sábado, 15 de noviembre de 2025

LA BELLEZA DE LOS CAMBIOS. Domingo XXXIII Ordinario

16/11/2025 – Domingo XXXIII T.O.

La belleza de los cambios

Mlq 3, 19-20a

Sal 97, 5-9

2 Tes 3, 7-12

Lc 21, 5-19

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Nos acercamos al final del año. Las lecturas tienen un tono apocalíptico; nos sitúan en el final de los tiempos. Esto se acaba, pero no es el vacío lo que se avecina. Lo que llega es un tiempo nuevo. Malaquias es el último profeta del Antiguo Testamento; sus palabras advierten sobre la suerte de los orgullosos y los malhechores, pero para quienes temen el nombre del Señor todo tiene continuidad gracias a la intervención del sol de justicia. El salmista deja claro que ese sol de justicia, identificado ahora con el Señor mismo, está en camino y su intención es regir la tierra con justicia y rectitud. Es cierto que existen cambios; la vida es una incesante evolución. De hecho, lo que le da valor es esa permanente pujanza que la lleva a prosperar permanentemente. Si la vida se terminase o estuviese abocada a perecer en esas catástrofes tan del gusto de ciertos predicadores y películas ¿Qué sentido tendría? Nuestra esperanza cristiana nos dice que la realidad celeste, sea ciudad o Reino, terminará instaurándose en este mundo conocido. Habrá que seguir profundizando en esto todo lo que sea necesario para llegar a entenderlo bien porque aún se nos escapa, pero de momento podemos quedarnos con que el valor de esta realidad es que dará de sí una nueva, distinta, pero en continuidad.

Jesús nos pone en guardia contra esos que atribuyéndose identidad y autoridad divina (“Yo soy”) afirman que todo se acaba. Ocurrirán muchas cosas y no todas buenas. Jesús habla de grandes desastres, incluso naturales porque tampoco él escapaba a la mentalidad de su tiempo, pero la mayoría de ellos provocados por el ser humano y su peculiar forma de entender la convivencia y de priorizar unos criterios u otros. Son principios ajenos a los que él propone, pero, oye, triunfan. Y su victoria es la derrota de los pequeños. Ahí es donde Jesús nos avisa de que vamos a pasarlo mal porque él entiende que vamos a estar con quienes él estuvo, con esos pequeños y no con los que provocan su daño. Que ¿nos van a dar para el pelo, y para otros sitios? Sí, porque incordiamos; porque denunciamos; porque no nos quedamos en casa rendidos ante lo inevitable y molestamos; porque a ningún malvado le gusta que le desenmascaren y todos buscan maquillar sus acciones. Jesús nos propone continuar sus pasos porque confía en nosotros y nos sabe capaces de seguir adelante. Por eso mismo nos dice que no nos entreguemos al pánico; porque él va a estar pendiente de todo. Las cosas no nos irán mejor que a él, pero terminaremos triunfando como él. Lo que termina es un orden determinado; una manera de entender el mundo, de interpretarlo, de construirlo a nuestra imagen y para nuestra comodidad, pero lo que es se desarrolla según lo que es y lo conoceremos como un nuevo orden; una manera nueva de ser y vivir. Todo final, mientras no  llegue la recapitulación definitiva, conlleva un nuevo principio.

El autor de la segunda carta a los tesalonicenses era un hombre práctico y trae a la memoria el recuerdo de Pablo y sus compañeros, quienes, frente a los que, con la excusa del final inminente, pretendían pasar el día sin hacer nada convirtiéndose en una carga para los demás, afirmaron con su vida el valor de ponerse manos a la obra porque este mundo agradecerá que se le eche una mano para ir afianzando los cambios. No vemos peligro en los cambios, al contrario, los reconocemos como avance siempre que impliquen humanizar la realidad, acompañar a los preferidos de Dios. Porque su celo nos devora. 

 

La belleza de los cambios  

 

 


 

sábado, 8 de noviembre de 2025

SOMOS Y VAMOS. Dedicación de la Basílica de Letrán.

