sábado, 28 de octubre de 2023

SI ASÍ SE AMAN... Domingo XXX Ordinario

29/10/2023

Si así se aman…

Domingo XXX T.O.

Ex 22, 20-26

Sal 17, 2-4. 47. 51ab

1 Tes 1, 5c-10

Mt 22, 34-40

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Comencemos hoy por el salmo: el ser humano reconoce que no lo puede todo por sí mismo. Identifica la intervención de Dios en su vida y se muestra agradecido. Esto calma su necesidad de trascendencia. Esta vida no le sacia, por eso se expande y traspasa los límites; identifica esa ayuda y a quien se la ofrece. El problema es, por un lado, que no somos capaces de aceptar la gratuidad y, por otro, que nos empeñamos en dividirlo todo en planos diferentes.  Nos parece necesario captar la atención de ese Dios auxiliador y consideramos que la vía adecuada es la que nosotros pensamos directa; hay que sintonizar un canal especial dejando de lado cualquier otro. A la larga, es decir, después de unos pocos milenios de historia, esto se ha traducido, primero, en nuestra obsesión por agasajarle con el cumplimiento de normas que, esperamos, puedan agradarle y predisponerle en nuestro favor y, segundo, en la separación de la realidad en dos esferas opuestas: la divina y la mundana.

La lectura del Éxodo es ya una desautorización de este modo humano de creer. Antes que las alabanzas, Dios escucha el clamor de quien le grita implorando auxilio. Su intervención no nos será siempre beneficiosa sino que se muestra como defensor de aquellos a los que nuestra vida perjudica. No es cierta esa dicotomía de contextos que hemos instaurado. No es posible pretender agradar al Señor sin cuidar la relación con quienes nos son cercanos. Como ya dijimos hace unos días, Dios no es imparcial y se alinea siempre con quienes sufren por sostener nuestro modo de vida. Extranjeros, viudas y huérfanos son los ejemplos que la profecía pondrá constantemente para representar a esas personas. La lectura de hoy añade también a los deudores, pero a los del propio pueblo: limitaciones de la mentalidad evolutiva que, pese al respeto al extranjero, aún distingue entre propios y ajenos del mismo modo que imagina todavía un Dios vengativo.

Jesús afirmará que ese escrúpulo nacionalista no tiene ya sentido. Prójimo es el próximo. Sin más. A él, o ella, debes amar como a ti mismo y el amor real se caracteriza por su carácter activo, no por ser un mero deseo bienintencionado. El amor es amar. El mismo amor que se dice tener a Dios se debe mostrar hacia los demás. Y no queda nada más. La esfera divina y la humana se identifican, por mucho que nos cueste entenderlo. Con esto queda cumplida cualquier ley. No existe argumento ni legislación que pueda separar en dos la única realidad existente. Descubrir este principio y ponerlo en práctica es vencer la idolatría de la dualidad y del particularismo. Por este motivo, los tesalonicenses merecen el reconocimiento de sus vecinos y el elogio de Pablo. Posiblemente, los cristianos de Tesalónica rezasen también nuestro salmo de hoy pero superando esa percepción ritualista y escindida. Su gratitud a Dios tendría más que ver con este descubrimiento que con la confianza en cumplir normas que les alejasen entre sí o que, colateralmente, perjudicasen a sus vecinos. Macedonia y Acaya se maravillaban de la nueva realidad que se vivía en la comunidad. Estas nuevas relaciones entre seres humanos eran las que daban sentido a algo tan absurdo, a priori, como el regreso desde los cielos de quien se decía que había resucitado. Es el amor, el amar, el que vence y convence: ¿Cómo no va a ser cierto, tal como se aman?


Si así se aman...


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