sábado, 21 de abril de 2018

ACEPTA LIBERARTE Y AMA. Domingo IV Pascua.


22/04/2018
Acepta liberarte y ama.
Domingo IV Pascua.
Hch 4, 8-12
Sal 117, 1. 8-9. 21-23. 26. 28-29
1 Jn 3, 1-2
Jn 10, 11-18
Somos ya hijos de Dios, pero estamos aún lejos de poder siquiera imaginar lo que estamos llamados a ser. Hijo y padre son categorías humanas, nada más. Cuando Dios se manifieste nos reconoceremos  semejantes a él, pues a su imagen y semejanza nos crió. Verle tal cual es, es vernos a nosotros mismos, conocer nuestra naturaleza última y nuestra distancia respecto a él. Mientras tanto, mientras esa distancia sigue apareciendo como insalvable, tenemos a Jesús que, sin mezcla ni confusión, aceptó asociar su naturaleza humana a la divina que sentía palpitar en su corazón para terminar despreciado por su generación, siendo reconocido, tan sólo por los desheredados, como el Cristo.
Su nombre, Jesús Nazareno, es portador de salvación porque en su realidad humana se condensa y expresa la realidad del amor de Dios a todos los hombres. A todos los quiere reunir como reúne un pastor a sus ovejas, de uno y otro redil, para hacer un solo rebaño, un solo pueblo, una única humanidad. En cada ser humano hay algo, por pequeño que sea, digno de ser amado, dar la vida por uno sólo es darla por todos, por la grandeza común de esa humanidad que se expresa en millones de particularidades. Lo decisivo es dar la vida, porque quien se libera hasta ese punto lo hace también hasta el de recuperarla de manos de Dios. Renunciar a cualquier apego es la clave para poseerlo todo sin que nada pueda poseerte a ti. Renunciar a eso por el bien del más pobre de los hombres concretos, portador en sí mismo de la grandeza y la miseria de toda la humanidad, es la peculiaridad propia del cristiano.
A cada uno de nosotros nos busca Dios, nos llama para llegar a ser el mejor ser humano posible, abierto a la receptividad y a la donación total. A partes iguales, Jesús reunió y acogió en torno a sí a un grupo humano amplio y diverso. A todos ellos y ellas les ayudó a salir de los moldes que les encorsetaban y a todos ellos y ellas les liberó para que pudieran recibir y comunicar la plenitud de Dios a sus vecinos y así extenderla poco a poco como una red, con nodos de proximidad, de projimidad, en los que fuese posible un amor real, concreto y personal. Si el despreciado por el poder fue reconocido como la nueva y única roca fundamental no lo fue por otra cosa más que por su capacidad de acoger, consolar y liberar. Todas aquellas personas pudieron romper su molde, trascender su clase social, rebelarse contra un sistema que los condenaba a la explotación y a la negatividad. También a nosotros se nos ofrece la posibilidad de salir del molde y unirnos al nuevo rebaño, no como simples ovejas, sino como seres libres, liberados, que conocen a quien les guía, como éste conoce al que le envió. Jesús conocía a Dios y se vio a sí mismo en él, compartiendo su naturaleza con él en una única persona, en una única forma y manera de presentarse ante el mundo, de proyectar su ser íntimo hacia los demás. Nosotros decimos conocer a Jesús y a Dios por medio suyo. A cada uno de nosotros Dios nos regala su amor expresado en el amor concreto de tanta gente que nos rodea, y a cada uno nos pide que comuniquemos ese mismo amor a tanta otra gente que también nos rodea pero que no lo ha percibido todavía. Percibir y acoger el amor que nos libera es el primer paso, entregarlo abiertamente es el segundo, identificarse con el Dios que nos libera y que descubrimos en el otro es el tercero y definitivo. 

Zenos Frudakis, "Rompe tu molde". Philadelphia, EE.UU

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