sábado, 26 de marzo de 2022

SUPERANDO LA ADOLESCENCIA. Domingo IV Cuaresma.

 27/03/2022

Superando la adolescencia.

Domingo IV Cuaresma.

Jos 5, 9a. 10-12

Sal 33, 2-7

2 Cor 5, 17-21

Lc 15, 1-3. 11-32

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Dios cuida de su pueblo, pero no lo mima hasta inutilizarlo. Es un buen padre que pretende empoderar a sus hijos, no tenerlos sujetos a sus faldas. Por eso, cuando pueden volver a comer los frutos de la tierra cesa el maná. Y se reedita así aquella relación primera entre el hombre y la tierra en la que uno cuida de la otra y viceversa. La una podría vivir sin el otro, pero asilvestradamente, en su doble posibilidad de selva o erial. El ser humano, sin embargo, no podría vivir sin la tierra por eso está llamado a hacer de ella un jardín en el que todos tengan cabida. Y lo hace con su trabajo, con aquello que le da sentido. Lo propio del hombre y de la mujer es transformar el mundo para que pueda ser un sitio habitable por todos. Por eso, tras la liberación y el desierto llega el trabajo, no la dependencia que sería una nueva esclavitud y Dios no quiere esclavos. Quiere hijos autónomos y trabajadores.

Algo hemos avanzado desde el Génesis, aunque sólo sea en autonomía, porque allí Caín contestaba con evasivas a la pregunta de Dios acerca de su hermano mientras que el hijo mayor de la parábola es capaz de encararse al Padre y exigirle respuestas exponiendo un criterio objetivo: este mal hijo tuyo se lo ha gastado todo en hacer justo lo contrario a trabajar y hacerse hombre; ha derrochado todo el capital y ha traicionado a a su familia, a la Ley; no merece una fiesta de bienvenida. Algo se ha avanzado, sí, pero no lo suficiente todavía. A lo que se ha adelantado en independencia le falta aún que se le añadan muchos logros en fraternidad. Lo importante, reconoce el Padre, es que éste estaba perdido pero ha vuelto a casa. Y nadie dice que tras la fiesta no vaya a tener que trabajar como hacía antes y como nunca dejó de hacerlo su hermano mayor. El hijo pequeño ha descubierto por sí mismo que la falta de trabajo, de objetivo, de raíces, de sentido lleva al embrutecimiento. Pero aún le mueve el hambre y le pesa demasiado el miedo. Por eso la acogida del Padre le descoloca, pero para poder cantar la canción del salmista necesitará todavía retornar a esa relación original que su hermano mayor tampoco entiende aún porque la vive como imposición y amenaza, porque espera heredar algún día, cuando falte el Padre que ahora fiscaliza todos sus esfuerzos. Mientras tanto, lo va almacenando todo en una alcancía que pueda presentar como aval en el momento definitivo y no se atreve a gozar de lo que ya es suyo, ni de los bienes que el Padre le daría si él se animase a cogerlos, ni de la sincera compañía que le ofrece pero él interpreta como vigilancia.

Los hijos siguen aún en una adolescencia a la que le falta reconocer no sólo el propio mérito sino cultivar la autocrítica y el aprecio por el esfuerzo ajeno. El Padre, por su parte, por medio de su Palabra y de quienes han creído en ella, exhorta continuamente a la reconciliación. Reconciliarse es pacificar las relaciones que mantenemos entre todos nosotros, con la naturaleza, el mundo en construcción, y con Dios mismo que no lleva cuentas del delito ni de las culpas. Todo eso está ya superado en la persona de Jesús el Cristo que restañó todas las heridas precisamente desde la inocencia, revelando la verdadera naturaleza de Dios y la del ser humano. Asociándonos a su práctica y adhiriéndonos a su persona todos somos por él justificados; superamos la adolescencia que tanto nos pesa aún.


Superando la adolescencia.


Imagen: Francis Robles (2010). Fragmento del mural de la capilla Teshuvá. Monasterio de la reconciliación. Becerril de los Campos (Palencia)

sábado, 19 de marzo de 2022

PARA TODOS. Domingo III Cuaresma

 20/03/2022

Para todos.

Domingo III Cuaresma.

Ex 3, 1-8a. 13-15

Sal 102, 1-4. 6-8. 11

1Cor 10, 1-6. 10-12

Lc 13, 1-9

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Como ya sabemos, era habitual en la mentalidad judía del siglo I percibir los hechos cotidianos como premio o castigo de Dios. Por eso, no serían pocos quienes pensasen que la ejecución de aquellos galileos por parte de Pilatos se correspondía con algo que Dios quisiese castigar, porque el creador se valía de cualquiera para aplicar su justicia. También los fallecidos a causa del derrumbe de la torre de Siloé tendrían culpas que mereciesen ese final. Hoy en día ese planteamiento no tiene cabida en nuestra comprensión del mundo. Esos hechos pueden explicarse como una tropelía de Pilatos o como el resultado de la negligencia del constructor. En ambos casos la responsabilidad es solamente humana. Dios tiene poco peso en todo esto. Dios es, simplemente, el que es. Y en su ser no está el castigar todos nuestros desaguisados sino el dar de sí mismo todo cuanto es: Dios es.