07/11/2025 – Dedicación de la Basílica de Letrán

Somos y vamos

Ez 47, 1-2. 8-9. 12

Sal 45, 2-3. 5-6. 8-9

1 Cor 3, 9c-11. 16-17

Jn 2, 13-22

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Coincide en este domingo la conmemoración de la dedicación de la Basílica de Letrán. Es la catedral de Roma y su sede episcopal. Es una fiesta que habla de asentamiento, pero también de edificación; de institucionalización y de dinamismo. Como ya sabemos, Dios supera siempre nuestras divisiones y, con ellas, todas nuestras diferencias. Está siempre ofreciendo odres nuevos, aunque nosotros nos empeñemos siempre en remendar los viejos.

El libro de Ezequiel se cierra con la larga exposición de una visión en la que, estando todavía en el exilio, Dios le muestra lo que se interpreta como el futuro de la tierra de Israel. Sobre un monte ve una ciudad desconocida y en ella un Templo del que manará un agua que lo recree todo dando a luz una vida nueva, fecunda y definitiva. El salmista, años antes, había escrito ya sobre la alegría que el agua confiere a la ciudad de Dios y acerca de la protección que él extiende sobre ella y sus habitantes. En esta perspectiva, el Templo es fuente de vida.

Para cuando llegó Jesús esta afirmación había sido ya tergiversada y el templo ejercía una función económica. Era, ciertamente, fuente de vida, pero no para todos. Jesús no puede soportar esta realidad y se revela contra ella. Y lo hace de forma inconfundible; sin medias tintas ni ambigüedad ninguna. Queda perfectamente clara su postura y, de paso, nos dice cómo entiende él la relación con Dios. Nada tiene que ver con lo comercial porque es imposible comprar a quien se ofrece libremente; no puede valorarse con moneda alguna de este mundo porque todas ellas carecen de valor; necesita espacio e intimidad a la vez y, para que nadie pueda volver a caer en este error, él mismo se ofrece como Templo definitivo. Nadie allí le entendió, claro. Hubo que esperar hasta la Pascua para que esto comenzara a comprenderse. A partir de entonces concluyó la necesidad de espacios reservados porque Dios andaba ya libre por las calles y los campos. Si no lo contuvo el sepulcro cómo iban a retenerle las paredes de los templos; si de veras se rasgó el velo, no quedan ya espacios inaccesibles; no hay reserva con la que negociar. Más tarde, Pablo extraerá todavía más jugo a sus palabras y dejará claro que todos somos templos en construcción. Nos pide poner a Jesucristo como buen cimiento y dejar que el Espíritu de Dios habite en nosotros. Así se hace imposible el inmovilismo, aunque la cosa se institucionalice no quedará reducida a una caricatura.

Somos templos; obra que Dios pide permiso para realizar. Si aceptamos nos pide ser, como todo buen templo, lugar en el que él pueda encontrarse con los demás. Ser templos es dejar de lado cualquier otro interés que no sea erigir este espacio de confluencia. Que todos puedan ver a Dios en mí; que pueda transmitir el agua que fecunde cualquier vida por muy gastada que esté. De este modo, caemos también en la cuenta de que yo soy Templo, pero los demás también. No me encuentro yo con Dios en la privacidad para poder entregarlo luego a los demás, sino en el santuario en el que el otro y yo descubrimos la insuficiencia de nuestros antiguos odres. El dinamismo del espíritu me invita a ir hacia los demás. Soy y voy; ese es el movimiento que, en mi encuentro con el otro y Dios nos libera y construye a ambos. No importa que sea imperfecto, porque no es mi esplendor el que edifica; estoy siempre en camino hacia la culminación que nos llegará de ser lo que somos en ese encuentro con los otros y de aceptar, juntos, el cimiento y el dinamismo que el arquitecto nos propone.

