sábado, 30 de enero de 2021

SIN MIEDO. Domingo IV Ordinario.

 

31/01/2021

Sin miedo

Domingo IV T.O.

Dt 18, 15-20

Sal 94,1-2. 6-9

1 Cor 7, 32-35

Mc 1, 21-28

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

Un profeta es aquel que habla por Dios; que transmite su mensaje al pueblo. Moisés es el gran profeta porque trajo la liberación como respuesta a su clamor del pueblo bajo el yugo egipcio. La palabra de Dios es efectiva y el profeta no sólo habla sino que realiza las obras de Dios. Pero es también el protector del pueblo frente a Dios. Este pueblo está sobrecogido por la manifestación de Dios: no quiere escuchar su voz ni presenciar el incendio que se produce cuando Dios toca el mundo. Moisés es un ser excepcional pero morirá como todos y Dios promete enviar otro profeta como él. Hablará y actuará por Dios y traerá su salvación. Que nadie endurezca su corazón ni tiente a Dios como ya ocurrió en el desierto. La autoridad del profeta viene de su escucha de Dios y de la aceptación de su palabra.

Marcos no nos dice cuál fue la enseñanza de Jesús en la sinagoga aquel sábado, pero todos reconocen que hablaba desde sí mismo, no de oídas. Las sinagogas eran el centro de la religiosidad, de la cultura y de la vida social de cada aldea. Allí Jesús se planta no para el enésimo comentario de la Ley sino para decir algo nuevo que le surge desde el interior. Esto provoca el alzamiento de un espíritu maligno que ve amenazada la forma de vida que hasta entonces ha llevado en esa comunidad. La novedosa obra que Jesús realiza como profeta es la liberación de la persona dominada por ese impulso dañino. Queda así de manifiesto que Dios busca el fin de cualquier esclavitud y ello implica, también, terminar con formas de religiosidad que sobreviven sin transformar nada ni aportar vida a nadie, pero que gozan del status de tiempos pasados. Se han casado con su propia imagen de Dios y sólo son fieles a los beneficios que esos esponsales les trajeron.

El matrimonio tuvo tan buena consideración entre el pueblo judío, que llegó a ser metáfora del amor entre Dios y el ser humano. Pero del mismo modo que existen matrimonios o, ampliando el círculo, relaciones cerradas sobre sí mismas, incapaces de ver más allá, existen formas de religiosidad o espiritualidades que se han quedado atrapadas en sus tradiciones y en sus propias vivencias. Sólo ven válido aquello que encaja en su lógica y se acomoda a su sistema. Todo lo que nos aparte de Dios o de los demás es falso; también ellas. ¿Qué sentido tienen las religiones? No es proporcionar una gloria vacía sino sanar de forma efectiva las heridas de la vida y escenificar la relación definitiva entre Dios y el ser humano aportando así una alternativa a este mundo tan febril. Jesús expuso su alternativa y presentó una nueva de relación entre todos y entre Dios y cada uno. Inauguró una nueva presencia que superaba los miedos antiguos y atraía abatiendo cualquier temor. Fue capaz de doblar la esquina del miedo y descubrir detrás el rostro de Dios que presenta un mundo nuevo y limpio como escenario de una realidad hasta ahora insospechada. Sólo debes fiarte de él y empeñarte en poner fin a todo aquello que aprisione a cualquier hermano extorsionando sus libertades. Una religión, una sociedad, una pareja, que conviva con endemoniados, con cualquier clase de esclavitud, sin ser capaz de remediarla está necesitada de una autoridad nueva; de una autenticidad diferente que materialice en su seno el acontecimiento del amor divino y le revele que vive en una idolatría que sólo beneficia a unos pocos.  

 

Sin miedo

 

sábado, 23 de enero de 2021

IGUAL PERO DIFERENTE. Domingo III Ordinario.

24/01/2021

Igual pero diferente.

Domingo III T.O.

Jon 3, 1-5. 10

Sal 24, 4-5ab. 6-7bc. 8-9

1 Cor 7, 29-31

Mc 1,4-20

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

Los corintios estaban convencidos de que el mundo conocido llegaba a su fin. Se avecinaba la transformación definitiva y nada podría ser igual a partir de ese momento. Existen ciertamente acontecimientos que marcan un antes y un después. Para los ninivitas fue el anuncio de Jonás que, tras sus peripecias, consiguió que los habitantes de la ciudad le escucharan y se salvaran del desastre. También para Jesús llegaron momentos cruciales. El arresto de Juan lo fue especialmente. No sabemos a ciencia cierta qué relación les unía pero el hecho es que ambos bautizaban en Judea. Sin embargo, a partir del arresto de Juan, Jesús marchó a Galilea y allí inició su vida de predicación itinerante.

