sábado, 11 de noviembre de 2023

DESPERTANDO. Domingo XXXII Ordinario

12/11/2023

Despertando.

Domingo XXXII T.O.

Sb 6, 12-6

Sal 62, 2-8

1 Tes 4, 13-17

Mt 25, 1-13

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Comenzamos hoy la lectura del famoso capítulo 25 de Mateo que nos acompañará hasta concluir el año litúrgico. En él nos encontramos hoy con las diez doncellas que se quedan dormidas. Es esta una circunstancia que comparten con los tesalonicenses pues, aunque en nuestras traducciones se hable de difuntos, el texto original dice “los que duermen”. Como ya sabemos, la muerte es solo un sueño del que despertaremos. Pablo se extiende en este pasaje explicando el fundamento de esta cuestión. En la parusía, que él imagina inmediata, los que ya duermen despertarán para precedernos en el destino común que compartimos con Jesús, quien ha sido ya resucitado por el Padre. Esta esperanza radical nos diferencia de quienes la ven como un mal insalvable. Posiblemente, las doncellas que no se proveyeron de aceite sean de esas personas que no comparten nuestra confianza. En cualquier caso, lo cierto es que moriremos pero eso no implica que estemos condenados al olvido y la aniquilación.

El aceite es señal distintiva del cristiano. Es la sabiduría vital que no se limita a acumular conocimientos sino que impulsa y anima. Impulsa porque nos hace salir de nosotros mismos y anima porque infunde ánimo en el ánima. Nos hace ser lo que somos: creyentes esperanzados que se asoman al mundo con la intención de hacerlo un lugar más habitable para todos. Así, esta sabiduría no resulta ser algo lejano y abstruso, sino que está a disposición de todos. Puede solicitarse directamente, como hizo el rey Salomón, o puede buscarse en el día a día. Se puede madrugar, hurtándole tiempo al sueño, y meditar. Meditar es, para los pueblos semitas, recitar las palabras de Dios, dejarse arrullar por ellas mientras penetran en nosotros y nos revelan ese conocimiento experiencial. La sabiduría verdadera es Dios mismo con perfil femenino que se pone al alcance de los caminantes o de quienes, como dice el salmista, la contemplan en todo tiempo y lugar.

Durante toda su vida Jesús ha burlado a la muerte, simbolizada en el sueño, madrugando para rumiar, saborear y alimentarse de la vida. El sueño es imagen de la muerte porque nos aleja de proyectarnos hacia los demás, dejándonos inertes y presos de nuestro cansancio. La vida, en cambio, es vigila, vigilancia y, tal como Jesús, también nosotros podemos afrontarla de forma cada vez más plena y creativa. Podemos vivirla despertando. La muerte no es para nosotros lo mismo que es para otros, pero es que tampoco la vida lo es. Y es ésta la que iniciándose aquí continuará tras el sueño. En esta vida auténtica el aceite es la sabiduría; es la forma de ver el mundo que Dios mismo tiene; es el combustible que pone a nuestro ser a funcionar y le permite alumbrar a partir de sí mismo, de lo que descubre en su interior. El dinamismo de búsqueda convierte la vida en un constante descubrimiento que no se resigna a la pasividad ni a lo ya conocido sino que, al contrario, lleva a abrirse a todo y a todos desde la propia raíz. Eso es la vida. Quien así vive no podrá morir nunca y cuando finalmente duerma lo hará tan solo para sanar las heridas del camino antes de continuar la misma vida de otro modo, distinto pero idéntico: vuelto hacia los demás desde una plenitud nueva; presente pese a la distancia.


Despertando


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