 

 

Basílica de San Juan de Letrán (Roma)





sábado, 1 de noviembre de 2025

LOCOS POR APAPACHAR. Todos los Santos y Fieles Difuntos

 

01/11/2025               Locos por apapachar               02/11/2025

Todos los Santos

Ap 7, 2-4. 9-14

Sal 23, 1-4ab. 5-6

1 Jn 3, 1-3

Mt 5, 1-12

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Fieles Difuntos

Job 19, 23-27ª

Sal 27, 1. 4. 7-9a. 13-14

Rm 5, 5-11

Mt 5, 1-12

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No ha de ser una simple coincidencia el hecho de que en estos dos días se lea el mismo evangelio. Más que de ninguna otra cosa hablamos hoy de la bienaventuranza, de la única; de esa que se desglosa en otras más pequeñas que terminan conduciendo a esta única, a la felicidad definitiva. En un mundo que busca seguridades y que se mueve por apetencias resulta este un mensaje extraño. Sin embargo, la cuestión es que es posible vivir de otro modo y ese modo no nos arroja en brazos del absurdo, sino todo lo contrario. Absurdo sería que los apocalípticos y famosos 144.000 y la muchedumbre que los sigue hubieran blanqueado sus túnicas para nada. Todo el que tiene la esperanza no de alcanzar a Jesús, sino de llegar  ser como él, como dice Juan, sabe que está aún en proceso y la incomodidad con su vida actual no le deja detenerse. Resulta que el evangelio incomoda y frente a ese fastidio puedes cambiar de postura, a ver qué tal, o levantarte del sillón y darle la vuelta a esas cosas en las que puedes intervenir tal como dice el salmo: con manos inocentes y puro corazón.

                Entre salmistas anda el juego, pues para quienes así esperan y por ello viven de cara a los demás existe como motivación fundamental esa misma que el cantor aguarda y le sirve de impulso: ver la bondad del Señor en la tierra de los vivos. No se desprenden de las realidades terrenas, llamémoslas así para entendernos, porque este mundo de aquí abajo importa. Si no importase Dios no se habría hecho carne y es esta carne nuestra, la despreciada por tantos, la que, en palabras de Job, vive cierta en ver a Dios con sus propios ojos. No son despreciables ni su naturaleza ni los padecimientos que tantas veces está obligada a sufrir. La esperanza verdadera, dice Pablo, no defrauda jamás porque su asiento no es una banalidad sino todo lo contrario; es carne concreta y real que se dejó habitar y confió en el Dios que descubría en su interior, que le permitió ser cada vez más y se dejó guiar por él hasta el extremo de dar la vida por todos cuando nadie lo merecía. Solo Dios es capaz de hacer esto, y para hacerlo se hizo carne como nosotros, como si dijera: “Tú también puedes”.

                Los santos que tanto recordamos no fueron seres perfectos sino personas en camino convencidas de que también ellos podían. Nos gusta ponerles aureolas y al final, poco a poco, terminamos por pintarlos siempre en un escalón más elevado. Pero a todas ellas y ellos les gustaba bajar siempre al nivel de los últimos. Recordamos también a nuestros difuntos y nos empeñamos en rezarles mil oraciones y encargarles misas que puedan subsanar sus imperfecciones. En fin… Dedicamos menos tiempo a intentar percibir el lazo que todavía nos une con ellos y con esos santos y santas tan elevadas. Entre todos ellos y nosotros existe una corriente de solidaridad que llamamos comunión de los santos. Si de verdad creemos que Jesús venció a la muerte no hay ya modo de que la vida pueda ser sofocada. Todo cuanto una vez estuvo vivo ha ingresado en la Vida definitiva al cruzar el umbral derrotado. Todo cuanto ahora vive está destinado a esa misma Plenitud y no habrá vida futura alguna que se pierda. Esa corriente que nos une a todos se desborda para hacer reales las bienaventuranzas como un adelanto de la definitiva porque para cada tristeza y persecución hay un consuelo y una promesa. Santos son los reunidos ya con Dios y los locos que viven aquí como si lo hubiesen hecho ya, ajenos a lo que aísla y volcados en quienes necesitan que les apapachen el alma.  

 

Locos por apapachar


 


 

Para todos y todas que no se fueron sino que nos acompañan de un modo nuevo.

