viernes, 29 de marzo de 2024

ECCE HOMO. Viernes Santo

29/03/2024

He aquí al hombre.

Viernes Santo.

Is 52, 13 – 53, 12

Sal 30, 2. 6. 12-13. 15-17. 25

Heb 4, 14-16; 5, 7-9

Jn 18, 1 – 19, 42

Si quieres ver las lecturas pincha aquí

Somos amando, decíamos. La reflexión cristiana llegó a formular que Dios era amor y que en su amar originó todo lo real. Y en todo eso que es real hay rastro suyo. Todo es manifestación de Dios. También el ser humano, claro, y en grado superlativo. Este ser es la máxima expresión del amor de Dios. Hacer de ese amor del que procedemos una experiencia consciente es tarea para toda una vida. De entre todos los seres humanos que han existido los cristianos afirmamos que Jesús de Nazaret consiguió la realización de esa dimensión divina de la forma más clara y luminosa. De hecho, él mismo llegó a manifestar su identidad con el Padre, con la fuente original. En él, Dios vivió una vida humana. Pero no fue una vida cómoda ni regalada, de serlo no habría sido una vida verdaderamente humana. La actitud de fondo de Jesús puede identificarse con las palabras del salmista. Confianza en el Padre en medio de toda adversidad. La tradición cristiana vio en las palabras de Isaías que hoy nos acompañan un anuncio de lo que había sido la pasión y muerte de Jesús. El autor de la carta a los hebreos subraya el necesario aprendizaje que, pese a todo, no pudo evitarse.

Así pues, resulta que este Dios amor que habita en el interior de la realidad encontró en Jesús un ser humano que le acogió sin reservarse nada para sí. Cuando comprendió la coexistencia de la naturaleza divina en su interior no la utilizó como seguro ni ventaja alguna, sino que aprendió, sufriendo a obedecer; a escuchar con atención. Es esta escucha la que le va marcando el camino. En Jesús, Dios terminó de comprender el corazón del ser humano y hombres y mujeres pudieron conocer el verdadero rostro de Dios. Por los trabajos de su alma verá la luz, dice Isaías, y llegará a la consumación, que no debería entenderse solo como el final, sino como el éxito definitivo. Llegará a ese final de forma plena, consciente y voluntaria; sabiendo que es la realización de su íntima verdad la que se da allí. Para esto vino al mundo; no para morir, sino para alcanzar esa plenitud que le permita ser verdaderamente. El resultado de esa sinceridad será la muerte a manos de quienes se vean perjudicados por esa verdad.

No es necesario explicar la verdad. Por eso Jesús calla ante Pilatos. “¿Qué es la verdad?” Esto que ves; no hay más. Somos verdaderos al vivir desde lo que somos. La autenticidad que el mundo busca se encuentra en la fidelidad al amor que nos originó y que nos encarga ser, de forma consciente, el amor que somos y asumir las consecuencias que eso nos traiga. Esto es vivir desde la perspectiva de Dios. El propio Pilatos se convierte en testigo de la verdad que no quiere admitir al anunciar “He aquí al hombre”. Este que veis, pese a cómo lo veis, es un ser humano cabal que vive en fidelidad a su propio ser, lo que equivale a decir que vive en fidelidad a Dios. Pese a lo que pueda parecer, el Señor promete no desampararle y asegura que conocerá su descendencia y prolongará sus años. Es la inequívoca concepción veterotestamentaria de bendición divina que en el Nuevo Testamento se convertirá en la reivindicación definitiva por parte de Dios. Nunca quedará defraudado, sino que incluso en medio del desmoronamiento más absoluto vivirá siempre en la plenitud de su propio ser, que es la plenitud misma de Dios. En gran medida, está ya resucitado, pues ha superado la muerte que es vivir de espaldas a su propio ser; al ser de Dios en él.


Antonio Ciseri (1821-1891). Ecce Homo (1871)



miércoles, 27 de marzo de 2024

LA PERSPECTIVA DE DIOS. Jueves Santo

28/03/2024

La perspectiva de Dios.

Jueves Santo.