Allí, según Marcos,  encontró a sus primeros seguidores. Estamos de nuevo frente a un relato de vocación con la particularidad de que éste de hoy contradice al que Juan nos contaba la semana pasada. En cualquier caso, lo decisivo es que algo va a cambiar en la vida de los protagonistas. También en la de Jesús porque él parecía tenerlo ya claro pero los acontecimientos le hacen dejarlo todo para tomar una nueva dirección. Existen en toda vida momentos de crisis, encrucijadas en las que hay que fijar rumbos nuevos. En el caso que nos ocupa, además, la conmoción responde a la cercanía del reino de Dios; no es una simple concatenación de circunstancias. Jesús llama a aceptar esa buena noticia de una forma personal y creativa que lleve a un cambio fundamental pero no definitivo porque nadie alcanza la meta con un único paso. La llamada es a mantenerse siempre alerta y a la expectativa; sin acomodarse en ningún sitio: es llamada a ser nómadas permanentes, a no  dejar que nada se convierta en costumbre y a estar siempre abiertos y atentos para acoger la irrupción sorpresiva de Dios en nuestra vida.

Estar siempre en camino es la vocación común a todos, sin aferrarnos a nuestra propia idea o imagen de Dios o del Reino. El salmo refleja bien esta actitud de permanente escucha que no da nada por sentado. Es la intuición que Pablo expone ante los corintios: todo continuará igual, pero todo será diferente. Es la actitud de cada uno la que debe transformarse para amoldarse a la realidad. El Reino no es un añadido, algo que se imponga sobre el mundo para transformarlo a su imagen; es la vivencia nueva de lo cotidiano; es el descubrimiento de los ninivitas: todo se transfigura cuando se mira desde los ojos de Dios y no podemos ya seguir siendo los de antes; es la comprobación de que la realidad se nos impone como a los demás pero podemos vivirla de forma confiada y creativa, sin dejar que nos consuma y aportando recursos e iniciativas que propicien un desenlace acorde a la dignidad de todos. Con los ojos de Dios se percibe lo nuevo en cada paisaje. Lo ya germinado está por desarrollarse. Nada está ya concedido a perpetuidad y lo que ayer pudo tener sentido no debe mantenerse por una lealtad mal entendida que lo petrifique sin dejarlo fructificar hoy. Jesús se mantuvo siempre atento y ante la crisis cambió su táctica y reunió una comunidad en la que la implicación personal era decisiva. El Reino no avasalla; crece donde es acogido. Y sólo puede acogerse aceptando la realidad que vemos como el tránsito hacia otra nueva en la que todo será, si consentimos, igual pero diferente.

 

Igual pero diferente

 

 

sábado, 16 de enero de 2021

NO ES SÓLO UN NOMBRE. Domingo II Ordinario.

17/01/2021

No es sólo un nombre.

Domingo II T. O.

1 Sm 3, 3b-10. 19

Sal 39, 2. 4ab. 7-10

1 Cor 6, 13c-15a. 17-20

Jn 1, 35-42

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

Es muy habitual encontrar en la Biblia relatos sobre vocaciones: llamadas de Dios a personajes concretos para que lleven a cabo una misión específica. Ese es el caso que nos presentan las lecturas de hoy. Samuel recibe la visita de un Dios desconocido, cosa extraña para quien vive desde niño al cuidado de un sacerdote. Pero Dios es siempre sorprendente; desmonta nuestras imágenes preconcebidas y echa por tierra cualquier seguridad. Tan solo queda el sabor de haber sido visitado por una presencia real pero inidentificable con lo que ya sabemos o hemos experimentado. Podemos, eso sí, recurrir a alguien más avezado y cualquier buen guía que sea verdaderamente merecedor de ese nombre nos dirá lo mismo que Elí: “Permanece a la escucha y ponte a su disposición”. Lo paradójico del caso es que ese Dios desconcertante encargará a Samuel anunciarle a Eli el cumplimiento de su sentencia en contra suya y de su familia. Esto no lo recoge la selección de versículos que hoy nos presenta la liturgia. Y es que Dios está decidido a inaugurar un nuevo modo de funcionar.

Jesús toma el lugar de Dios en el pasaje de Juan que hoy leemos. Invita a quien se acerca a ver dónde vive. No sólo dónde sino cómo. Jesús sólo puede ofrecer su modo de vida, bastante distinto del convencional. Sobre todo en ese momento inicial de su ministerio. Acuden a él algunos pocos curiosos, enviados por Juan que les pone, como Elí a Samuel, en la pista de su seguimiento. Y ellos quieren saber lo que este maestro desarrapado puede ofrecerles. La única manera de saberlo es vivir con él y como él; ver en directo quién es y lo que hace. Y debió impresionarles porque ellos mismos trajeron a otros. Y de Simón se dice que le cambió el nombre por el de Piedra. Simón significa “ha escuchado”. Como Samuel, Simón estuvo a la escucha y recibió una identidad nueva. Entre los judíos el nombre define a la persona, es la persona misma. A ambos, a Samuel y a Simón, les casan bien las palabras del salmista. Escuchan y se presentan dispuestos a todo, a cualquier transformación.