 

sábado, 25 de octubre de 2025

DEVOLVER LA PAZ. Domingo XXX Ordinario

26/10/2025 – Domingo XXX T.O.

Devolver la paz

Si 35, 12-14. 16-18

Sal 33, 2-3. 17-19. 23

2 Tim 4, 6-8. 16-18

Lc 18, 9-14

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Jesús, hijo de Sirá, tiene claro que el Señor es justo y con esa contundencia comienza nuestro pasaje de hoy que es, realmente, la explicación de su proceder. “No intentes corromperle con presentes…” dice el versículo inmediatamente anterior, porque “es juez”. No de los que vigilan por si caes en el error y te lo refrotan inmisericordemente, sino de los jueces verdaderos, de los que no hacen acepción de personas y socorren al atribulado (aquí, huérfanos y viudas) porque su pecho (cordia) no puede soportar la desdicha (miser) a la que los poderosos les han condenado. El Señor es el que escucha la oración del humilde y en respuesta “machaca los lomos de los sin entrañas” como, entre otras cosas, dicen los versículos que siguen. Tal como el salmo recalca la justicia de Dios escucha el clamor de los abatidos y se enfrenta a los malhechores.

Lucas nos presenta esa parábola en la que el primer protagonista cumplía, como se dice, con la autoridad y con parroquia, pero en su corazón se colocaba por encima de todo y, sobre todo, de todos los demás. Era lo que hoy llamaríamos un buen cristiano y un honrado ciudadano. Pero en su vida feliz y satisfecha era ajeno a todo lo que no fuese él mismo. La paradoja de esta vida nuestra es que es así como nos agregamos a la masa; en el silencio que sigue al recuento de nuestros méritos creemos encontrar el reconocimiento que tanto necesitamos. Muy distinta es la oración del otro personaje, el quebrantado que halla la misericordia. Quien no reconoce su limitación no podrá identificar la ayuda que le llegue. La necesidad nos hace vulnerables. Por eso, en cambio, quien se conoce y acepta su error puede orientarse según su identidad, la verdadera, no la esgrimida y ese realismo le hace también íntegro; sincero con él mismo, con los demás y con Dios. Así, no se plegará a tratar a nadie de modo que le lastime, porque se reconoce en todos los demás y en ellos palpa también a Dios. Es así como encontrará su sitio y su propia originalidad al lado de los demás; con esto hallará también el sentido de las cosas, de la vida, de la fe. Es posible que su vida no sea todo lo correcta que la Ley prescribe. El publicano, pecador público, vive desde esa dimensión pecaminosa que para un israelita era lo peor.  Sin embargo, dice Jesús que bajó del Templo justificado. Y es que solo Dios conoce el interior de cada uno; nosotros nada más sabemos de él. Tan solo que busca la paz y su oración, como es propio de la de los humildes, llega hasta el Señor que es entrañablemente justo.

Decía también el salmo que este juez no abandona al siervo que se acoge a él. Y esta es la experiencia y la esperanza de Pablo que nos recuerda el autor de las cartas a Timoteo. Sabe que el Señor no le abandonará y explica que, en atención a su labor fue rescatado, no por sus méritos personales; ahí queda, en la penumbra, el famoso aguijón... Confía en que ese mismo Señor le salvará de toda obra mala. No de sufrirlas, pues había pasado ya por muchas, sino de cometerlas; de ser él de los que, cayendo en lo que todos caen, se volvieran contra los pequeños e indefensos. Se identificó con los que llegaban desde tantos sures con las venas abiertas y nos invita a reconocer el valor nutritivo de la sinceridad y la honestidad y a ser de los que devuelven la paz, no de los que se atrincheran en una falsa seguridad que puede tranquilizar pero es injusta y lesiva para tantos.

 

James Tissot, El Fariseo y el publicano (1899)






 

sábado, 18 de octubre de 2025

SER OSADOS. Domingo XXIX Orinario

19/10/2025 – Domingo XXIX T.O.