Éx 12. 1-8. 11-14

Sal 115, 12-13. 15-16bc. 17-18

1 Cor 11, 23-26

Jn 13, 1-15

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

En aquellos lejanos tiempos el Éxodo todo comenzó a cambiar. El pueblo se hizo consciente de que Dios estaba pendiente de él y fue invitado a dejar atrás todo el pasado de esclavitud. Pero no debían llevar nada con ellos y aún la cena final debía tomarse a toda prisa pues lo nuevo llegaba de inmediato. Lo nuevo era la liberación por tanto tiempo esperada y este nuevo estado de vida no admitía nada de lo anterior. Nada de lo antiguo tenía sitio en un nuevo mundo sin primogénitos; sin herederos. El orden de transmisión había sido anulado y todo comenzaba desde cero. Por eso el cordero o el cabrito debían ser consumidos por completo. Su sangre era la señal de esa consumación. En honor del libertador alza su copa el salmista que se reconoce en deuda con él; por ello le ofrecerá un sacrificio de alabanza y cumplirá sus votos en presencia de todos. De ahora en adelante, él será la única autoridad reconocida y la herencia será la misma para todos. El pueblo elegido revela al mundo el final de los privilegios. En su historia deberá poder leerse la equidad universal.

Pero tras los siglos se hará necesaria la insistencia en ésta y otras cuestiones. Jesús persiste en la necesidad de este cambio de perspectiva. El mundo debe verse según los ojos y la actitud del propio Dios. El resultado es que todo termina prácticamente al revés de lo acostumbrado, pues sin tenerle en cuenta todo se desenvuelve de forma muy diferente. Que Dios es amor ya lo hemos dicho muchas veces y el amor consiste en buscar la felicidad del otro; en servirle para que sea ella o él mismo de la mejor forma posible. Jesús nos invita a limpiarnos los pies unos a otros, es decir a limpiarnos mutuamente las impurezas que se nos pegan en el camino, de una forma amorosa y fraternal: servicial, que no servil.

Esta es la perspectiva de Dios; es la forma nueva de relacionarse y de comprender el mundo como una realidad no limitada a nuestra inmediatez, sino abierta a una transformación absoluta. En esta nueva comprensión el pan y el vino son señal de nuestra contribución personal. No existe la magia que alivie el dolor del mundo. Está en nuestra mano colocar al mundo en una posición en la que ese dolor se extinga y todos podamos alzar la copa como el salmista con la intención que Pablo les recuerda a los corintios. En la medida en que esta intención se hace real en nosotros nos acercamos a nosotros mismos. Todo esto no nos llega desde lejos. Nuestra naturaleza humana descubre que esta nueva lógica es la única capaz de calmar su sed. Somos en un permanente camino hacia lo que verdaderamente somos.

Existen, sin embargo, dolores inevitables: ausencias que desgarran el alma y a las que solo esa visión desde el ángulo de Dios puede darles sentido. Todo aquel o aquella que parte sigue morando en nosotros porque en lo que somos habita el amor con el que nos amó y el amor nunca muere. No nos queda una herida  vacía, sino el espacio en el que podemos percibir ese amor como abrazado ya a la plenitud. A esa transformación la llamamos resurrección (Anastasis) y es destino universal porque todos estamos llamados a ponerlo en práctica desde ya: amar como nos amó. El destino no es el punto final, sino la realidad que elegimos vivir alentados por la vida de quien nos amó. Somos amando. 

 

Sieger Köder (1925-2015) Lavatorio de los pies

 

 Para Toña, Carlos, Karolina y Violeta y demás familia. Un abrazo.

 

 

sábado, 23 de marzo de 2024

EL CORAZÓN Y LA PIEL. Domingo de Ramos.

24/03/2024

El corazón y la piel.

Domingo de Ramos.

Is 50, 4-7

Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24

Flp 2, 6-11

Mc 15, 1-39

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

Isaías no concibe la iniciación como un proceso intimista, sino que tiene que ver con estar presente para los demás. Los iniciados tienen una lengua capaz de consolar y un oído atento. Y, sin embargo, frente a esta dedicación la respuesta de otros es violenta. Al discípulo le espera lo peor y su propósito se cifra en mantenerse firme y no perder la confianza. Su labor no es sencilla pero él se sabe acompañado. Mantiene el corazón a la escucha, hace de él un lugar donde encontrarse con el Señor. Así lo expresa el salmista. Junto a esta esponjosidad interior, el discípulo endurece su rosto como el pedernal. Curte su piel para que aguante los embates que van llegando. Se ha dicho que es necesario aprender a ablandar el corazón y robustecer la piel. Normalmente, nuestra sociedad funciona al revés. Se deja llevar por la comodidad, por la facilidad y la sensiblería, pero no deja que nada penetre en su corazón; se aísla en sí misma. Abrirse a los demás requiere esta disposición de dejarse afectar por ellos en lo más hondo y mantenerse en pie ante lo que venga.