Mala noticia para quienes viven todavía pendientes de premios y recompensas. Dios es; cuida, acompaña, inspira, sufre contigo… no vive al acecho pendiente de lo que hagas bien o mal. Dios confía en ti; cree en ti. Por eso le dice a la razón que se puede esperar todavía un año más. Penar que Dios quiere arrancar la higuera improductiva no es tener mentalidad judía, ni canonista… es tener una mentalidad propia del siglo I. En aquella sociedad organizada a partir de valores religiosos podía ser normal ver a Dios o a Zeus, o Júpiter o a cualquier otro,  como el dueño de la viña, pero a día de hoy habrá que pensar más bien que es la razón o el rendimiento económico el que juzga quién es digno de ser tenido en cuenta y quién no. Jesús es aquél que sigue hablando en nombre de Dios. Es Dios mismo hablando con lengua humana. Y dice hoy a esa razón utilitarista que todos pueden dar fruto y colaborar desde sí mismos, con su propia originalidad, según  su propio ser. Tal como Dios es, cada uno de nosotros estamos llamados a ser. Si todos fuéramos lo que en esencia somos sería mucho más sencilla la construcción del Reino. Si todos olvidáramos la imagen que queremos proyectar y simplemente fuéramos; si no viviéramos pendientes del beneficio; si no colaboráramos a extender irreflexivamente bulos y noticias; si respetáramos las diferencias de cada uno; si nos atreviéramos a salir de la fila; si supiéramos agradecer mucho mejor que recibir halagos; si nos parásemos a oler las flores y a sentir la brisa en el bochorno del verano; si escuchásemos más y no habláramos tanto; si no diseñáramos nuestro proyecto vital hasta el último detalle y viviésemos la vida que se nos regala; si aceptásemos a todos en vez de intentar moldearlos según nos convenga…

Si sólo fuéramos lo mejor que podemos ser podríamos comprender el mensaje del salmo. Porque intentando ser como Dios es descubrimos nuestra pequeñez y su grandeza y percibimos cómo cuida de todos y hace justicia defendiendo al oprimido. Pero cuidado, nos avisa Pablo. Incluso entonces podemos confiarnos y volver a pretender ser lo que no somos; lo que la razón utilitarista nos dice que deberíamos ser. Ya les pasó a muchos antes que a nosotros y su experiencia puede servirnos de aviso porque lo cierto es que es muy fácil despistarse, sobre todo ahora, en la última de las edades. Pero tampoco ahora se dedica Dios a fiscalizar nuestras acciones y corazones.  Él es y su ser es darse para todos.


Para todos


sábado, 12 de marzo de 2022

LA SORPRESA. Domingo II Cuaresma

13/03/2022

La sorpresa.

Domingo II Cuaresma

Gn 15, 5-12. 17-18

Sal 26, 1.7-9c. 13-14

Flp 3, 17 – 4, 1

Lc 9, 28b-36

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En ocasiones la vida te toma por sorpresa, como les ocurrió a aquellos tres discípulos, a Abram y al furibundo Pablo en mitad de aquella inicial persecución de nazarenos idólatras. Todos alguna vez nos hemos quedado extasiados contemplando las estrellas en una noche campestre. Para Abram el universo, el mundo entero, era una promesa que vivió de forma personal. El Dios autor de la vida, protagonista de los grandes relatos que se contaban de noche en las hogueras de las caravanas, se había acercado a él rompiendo el enclaustramiento al que se le había sometido en los templos de las ciudades. Vivió todo el universo como un regalo personal y se supo preferido y elegido entre los demás. Los discípulos, por su parte, vieron manifestarse frente a sí toda la historia y la tradición de su pueblo: Moisés, el gran legislador y libertador y Elías, el gran profeta arrebatado y destinado a retornar para guiar al pueblo. Según su visión del mundo no podía haber nada ni nadie que pudiera igualárseles y, sin embargo, ahí estaba Jesús departiendo con ambos. Dicen algunos intérpretes de la Escritura que posiblemente este pasaje sea una elaboración post pascual para buscarle un sentido a la muerte de Jesús, de la que hablan los tres. Da igual. El mensaje estaba claro para cualquier judío que lo leyese: Jesús era el que había de venir de parte de Dios; era el esperado.

Cuando menos te lo esperas, la vida, Dios mismo, te toma al asalto. Te deja en el mismo sitio, pero con una percepción completamente diferente de la que tenías hasta entonces. Después de que eso haya ocurrido ya no eres el mismo, pero sigues siendo tú mismo; con toda tu historia, con todas tus limitaciones, con todas tus perfecciones… Tú, habitado. Y esto es sólo el principio de una novedad radical que tiene que ir concretándose. Tiene que explicitarse para que pueda ser comprendido por todos los demás. El autor de este pasaje del Génesis coloca a continuación la firma de la Alianza porque aquel encuentro fue personal pero no exclusivista. Lucas nos habla de la intención de Pedro de quedarse allí, en la santa babia. Por eso coloca a Dios irrumpiendo en escena siguiendo los cánones de las apariciones divinas tradicionales de forma que no quede duda de que deben escuchar a Jesús que nunca invitó, precisamente, a quedarse estancado. El amor personal de Dios es para todos, para el pueblo de la Alianza y para todos los que se dejan interpelar por Jesús.