Ser osados

Éx 17, 8-13

Sal 120, 1-8

2 Tim 3, 14 – 4, 2

Lc 18, 1-8

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Las viudas del mundo bíblico son siempre imagen de persona desvalida, solitaria, desamparada y carente de la posibilidad de exigir sus derechos. En esta categoría entraban no solo las mujeres que habían perdido a su marido, como María, por cierto, sino también las que habían sido repudiadas, como la misma María estuvo a punto de serlo, o abandonadas por cualquier causa. Por un lado no eran dignas de presentarse ante la autoridad, pues alguna falta gravitaría sobre ellas como detonante de su desgracia y podría ser, por otro lado y en el peor de los casos, que tampoco tuviesen quien las defendiera ante cualquier abuso. A la viuda de hoy, en la que parece cumplirse también esta segunda circunstancia, no le detiene ninguna convención social y se planta ante el juez inicuo, que no quiere decir que todos lo fuesen. Éste, sí. No sabemos nada de otras condiciones de la mujer: si tenía hijos o familiares a su cargo, o si su exigencia tenía que ver con herencias u otros pleitos… da igual. Ella pide que se le haga justicia porque eso es lo que exige su “simple” condición de persona. Las circunstancias podrán urgir la solución de su problema, pero no darán más peso a su dignidad de ser humano. Al juez injusto poco le importaba nada ni nadie, pero la viuda le cansaba. Surge así la pregunta: si un juez malvado puede hacer justicia para librarse del agobio ¿Qué no hará Dios por amor?

Y nos surge también otra pregunta “extra-evangélica”: ¿Qué hemos de hacer para que Dios haga caso? Porque todo parece indicar que le gusta hacerse de rogar. Lo que pregunta Jesús, en cambio, es ¿Encontrará el Hijo del hombre tanta fe (como ésta de la viuda; la que él aprendió en casa...) cuando venga? El Hijo del hombre era la figura escatológica esencial. Era un ser humano que vendría para colocarlo todo en su sitio, según el plan original de Dios. Con el tiempo, Jesús asumiría esta designación para definirse a sí mismo y la comunidad cristiana esperaría su retorno definitivo y glorioso para que cumpliese por fin esta promesa. Mientras tanto queda la fe para darle sentido y sabor a la espera, pero no es la fe que aguanta y soporta, sino la que se arma de valor y se enfrenta al juez injusto; lo que nos queda es la fe de la viuda. Es la fe que ve en cada ser humano una persona libre y digna, merecedora de respeto y sujeto de dignidad y derechos. Es la fe que mueve a ser osado y llevar a cabo lo inimaginable; la que impulsó a Aarón y Jur a sostener los brazos de Moisés en señal de alabanza al Dios que detenía el sol para que Josué pudiera vencer a Abimelec ¿Qué hemos de hacer? Ser osados y no conformarnos con lo que siempre ha sido o rendirnos ante lo que no parece que pueda cambiarse; confiar en que la palabra del salmista es cierta.

Y, como Timoteo, ser fiel a lo revelado. Tenemos en la Escritura el criterio mismo de Dios. Él se pone siempre del lado de las víctimas sufrientes. No es posible defender otra posición. Toda la Escritura es, pese a que ahora la leamos de un modo triunfalista, el testimonio de la lucha de los últimos; es voz que clama en el desierto, que en su tiempo no fue oída por los poderosos, pero sí conservada por quienes la tuvieron por bandera. Con ella, a imagen del mismo Jesús, enseñaron, arguyeron, corrigieron y educaron en la justicia. Es fidelidad activa que lleva a salir del terruño para bucear en lo profundo de la humano y recorrer lo amplio de su experiencia sin ser ajeno a nada ni a nadie de modo que, a tiempo o a destiempo, todos puedan estar preparados para crear el bien.

