sábado, 17 de diciembre de 2022

CON NOSOTROS DIOS. Domingo IV Adviento

 18/12/2022

Con nosotros Dios

Domingo IV Adviento

Is 7, 10-14

Sal 23, 1-6

Rm 1, 1-7

Mt 1, 18-24

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José recibe en sueños la visita del ángel del Señor. Nuestra obsesión clasificadora nos hace identificar a este ángel con Gabriel, el mismo del que habla Lucas; así, además de clasificar, igualamos y matamos dos pájaros de un tiro. Pero el ángel del Señor de la tradición judía es Dios mismo comunicándose al ser humano. Así pues, José recibe la visita de Dios en sueños: un procedimiento habitual de manifestación divina en los tiempos patriarcales. Pero esa vista le sirve para confirmar la decisión que ya había tomado despierto, siendo consciente de la situación y de lo que la Ley le permitía hacer, también de las consecuencias para María.

El rey Acaz, sin embargo, representa hoy el papel del ateo que se escuda en no querer tentar a Dios. La situación era compleja: Siria y Efraim habían puesto cerco a Jerusalén pero él confiaba más en su alianza con Asiria que en la señal que Isaías le anuncia de parte de Dios. Esa señal era el niño que habría de nacer de la joven esposa del rey. Nació el futuro rey que con el tiempo promovió una reforma religiosa que dio origen a una de las principales líneas teológicas del Antiguo Testamento, pero que no consiguió la independencia política del reino. Los primeros cristianos vieron en la figura de Jesús el cumplimiento definitivo de la profecía de Isaías y así lo consignó Mateo en su escrito.

El salmista, por su parte, nos recuerda que solo el hombre de manos inocentes y puro corazón podrá habitar en el monte del Señor. Manos que no han realizado maldad alguna y corazón que no alberga maldad. Ese es Jesús, según Pablo. El Cristo que era hombre según la carne pero Hijo de Dios, según el Espíritu Santo. Pablo presenta dos dimensiones de una única realidad. Igual que José es capaz de encontrar apoyo a su decisión, Pablo es consciente de que Jesús no es tan solo lo que podemos ver a simple vista. Por eso extiende su mensaje a todos los habitantes de Roma que es tanto como decir del imperio, del mundo entero. Todos estamos llamados a formar parte de los santos, del grupo que busca al Señor, según el lenguaje del salmista, de los que se esfuerzan en seguir el camino de Jesús.

Nosotros, igual que todos estos santos, no podemos reducir la realidad a lo que vemos, pero tampoco podemos hacer en ella compartimentos estancos. Tenemos, eso sí, pistas que pueden orientarnos. Cuando me disponga a cumplir la ley, la religiosa o la civil: ¿en qué situación quedan los otros? En la complejidad de lo cotidiano: ¿Dónde o en quién pongo mi confianza? ¿Qué tiene más peso, la rapidez y la eficacia o la fidelidad a ideales y creencias? Esos ideales y creencias ¿De dónde surgen? Al tratar con la gente: ¿Qué cosas valoro en ellas? ¿En qué rasgos encuentro motivos de confianza, de acercamiento, de comunión? ¿Qué mensaje descubro en mi interior que puedo comunicarles? ¿Qué perspectiva de la vida ofrezco como colaboración para la construcción del mundo nuevo? Las lecturas de hoy nos dicen que ese hombre definitivo que es Jesús y que cumple la profecía de Isaías nos salva del pecado. No solo nos perdona actos concretos y equivocados; nos libera de la influencia del mal, del peso del egoísmo que nos hace confiar en cualquier otro y no en Dios, que nos lleva a perjudicar a otros por cumplir la ley, que nos aparta de los diferentes, que nos enclaustra en nuestras posiciones… él es En-manu-el: Con-nosotros-Dios.


Con Nosotros Dios


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