¿Por qué viene lo que viene? Por esa dureza de corazón que no permite que nadie sea crítico, que no acepta que nadie cuestione nada. Todo sistema está basado en la vivencia de las personas y en este mundo nuestro unos pocos van apoderándose de todo lo que pueden  con el resultado de privar así a las mayorías de aquello que les es necesario. No es aceptable que venga nadie a cuestionar este mecanismo y que ponga en peligro nuestra comodidad y la tranquilidad de conciencia que expresamos en delicadas formas de solidaridad mal entendida. En realidad, no es un problema de nuestra época. Ha sido así casi desde siempre. Es la forma inversa de funcionar a la que Dios tiene. Dios es amor y eso implica que es pura donación porque el amor es proyección hacia los otros. Dios se mantiene siempre atento, como pide del discípulo y consuela siempre al abatido por cualquier causa, pero sabe también ser duro y exigente con los demás. No solo eso, sino que en ese dinamismo amoroso de constante salida de sí renuncia a ser lo que los humano creemos que es, un dios grandilocuente y espectacular, para llegar a los últimos de cada momento, de cada época, cultura y religión. Así nos lo recuerda Pablo y dice expresamente que esta fue la vida de Jesús, añadiendo además la consecuencia de sus actos: una muerte de cruz.

Marcos, que en su austeridad ha renunciado incluso a las florituras literarias, nos expone los detalles de este “destino” del discípulo. Y lo entrecomilllo porque no es un designio de los hados, sino el fruto de la dureza del corazón humano, que sigue prefiriendo recrearse en amaneceres de whatsapp que permanecer vigilante a las necesidades de los demás. Quien en esto se empeña terminará como terminó Jesús. El recibimiento entre aclamaciones de aquellos que se sintieron escuchados y acogidos por él y gritaban Hossanna (“Ayúdanos”) no impidió que el orden del mundo acabara con la amenaza llamada Jesús . Este año, además, iniciamos la Semana Santa en el día en que conmemoramos a un gran discípulo, mártir como el maestro: Monseñor Romero. Dos mil años después poco han cambiado los mecanismos de exclusión, pero el Señor sigue suscitando discípulos de corazón sensible y piel encallecida que no se amilanan ante las adversidades y mantienen el oído atento y la lengua pronta. 

 

El corazón y la piel

 

sábado, 16 de marzo de 2024

CON EL MAESTRO. Domingo V Cuaresma

17/03/2024

Con el maestro.

Domingo V Cuaresma.

Jer 31, 31-34

Sal 50, 3-4. 12-15

Heb 5, 7-9

Jn 12, 20-33

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

Que en la pedagogía divina ha habido etapas diferentes ha sido una de las grandes afirmaciones de las mujeres y hombres de fe de todos los tiempos. Jeremías nos habla hoy de uno de esos cambios de perspectiva. Dios busca el modo de presentarse que asegure ser mejor comprendido de lo que lo ha sido hasta ahora. Recuerda la antigua alianza, cuando se presentó como el libertador que cogió la mano de sus gentes para sacarlas de Egipto. Pero ese pueblo no captó bien el mensaje. Por eso, Dios va a cambiar de estrategia. Es un buen maestro. A partir de este momento, la clave será el perdón. Dios se da a conocer desde el corazón de cada persona. Colocará allí la ley. De este modo, nadie necesitará consultar tablas o recurrir a expertos. El criterio divino vivirá en ellos. Pero la ley no es, sin más, un conjunto de normas a cumplir sino que es un posicionamiento ante la vida. Así, el mundo será conocido con los ojos de Dios y el pueblo podrá cumplir la ley como consecuencia del descubrimiento fundamental de que Dios le ama, le ha perdonado cualquier crimen y olvidado todos sus pecados. Ya no hay que evitar sanciones sino vivir como Dios mismo viviría entre nosotros; del modo en el que espera que todos vivamos siendo un único pueblo: Israel y Judá reunidos.