 

Ser osados

 

  


sábado, 11 de octubre de 2025

CENTRIFUGUEMOS. Domingo XXVIII Ordinario

12/10/2025 – Domingo XXVIII Ordinario

Centrifuguemos

2 R 5, 14-17

Sal 97, 1-4

2 Tim 2, 8-13

Lc 17, 11-19

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En ocasiones nos vamos encerrando en nuestra propia y particular verdad y vamos dejando fuera mucho trozo de la realidad que estamos llamados a transfigurar. Nuestra naturaleza nos pide avanzar paso a paso; nos vamos construyendo a la vez que edificamos. Sin embargo, como ya le pasó ya al pueblo de Israel, tendemos a ser centrípetos, en lugar de centrífugos. En tiempos de Eliseo, Naamán el sirio era llamado extranjero, porque quedaba lejos de la órbita de acción de Dios; en tiempos de Jesús, el extranjero era el samaritano porque la historia y la vida habían reducido esa órbita considerablemente, plegándose sobre la exclusiva imagen de Dios que Israel tenía en propiedad. Curiosamente, hay que decir, Samaria fue la tierra natal de Eliseo. Así, iba Israel centrándose cada vez más sobre su peculiar vivencia religiosa, dejando a todos fuera. Jesús recoge la tradición de Eliseo y tantos otros profetas y exporta esa vivencia arrasando con cualquier frontera.

Naamán se llevó tierra del país, probablemente, para plantar sobre ella un altar a Dios en su pueblo. Para Jesús no es cuestión de tierra, sino de actitud. Manda a los leprosos a presentarse ante los sacerdotes, pero antes de que lleguen a ellos, asentados sobre tierra sagrada, estando aún de camino, hoyando cualquier otra tierra, se descubren ya sanados. Aquí se espera que su actitud cambie. Dios sana pero no siempre el ser humano es capaz de percibir su intervención en esta sanación. A fin de cuentas, se han curado “sin completar el tratamiento”; no ha hecho falta hacer lo que Jesús les dijo; no perciben la relación porque no pueden dejar de darle valor a la tierra. Esta fijación con la tierra es particularmente significativa hoy en la que todavía hay quien, aunque sea solo como justificación, sigue defendiendo su derecho sobre una tierra considerada santa, apartada, reservada solo para ellos. Y puede también extenderse esta obsesión a los lugares a los que se les asigna un significado especial por la función a la que están dedicados; sagrados y reservados, acotados para ciertos usos, incluso para personas selectas. Y lo mismo podría decirse de los ritos y ceremonias… nos vamos hundiendo en nuestra propia visión de Dios.

El salmista, en cambio, grita para ser oído en los confines de la tierra. Es cierto que Dios ha apoyado siempre a Israel, pero no para que se encierre en sí mismo. Israel es el que pasa de luchar contra Dios para hacerlo a su lado. Es el vencido que se abre a lo nuevo y se pliega a la voluntad de Dios. Es como el discípulo que, según se le recuerda a Timoteo, no se avergüenza de su maestro, sino que se rinde ante él y muriendo a sí mismo en primer lugar sabe morir también a todo lo demás y alcanza así la vida misma de Jesús; su perseverancia es la evidencia de su confianza y su garantía de alcanzar el Reino. Si, pese a todo y por cualquier motivo, negase al maestro tampoco éste le incomodará más, pero ante esta infidelidad, falta de confianza en el original, Jesús se mantiene fiel y renueva su confianza en él, porque no puede negarse a sí mismo. No puede no esperar que quien se ha sentido sanado termine reconociéndole, hallándole presente en su vida y alcance así la salvación definitiva; el sentido que dé valor a toda su vida. No puede dejar de decirnos: desde tu imagen de Dios, centrifuga y sal al encuentro con todos. Dios espera en cada corazón humano; no se atrinchera en la particularidad ni en ninguna de sus sagradas expresiones.

 

Centrifuguemos. 

 

 


 Estoy aquí para ti

como pilar; no como sumidero.

Soy levantando, sosteniendo

y proyectando;

soy congregando, no adocenando.

Quiero, desde ti mismo,misma,

 unirte a mi y 

enlazarte con todas y todos.

Estoy porque soy.

Desde ti misma, mismo, quiero llamarte a ser

en plenitud.

Sin que dejes a nadie fuera

pues en ese abandono 

me expulsas también a mi. 

