sino en su capacidad de transmitir esta verdad acerca de la predilección de Dios por los combatientes. Insiste en ello a tiempo y a destiempo, argumenta según las Escrituras y el Espíritu que las anima (a todas), reprocha su olvido a quien se guie por su propio beneficio, exhorta a todos a levantar la cabeza y a no olvidar la doctrina principal: Eres hijo amado de Dios y la fe que Jesús te pide es la confianza suficiente en él y (como él) en el Padre para no ceder, para no abandonarte ni abandonar a nadie.


Para no rendirse jamás


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