La vocación nos llega siempre por sorpresa para revelarnos a un Dios distinto que nos cambiará de arriba abajo, sin dejar que nada caiga en el olvido. Ni el alma ni el cuerpo, tan despreciado por ciertas espiritualidades. El ser humano es una unidad que no puede escindirse en varios compuestos. Todo lo que somos nos constituye, nos revela a Dios y nos ofrece a los demás. No hay nada en nosotros que sea prescindible. Pablo se lo recordó a los corintios con decisión y el recuerdo vale también para nosotros. El cambio que Dios quiere no es ajeno a nuestra realidad corporal sino que la incluye como una parte insustituible. Todo el ser humano tiene que verse beneficiado en este cambio. No hay sitio para resignaciones ni compensaciones futuras. Lo que el hombre y la mujer están llamados a ser es aquello que en su esencia íntima son ya verdaderamente pero permanece oculto, reprimido u oprimido por diversas intervenciones. La vocación esencial es la vocación a la libertad, a la expresión plena de nuestra realidad íntima sin constricción alguna como expresión del amor que Dios nos tiene por ser hijos suyos. Hijos amados y llamados a ser. Hijos que escuchan y aceptan que Dios les entregue un nombre nuevo y lo acogen como concreción de la solidez pétrea que les comunica la esencia divina que en su interior es despertada con esa llamada. 

 

No es sólo un nombre

 

 

sábado, 9 de enero de 2021

BAUTISMO DE JESÚS

10/01/2021

Bautismo de Jesús.

Is 42, 1-4. 6-7.

Sal 28, 1a. 2-3ac. 4. 3b. 9b-10.

Hch 10, 34-38.

Mc 1, 7-11.

Si quieres ver las lecturas, pincha aquí. 

El protagonista de hoy es el Espíritu. Aparece en la lectura de Isaías como aquel que está puesto por Dios sobre su elegido. En el evangelio de Marcos es anunciado como la materia del nuevo bautismo que traerá el enviado definitivo y se le ve, además, descender sobre Jesús. Finalmente, el pasaje del libro de Hechos nos recuerda que todo cuanto hizo Jesús lo llevó a cabo con la fuerza del Espíritu. Si Jesús no hubiese tenido este empuje carismático no habría sido lo mismo; no habría hecho cuanto hizo. Acabamos de celebrar la Navidad insistiendo en que Dios se ha hecho hombre; verdadero hombre, voluntariamente despojado de su condición divina. No era Dios disfrazado. Pero tampoco era un hombre como los demás. La diferencia estaba en esta presencia deslumbrante del Espíritu en él. El Espíritu es el amor que circula entre el Padre y el Hijo. Eterno, pero siempre diferente y renovado porque uno y otro lo hacen suyo, lo personalizan y lo devuelven libremente volviendo a acogerlo sin cesar.

El Hijo se hace hombre verdadero sin retener privilegios divinos y en su humanidad vive el proceso de maduración normal de todo ser humano. Dentro de ese proceso y de esa búsqueda tropieza con Juan que pregona un bautismo de conversión que a él le interpela y se aviene a recibirlo como signo de su vida centrada en la búsqueda de Dios. Conversión es el dinamismo que surge de la renuncia a vivir vuelto únicamente hacia uno mismo abriendo, en cambio, la puerta a la realidad que lo origina y fundamenta todo. Esta es la actitud esencial que Jesús mantuvo a lo largo de su vida. Ocurre, sin embargo, que esa realidad última es imperceptible más allá de la realidad concreta y cotidiana. Por esta cotidianidad fue por la que Jesús pasó haciendo el bien; poniéndola en contacto con la realidad última, haciéndola más parecida a ella; transfigurándola. La posibilidad de acoger al Espíritu está en la naturaleza humana de Jesús que es igual a la de todos los demás. Por eso todos podemos recibir el mismo Espíritu y por lo mismo todos podemos dejarnos guiar por él y dejar que su presencia sea determinante en nuestras vidas y para las de los demás. Si no fuera así no tendría sentido que se nos propusiera un bautismo en el Espíritu.

