sábado, 19 de octubre de 2024

EN LO COTIDIANO. Domingo XXIX Ordinario

20/10/2024

En lo cotidiano.

Domingo XXIX T.O.

Is 53, 10-11

Sal 32, 4-5. 18-20. 22

Heb 4, 14-16

Mc 10, 35-45

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

El pasaje de Isaías forma parte de su famoso cuarto canto del Siervo. En el contexto en el que se escribió nadie pensaba en la resurrección en el sentido en que lo hizo después el cristianismo de modo que pudiese restañar el desesperanzador final de Jesús, a quien se identificó con este personaje. Isaías habla de un siervo anónimo que acepta cargar con los crímenes de muchos y entregar su vida en expiación. Pero esta entrega no le lleva a la muerte, pues podrá ver su descendencia, prolongará sus años y se saciará de conocimiento. Dios, que según el propio texto bíblico, no pide a nadie más de lo que puede dar, no solicita de este siervo una muerte vicaria carente de sentido pues sin la fe en la resurrección, que no aparecería en el horizonte judío hasta siglos más tarde, tal petición supondría exigirle al siervo una obediencia tan inhumana como impropia de Dios sería su imposición.

Sin embargo, toda la tradición judeo-cristiana afirma que aceptar la voluntad de Dios siempre lleva al éxito. Es indiscutible que el siervo de la lectura sufre por esa voluntad, pero acatarla no se le impone como una carga ineludible, sino que se le presenta como una oferta personal que no le remite al absurdo. De lo contrario no podría realizar una opción libre, consciente y personal. Es por esta libertad que responsablemente asume lo que se le propone por la que el siervo es recompensado según los criterios veterotestamentarios y por la que el salmista espera que la misericordia de Dios descienda sobre él en forma de justicia y derecho.

Jesús presenta una perspectiva ampliada. Ya no se trata del momento puntual de dar la vida, sino de la vida entera entregada en forma de servicio. Se hace imposible beber el cáliz definitivo si no se ha dado antes un permanente sí en lo sencillo del día a día. El bautismo, por su parte, supone un cambio radical de vida; es un verdadero morir a la propia perspectiva y a las pretensiones normales en este mundo para hacer propio el punto de vista de Dios que, mediante la acción de Jesús, se pone al servicio de todos. Que Santiago y Juan quisieran ser ministros del gobernante Jesús tendremos que interpretarlo como la evidencia de que su proximidad al maestro no fue suficiente para comprenderle. Hasta que no dejaron atrás sus propias ideas y ambiciones no les fue posible cambiar su forma de ver las cosas. Hay que ponerse al alcance; dejar que la vida se vea afectada y posibilitar que exista espacio suficiente para cambiar. Esto mismo sigue ocurriendo hoy. Hay quienes piensan que ya han llegado y que su familiaridad con lo sagrado les reporta autoridad y justifica ciertas prebendas. Les falta detenerse en el fragmento de la carta a los Hebreos que hoy nos recuerda como Jesús fue probado en todo, excepto en el pecado, haciéndose así capaz de comprendernos y compadecerse de nosotros. Siendo Dios se manejó como hombre verdadero y supo  aceptar su propio cáliz y su bautismo con la libertad de los seres humanos cabales que encuentran en su cotidiano ofrecimiento a los demás un sentido definitivo capaz de superar cualquier atisbo de privatización o privilegio. Así es como todos nosotros somos también convocados a dar la vida. Nada se comienza a construir por el tejado, de modo que la cuestión inicial sería vencer la prueba y ponerse al servicio de los demás en este instante que ya asoma y perseverar ahí. La vida se entrega poco a poco porque tiene sentido hacerlo; no por una heroicidad instantánea. 

 

En lo cotidiano

 

 


 

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