Pero aunque es cierto que por las palabras del salmista podemos pensar que el pueblo comprende bien la intención de Dios, requiere, como todos los alumnos, sus propios tiempos y nunca nada es sencillo. Todos saben ya cómo quiere Dios que vivan pero está claro que son los otros, los que no son de mi grupo, de mi cofradía, de mi iglesia, de mi religión, los que no creen… los que no entienden nada e imposibilitan esta unidad. Según Juan “unos griegos” quieren conocer a Jesús tras su entrada en Jerusalén. Y éste les acepta diciéndoles que la clave del asunto está en no amarse tanto a sí mismo como para encerrarse e imposibilitarse amar a los demás. Es un apretadísimo resumen de la actitud del discípulo: hay que salir al mundo y recordarles a todos ese foco divino que llevan en su interior. Es muy posible que esto traiga consecuencias para el discípulo pero con ello se glorificará el nombre del Padre. Es decir, se hará real, pues entre los seres humanos Dios será; estará verdaderamente presente. Y Dios mismo lo afirma para que todos puedan oírlo. Juan, que no ha contado el episodio de la transfiguración, coloca aquí la voz de Dios confirmando en público la intención de Jesús y pueden escucharla no solo los miembros del pueblo, sino también esos extranjeros que quieren unirse a Jesús.

Unos años más tarde, el autor de la carta a los hebreos recordará que a pesar del sufrimiento que esta salida al mundo pueda causar Dios escucha siempre. No abandona a quienes no se guardan nada para sí. Pero hay que tener el alma abierta: este mundo no es lo único. La piedad filial de sintonizarse con la ley inscrita, con la luz interior, hizo a Jesús alcanzar la consumación, que puede entenderse como final, pero también como perfección. Jesús fue perfecto porque sin dejar de ser él mismo se identificó del todo con todo lo que existe, con Dios y con los demás, y se dejó alcanzar por todo y por todos. El juicio del mundo es, para cada uno, dejarse alcanzar como él se dejó. Y se convirtió en salvador porque atrae a todos hacia él y reveló que todos podemos ser salvadores porque donde esté el maestro estará su servidor.   

 

Con el maestro (Escena de "The Chosen")


 

sábado, 9 de marzo de 2024

CON LO QUE YO TE QUIERO... Domingo IV Cuaresma

10/03/2024

Domingo IV Cuaresma

Con lo que yo te quiero…

2 Cro 36, 14-16. 19-23

Sal 136, 1-6

Ef 2, 4-10

Jn 3, 14-21

Si quieres ver las lecturas pincha aquí

Todas las vicisitudes vividas por el pueblo de Israel ayudaron a confirmar su identidad y a aposentar su experiencia religiosa. Dios les había hablado y elegido pero ellos eran difíciles. Eran un pueblo en busca de sí mismo y querían ser como todos los pueblos. Era más sencillo eso que criarse según la voluntad que Dios les iba revelando. Por esta razón buscaban siempre atajos y se servían de otros modelos. Erraban el tiro. Este es el significado de la palabra “pecado” en los textos bíblicos. Y tras el yerro, Dios intervenía. A este pueblo impulsivo la sanción le servía siempre para reflexionar. Esta es la experiencia que recuerda hoy el salmista. Y junto a esa nostalgia viene también el anhelo de futuro, la determinación de un cambio que, pese a presentarse con marchamo decisivo, terminaría por hacer aguas más pronto que tarde. Con este vaivén el pueblo iba aprendiendo y Dios terminaba por mostrar siempre su misericordia. Así nos lo relata el segundo libro de las crónicas. El destierro en Babilonia fue vivido como el castigo merecido que concluyó con la llegada del Mesías Ciro, enviado por Dios para liberar a su pueblo. El emperador persa extendió sus fronteras liberando a pueblos dominados por otros gobernantes y al derrotar a Nabonides permitió a los judíos volver libres a su tierra. Dios actuaba en la vida de su pueblo mediante la intervención de otros.

Hasta que llegó el momento en que decidió actuar en persona; en persona humana. Jesús tiene conciencia de ser enviado del Padre pero no para ser un libertador político como Ciro o Moisés, sino para mostrar cuál es el error de cada uno. Este error, desde la noche de los tiempos, era inducido por la serpiente. La serpiente es un ser real. Es un habitante del mundo; no es un tentador inmaterial. Esta naturaleza viene a decirnos que nuestra tentación es siempre real y concreta y que seguirla será gratificante. A nadie le tienta un “espíritu”. Jesús nos dice que será izado como la serpiente en el desierto a la que todo mordido debía mirar para ser sanado; que su actitud y su vida concreta será un espejo en el que podamos contrastar la nuestra y ver en qué fallamos. Esta es la iluminación definitiva que pondrá al descubierto la maldad o la bondad de cada acto; de cada persona. El famoso juicio final consiste en que cada uno elija entre muerte y vida y tiene lugar cada momento, cada día. Se da en cada elección que lleva a la vida plena para el mundo, para todos, para los prójimos y para mí mismo, o no; es la acogida o el rechazo de esta luz decisiva que Dios envía.    