El Bautismo con el Espíritu consiste en adoptar la misma actitud vital de Jesús y sus frutos son tan perceptibles por lo que se consigue como por lo que no hace: no vocea en las calles dándose publicidad, no termina de quebrar las vidas taladradas por la miseria, ni provoca el escándalo que pueda apagar la fe de los sencillos. Por el contrario, es capaz de sanar y liberar manteniéndose fiel al corazón de Dios y convirtiéndose así en luz para todos. En este bautismo se patentiza la vocación de Dios que llama a todos tomándonos de la mano y concediéndonos un nombre nuevo: “Hijo amado, mi predilecto”. Con esta seguridad no vacilará jamás nuestra esperanza y en esta fraternidad nos habría de resultar imposible volver la espalda a nadie. Es esta vivencia la que puede llevarnos a proclamar a una el salmo cantando la gloria del Señor junto a todos sus hijos. Este bautismo, por último, se revela superior a cualquier otro bautismo, identidad o signo de pertenencia anterior. Se hace inequívocamente universal y su única forma consiste en la aceptación del impulso divino que reside en todo ser humano. 

 

Bautismo de Jesús

 

martes, 5 de enero de 2021

EPIFANÍA.

06/01/2021

Epifanía

Is 60, 1-6

Sal 71, 1-2. 7-8. 10-13

Ef 3, 2-3a. 5-6

Mt 2, 1-12

Si quieres ver las lecturas, pincha aquí. 

Aquellos magos de Oriente eran personas consideradas sabias. Respetadas en todas las culturas que rodeaban a Israel. Se habían consagrado al estudio de las más diversas disciplinas y ejercían labores muy variadas. Fueron consejeros, médicos, maestros, sacerdotes, videntes o intérpretes de sueños. Eran, en cualquier caso, ajenos a la cultura judía. Lo decisivo aquí es el término epifanía que hace alusión a la manifestación de algo que estaba oculto y que se revela por encima de las circunstancias. Es la visibilización de aquello que no puede permanecer en la sombra.

Isaías había anunciado a Jerusalén que sería la luz del mundo; todos llegarían hasta ella atraídos por la gloria del Señor. Sus hijos e hijas regresarían en un clima de incontenible algazara y sus calles se llenarían de gente y cánticos. Por todas partes rebosarían el oro y el incienso. El oro propio de la realeza, del rango que por fin se le reconocía como morada de Dios en la tierra. Precisamente, para Dios era el incienso. Coincide en esto el salmista, que coloca a Dios por encima de cualquier otro poder terreno. Fue en este salmo donde se basó la errónea interpretación que, varios siglos más tarde, haría reyes a los magos. Mateo, por su parte, recurre a las antiguas profecías para orientar a estos sabios extranjeros hacia el rey judío recién nacido. Pero desliza el pequeño detalle de incluir mirra entre las ofrendas. La mirra es una resina aromática rebosante de propiedades medicinales, usada también para confeccionar perfumes y para diluir la tinta. Era un regalo apropiado para quien se manifiesta como un ser humano. A la realeza y la divinidad que constituían la esperanza sostenida por los profetas el evangelista añade la humanidad. Cualquier humanidad, pues todas son, en esencia, iguales. La de los gentiles a los que Pablo promete la gracia y la de aquellos eruditos que, justamente, por versados en humanidad supieron leer los signos en las estrellas, no tiene nada que envidiar a la de aquel pueblo escogido que se creía tan exclusivo. En virtud de esa sintonía con quien se revela, el sujeto que acoge se vuelve universal.

Así, será imposible mantener en la sombra que en la experiencia de esta humanidad global el contacto entre las diversas tradiciones es beneficioso para todos. Cuántas cosas que la costumbre nos esconde pueden ponernos al descubierto quienes se acercan a nosotros. Y viceversa, claro. Cuánto podríamos descubrir viajando hasta territorios ajenos con los ojos limpios y el corazón desprejuiciado. Cuánto bien haría la abolición de las fronteras, no sólo ideológicas o tradicionales, sino también físicas, políticas y económicas. Cuánto podríamos aprender si no asilásemos únicamente al oro, al incienso y a la mirra, sino si acogiésemos también la vulnerabilidad y el dolor de tantos hermanos sufrientes. Qué distinto  sería todo si quisiéramos ser nosotros expertos en humanidad y coronásemos, adorásemos y reconociéramos a Dios en todos ellos.  Es imposible contener la epifanía que acontece en la unión de la humanidad porque Dios no es exclusivo de nadie y se revela siempre donde hay amor: entrega y acogida. Ni las normas ni los muros pueden contenerlo y, por insignificante que parezca el escenario, cuando el corazón decide hacerle un hueco a la novedad siempre sorprendente de quien, siendo el extranjero absoluto, decide hacerse conciudadano de todos, acontece siempre una real epifanía que enmarca y posibilita cualquier otro encuentro. 

 

Epifanía