Lo que el Génesis y Lucas cuentan narrativamente lo dice Pablo según su propio esquema lógico. Por eso se ofrece él mismo como modelo y nos pide a todos, a través de los filipenses, que sigamos su ejemplo; que acojamos la revelación y nos dejemos guiar en nuestro desconcertante descubrimiento. No en vano, dice, somos ciudadanos del cielo. Nuestra raíz nos une a una realidad mucho más amplia que la que conocemos, pero no es extraña a ella. El cielo del que habla Pablo surge a partir de la transformación a imagen de Cristo, pero aquí y para aquí. La promesa de Abraham se materializó en este mismo mundo y la invitación de Jesús para bajar de la montaña cobra sentido a partir de nuestro esfuerzo por continuar la construcción ya iniciada del Reino. Transformarse a imagen de Cristo es ponerse a disposición del ser humano con la convicción de que Dios nunca nos dejará solos. Esa es la esperanza activa que hoy evoca y cultiva el salmista. Es una sorpresa sin fin.


La sorpresa


sábado, 5 de marzo de 2022

SENTIDO Y ESPERANZA. Domingo I Cuaresma

 06/03/2022

Sentido y Esperanza

Domingo I Cuaresma

Dt 26, 4-10

Sal 90, 1-2. 10-15

Rm 10, 8-13

Lc 4, 1-13

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Tal vez el autor deuteronomista pueda ayudarnos hoy. Si recordamos todo lo que el Señor ha hecho con nosotros durante toda nuestra historia podremos ver que su trascendencia no es una barrera sino una garantía de imparcialidad. Está más allá de nuestras querencias y simpatías. Se entrega a todos. Por eso, cualquier intento de apropiárselo es falso. No favorece a unos contra otros, sino que sostiene a los más débiles para que los agresores no les roben la esperanza definitiva. Su imparcialidad no es equidistante; sostiene a la víctima sin odiar al victimario. Esto es de gran importancia hoy.

Nadie hay que crea en el Señor que vaya a quedar defraudado, nos dice Pablo. Pero esa invocación debe responder a un impulso sincero del corazón y resulta a todas luces evidente que no se puede rogar a Dios por delante mientras por detrás se van dando mazazos a diestro y siniestro. Nadie hay que invoque su nombre y no se salve, nos dice también. La salvación ha sido un concepto muy manoseado. Ha sido la gran esperanza y también la gran excusa para imponer la diferencia entre unos y otros, entre griegos y judíos. Confesar la fe en Jesús es mantenerla en pie pese a lo dañino y perverso de la situación en la que nos encontremos. Para quienes este acto no sea una afirmación burguesa y despreocupada sino que se encarne en la realidad, por descarnada que esta sea, constituirá una afirmación de sentido y ese sentido es el que salva de la desesperanza. Rescatar a la salvación de sus coordenadas extramundanas y situarla en lo concreto de cada momento es dotar a la vida de sentido y una vida con sentido siempre merece la pena, incluso las que se viven en el peor escenario posible. De esto han dado testimonio miles de víctimas a lo largo de la historia antigua y reciente en los cuatro rincones del mundo.

Para que la profesión de los labios sea sincera debe estar en consonancia con la fe del corazón que se transparenta en nuestra cotidianidad. Pero, como el mismo Jesús experimentó, ésta no es una batalla que se gane de una vez para siempre. En su corazón moraba la certeza de que a todo lo necesario para la vida debía tenerse acceso en grado proporcionado, para que alcance a todos; tenía también claro que el poder y la riqueza alejan de Dios convirtiendo cualquier cosa en un ídolo y que Dios no va a venir a detener tu caída con la espectacularidad que a veces demandamos como prueba; si te dejas caer, te dejas caer. También hoy nosotros deberíamos tener claro que todas las víctimas tienen derecho a lo necesario por encima de su nacionalidad, de sus papeles, de sus creencias o de cualquier otra cosa; y que nuestra necesidad no es excusa para desatender la suya. Deberíamos saber también que cualquier ideal, bandera o religión pueden transformarse en un ídolo insaciable. Y, finalmente, que si nos empeñamos en dejarnos caer en el hoyo de la inhumanidad no vendrán los ángeles a cuidarnos. Quien sí estará presente, como lo está desde siempre, será Dios mismo para velar por los damnificados que nuestra ceguera produce y sostener a todos aquellos que confiando en él mantienen la esperanza y el sentido; mantienen su compromiso en la lucha sin odio por la justicia y la verdad sin soltar la mano de quienes les han sido confiados. Son éstos quienes, conservando el sentido, verán reflejados en el salmo su propia experiencia vital.


Sentido y Esperanza. Ramón Espinosa (2010)