Y la envía por pura misericordia; porque él es eso mismo. Y por su misericordia estamos ya, según pudieron escuchar los efesios, resucitados y sentados junto a Cristo Jesús. Estamos ya resucitados pero no terminamos de reconocer la luz que somos y vivimos todavía como si tuviéramos que conquistar ese lugar en el corazón del Padre cuando él no se cansa de decirnos: “Con lo que yo te quiero ¿cómo te voy a dejar fuera?” Posiblemente, el día que nos creamos merecedores de ese amor incondicional podremos aceptar que todo es gracia y que no tenemos que hacer nada para conquistar a quien ya nos ama rendidamente. Ese mismo día comenzaremos a vivir lo que ya somos de cara al exterior y ¿qué podremos ser entonces si no el amor mismo que nos habita? Ese mismo día el Reino crecerá lo suficiente para acogernos junto a todos aquellos a los que nos aprojimamos.


Con lo que yo te quiero...




sábado, 2 de marzo de 2024

CAMBIAR DE DIOS. Domingo III Cuaresma

03/03/2024

Cambiar de Dios

Domingo III Cuaresma

Ex 20, 1-17

Sal 18, 8-11

1 Cor 1, 22-25

Jn 2, 13-25

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

El Decálogo es un pasaje central para la religión judía que ve en él la condensación de toda la Ley. Aunque la revelación de Jesús puso en valor otros criterios, este texto, y su paralelo en el Deuteronomio, han tenido también mucha importancia para el cristianismo. Así, bajo la clásica denominación de los diez mandamientos estas normas han estado presentes en la vida de las Iglesias desde siempre. De estos diez, los tres primeros están referidos al amor a Dios y los otros siete, al amor al prójimo y de estos siete, cinco hablan de acciones concretas y dos de intenciones o deseos. Queda así clara la centralidad e importancia de la acción con respecto al prójimo. Desde los remotos tiempos fundacionales del desierto liberador Dios llama la atención sobre el amor y el respeto al otro expresado en acciones concretas que salven su dignidad e integridad. Aceptar su alianza es comprometerse a no olvidar a nadie y velar por todos. El valor esencial de estas normas es el de construir fraternidad en torno a la experiencia de Dios. Crean identidad y alimentan una raíz única. Tienen, pues, valor religioso, pero también político y social. Son expresión de la naturaleza íntima del ser humano que se encuentra así referido no solo a sí mismo, sino abierto a la trascendencia; a los otros y al Otro. Tanto es así que se encuentran presentes en muchas culturas y tradiciones; tienen un valor universal y podrían unificar a toda la humanidad. Son, prácticamente, ley natural; son, posiblemente, la única legislación evidente para todo el género humano y constructora de fraternidad. Así lo entiende también el salmista que celebra su existencia y canta sus excelencias.

Siglos después, las cosas han cambiado y Jesús protesta de forma enérgica ante la aplicación de la Ley que se ha convertido en ocasión para engañar y robar. Ella misma, la Ley y el decálogo que la sintetiza, se han vuelto una blasfemia, un ídolo que impide ver a Dios a la vez que enriquece a unos pocos y se aprovecha de los demás. El Templo es la otra gran institución que se ha tergiversado pasando a ser el escenario ideal para este comportamiento. Frente a esta sinrazón, Jesús propone un nuevo templo: su propio cuerpo y, en la medida en que es un cuerpo humano, hace presentes también todos los cuerpos. La Ley verdadera está propuesta en beneficio del hombre y la mujer concretos. Más aún, es desde sus cuerpos desde donde emana para  permitir la construcción de un espacio común en el que comenzando por el cuerpo se organice este mundo de modo que sea acogedor para todos y no solo para unos pocos. Este es el sentido de todos los prodigios y signos que Jesús realizó en Jerusalén, pero no parece que la gente terminara de entenderlo. Según Pablo, el apetito por los signos se hizo insaciable y la muerte de Jesús constituyó motivo de escándalo para los judíos; mientras que, para los paganos, todo esto era incomprensible. Rechazar a Dios porque no satisface todos nuestros deseos es habitual. Según seamos más de una mentalidad u otra, el Dios de Jesús puede hacérsenos escandaloso o incomprensible, pero supondrá siempre un reto para nosotros. Estamos llamados a la conversión, a liberarnos de un Dios que nos incapacita para respetar al otro y entregarnos a la instauración del Reino como única alternativa posible a este mundo que re revela incapaz de asegurar la vida para todos.  