Te convido a ser lo que eres, 

lo que soy en ti: 

pilar universal.

 

 

Para ti que has llegado a leer estas reflexiones. Seamos juntos.

Y, especialmente, para mi propio Pilar. Gracias mil por todo y por tanto.

  

 

sábado, 4 de octubre de 2025

CONFIANZA.Domingo XXVII Ordinario

05/10/2025 – Domingo XXVII T.O.

Confianza

Hab 1, 2-3; 2, 2-4

Sal 94, 1-2.6-9

2 Tim 1, 6-8. 13-14

Lc 17, 5-10

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El profeta Habacuc vive en tiempos convulsos: invasiones, deportaciones, reyes títere colocados por el imperio, nuevas potencias que surgen y lo arrasan todo, crueldad por cualquier costado… ¿Dónde está Dios? También nuestro mundo gime hoy buscando a Dios con un por qué entre los labios que se queda ahí suspendido porque no hay respuesta. Respuesta quiere decir solución, no retórica. Dios envía una visión de lo que, sin duda, se cumplirá. Castigará al invasor según la pedagogía veterotestamentaria del talión, de modo que también él será invadido y despedazado. Pero es posible que se retrase ¿Cómo es esto? Es que la visión no se actualizará directamente por una acción de Dios, sino por la del ser humano y a veces le cuesta. Del mismo modo, hoy, pese a las urgencias que, ya con otras didácticas, Dios pueda insuflar en su alma, este ser es, muchas veces, demasiado lento para reaccionar. Sin embargo, llegará y, mientras tanto, la fe es el único recurso del sufriente. Fe es esperar en la promesa; la confianza no está puesta en una intervención milagrosa, sino en la responsabilidad de todos. El salmista insiste en que no endurezcamos el corazón ni tentemos al Señor. La solución está en camino, pero no tan rápida como él quisiera.

A Jesús le piden los suyos que les aumente la fe, pero me da que no saben muy bien lo que piden. Jesús contesta que con un grano de esa fe que ellos piden podrían enraizar árboles en el mar. Sería algo fantástico, pero absurdo. La fe que Jesús ha alabado en todos con quienes se ha encontrado es la que no se rinde a la evidencia; la que espera y confía en que él podrá sanar y enderezar su vida. Jesús transforma vidas, no simplemente obra prodigios. Los discípulos querrían recibir honores después de su propia prestidigitación, pero Jesús les dice que ese no es el camino. El siervo inútil no es el que no sabe hacer nada, sino el que no realiza acciones que signifiquen o, menos aún, le reporten un mérito extraordinario. Es inútil en esa comprensión del mundo en la que todo tiene precio y se hace por algo. Éstos hacen lo que son. Y lo que son, lo son por confiar en Jesús y empeñarse en vivir como él, sin dejar a nadie fuera. Son los que llegarán para sanar y liberar, porque ellos mismos fueron sanados y liberados y comenzaron a partir de ahí un camino en el que no se vivían ya como una realidad privada sino abierta para todas y todos y, como Jesús, con la confianza puesta siempre en el Padre.

Imponer las manos era un gesto judío de bendición que fue adoptado por la comunidad cristiana para manifestar la comunicación del Espíritu. Es el Espíritu quien cuida en nosotros, tierra que ha llegado a ser buena por la búsqueda y la experiencia, que esa semilla puesta por Jesús no quede en nada. Pese a tantos significados que se le han dado me atrevo a decir que el depósito de la fe que Timoteo es animado a mantener, no son un conjunto de verdades irrenunciables que nos garanticen la inerrancia; sino que es precisamente esa semilla y toda la vida que esa experiencia generó. Es la confianza que estamos llamados a preservar y, sobre todo, la acción liberadora, sanadora, reparadora, erigidora, empoderadora y legitimadora que surge a través y a partir de ella. Nada se nos da para custodiarlo sin que se gaste; es precisamente gastándolo como más produce; es gastándonos como más llegamos a ser en el Ser que nos sustenta y que solo gastándonos podemos comunicar a tantos otros. Es en la fe donde el justo vive.

 

Confianza