 

Cambiar de Dios

 

sábado, 24 de febrero de 2024

UN PASO ADELANTE. Domingo II Cuaresma

25/02/2024

Un paso adelante.

Domingo II Cuaresma.

Gn 22, 1-2. 9-13. 15-18

Sal 115, 10. 15-19

Rm 8, 31b-34

Mc 9, 2-10

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

Parece ser una costumbre bien arraigada la tendencia de priorizar lo divino sobre lo humano. Nos cuesta comprender que los dioses no necesitan de nuestros sacrificios; por eso insistimos tanto en prácticas cultuales y penitenciales. Hay que aplacar la ira de Dios y ganarse su favor. Esta es una perspectiva fuertemente arraigada en los pueblos pretéritos. Ya el Antiguo Testamento ofrece testimonios contrarios a esta idea, como aquello de “misericordia quiero y no sacrificios”. El célebre pasaje del sacrificio de Abraham que hoy contemplamos comparte la misma intuición. Es Abraham quien debe privarse de quien ama, por eso el episodio lleva su nombre y no el de Isaac, la víctima inocente. Abraham está convencido de la necesidad de sacrificar a su primogénito legítimo y en su fuero interno oye a su concepción de Dios exigiéndole la vida del niño. Será el Dios verdadero quien envíe a su ángel para impedir la tragedia y explicar la situación de forma comprensible, incluso gratificante, para el patriarca: “Dios ha visto tu fe… tu descendencia será como las estrellas”. El salmista reconoce por una parte que el Señor le ha liberado, como haría Abraham, pero insiste en la idea sacrificial, tal como Abraham necesitó ofrecer un carnero, y en la necesidad de cumplir votos.

Tres discípulos de Jesús, número suficiente para que su testimonio sea creíble, son testigos de otra manifestación espectacular. Jesús, la Palabra, se les va a presentar dialogando con Moisés, la Ley, y Elías, la profecía. La Palabra es Dios mismo manifestado en forma comprensible y las otras dos son canales históricos apropiados para esa manifestación y comprensión. Ambas cosas son importantes; una manifestación incomprensible es tan vacía como el espacio en el que una comprensión desoída, abandonada a su suerte, se pierde. Como Abraham, estos tres discípulos comprenden según sus propias circunstancias y coordenadas y hay que explicárselo según esas referencias: “no digáis nada hasta el momento de la resurrección”. Mientras tanto, seguirán con Jesús aunque parece ser que sin entenderlo del todo. Será después de esa resurrección cuando ellos reconozcan su propia liberación. Es la que Pablo verbaliza hoy: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” Dios no perdonó a su propio Hijo; es decir, en Jesús se entregó a sí mismo. Esta idea era incomprensible para un judío el siglo I. Y para muchos otros aún hoy. Es Dios quien se entrega al mundo en todas las víctimas. No nos exige ningún sacrificio, como a Abraham no le exigió el de Isaac. Lo que pide es que dejemos de generar víctimas y que no nos excusemos más tras ideas falseadas que le utilizan para justificar sistemas generadores de sufrimiento. Las manifestaciones espectaculares pueden impactar hasta atemorizarnos, como a nuestros tres amigos, pero tras el temor podemos experimentar el amor de Dios. Cuando todo cesa, cuando el ángel se retira y Moisés y Elías se van, cuando ya no se oye la voz de Dios permanece su amor en nuestros corazones. La conversión de la que tanto hablaremos en estos días cuaresmales no consiste en volver a lo de antes, sino en abrir los ojos a lo nuevo; en reconocernos liberados y vivir la vida poniendo en valor ese amor recibido. Ya no hay carneros que valgan. Lo que se nos pide es un paso adelante en la dirección del reino fraterno y universal. 

Un paso adelante (Gettyimages)


 Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2024